Por: Oscar Misael Hernández-Hernández
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
La violencia en Matamoros es histórica, al igual que el predominio de una soberanía ilegal. No obstante, el acontecimiento reciente invita a pensar desde otra perspectiva para abordar estos temas en la región. La propuesta del historiador y filósofo francés René Girard2 es una de ellas: para él, la violencia es racional y tiene lógica en una sociedad donde el sacrificio es importante. A veces la violencia es focalizada, dice el autor, pero tiene un carácter ambivalente: por un lado, exige el sacrificio de una víctima ritual, un inocente que pague por un culpable para evitar o minimizar una ola de violencia, aunque no siempre se logra; por el otro, quien provoca la violencia genera un daño pero también puede “purificar” simbólicamente a la sociedad. El primer caso documentado de violencia sacrificial en Matamoros fue el del joven estudiante estadunidense Mark Kilroy. Él fue una víctima ritual, masacrado y asesinado en 1989 por los llamados “narcosatánicos”: un culto encabezado por el cubano-americano Adolfo de Jesús Constanzo, quien practicaba vudú haitiano y santería. Sin duda el contexto histórico y ritual fue diferente: el sacrificio fue para que supuestamente los narcotraficantes de la región, al beber restos humanos, tuvieran el poder de la invisibilidad al traficar drogas en la frontera. Claramente el sacrificio fue un culto pagano, pero íntimamente ligado con la violencia y una forma de esoterismo criminal.