Por: Flor Marina Bermúdez Urbina y Arturo Gerardo Ruiz Utrilla
Ilustración: Belén García Monroy, cortesía de Nexos
En los últimos años, Tapachula se ha convertido en un caleidoscopio cultural; se trata de una ciudad desbordada por la movilidad poblacional y las solicitudes de asilo que van en aumento. La crisis surge de un incremento en la demanda de servicios de la población migrante, proveniente principalmente de centro y Sudamérica y que permanece durante meses o años en la ciudad en espera de la resolución de su situación migratoria. Esta problemática humanitaria se ha acrecentado ante la indiferencia de autoridades municipales y estatales, quienes han prestado escasa atención a las necesidades de las infancias migrantes, población en riesgo que crece día con día. En su paso por nuestro país, la niñez migrante está expuesta a diferentes tipos de riesgos. La explotación laboral, el tráfico sexual, el consumo de drogas o la violencia social son tan sólo algunos de los aspectos más alarmantes que atizan la experiencia de habitar una ciudad desbordada en todos los sentidos. La emergencia generalizada de las poblaciones migrantes en la frontera sur de México es el reflejo de la desigualdad, la pobreza y la violencia que impera en Centroamérica.