Por: Natalia Mendoza
Ilustración: Raquel Moreno, cortesía de Nexos
Resulta que la zona en la que estamos, justo atrás de la mina, está compuesta por suelo de granito oracular precámbrico. El nombre mismo es augurio de cosas importantes. Es precisamente gracias al granito que abundan aquí los palos fierro (Olneya tesota), el árbol más longevo del desierto y la nodriza de más de setenta especies. Cada palo fierro funda a su alrededor una compleja vecindad de sahuaros, sibiris y palos verdes que germinan bajo su sombra. Me gusta pensar que los oráculos precámbricos algo tienen que ver con las extrañas formas que los sahuaros han tomado en este lugar. No es fácil ignorarlos, aquí los órganos tienen demasiados brazos y parecen haberse congelado en medio de una profecía. Estamos en “tierra pública”, tierra pública de los Estados Unidos de América, y una sucesión de puertas sin candado te permite transitar “libremente”. Venimos con Adriana Carrillo y el grupo S.O.S. Búsqueda y Rescate, a poner una cruz en el lugar donde el 2 de octubre de 2021 encontraron el cuerpo sin vida de José Eliv Vázquez, un joven guatemalteco que, después de atravesar todo México, cruzó la frontera de Estados Unidos con un grupo de nueve muchachos. Sólo seis de ellos sobrevivieron doce días de caminata desde Sásabe hasta el canal de riego de Sun Road. Doce noches avanzando entre cerros desconocidos y plantas ajenas y hostiles.