Por: Maritza Islas Vargas
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
Aunque en el corto plazo las emisiones se han reducido, si no se cuestiona la lógica de los negocios, una vez superada la crisis es muy probable que las emisiones se disparen, tal y como ocurrió con la reactivación de la economía tras el rescate gubernamental de los capitales que generaron la burbuja financiera en 2008. En el afán de reanimar la economía es posible que se privilegie a los capitales asociados con la quema de combustibles fósiles. En Estados Unidos, por ejemplo, las aerolíneas están presionando al gobierno de Donald Trump para la creación de un fondo que les permita sobrellevar las pérdidas ocasionadas por las restricciones impuestas por la emergencia por Covid-19, lo que implicaría, además de no poner a discusión su rol en la destrucción de la atmósfera, el aumento del déficit público para solventar los costos privados. En ese sentido, las acciones y reacciones generadas por el coronavirus pueden resultar pedagógicamente útiles para evaluar lo que se ha hecho y se debería estar haciendo ante el cambio climático.