Por: Paula Sofía Vázquez
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Aunque de entrada parece una reforma integrada por retazos con poca conexión entre sí, al unir los puntos tenemos una cobijita que, en los hechos delinea un futuro electoral que, aunque a primera vista no lo parezca, gracias a la introducción de la propuesta de proporcionalidad pura, de aprobarse esta iniciativa abriremos paso a una nueva etapa en el ciclo electoral que apuesta por un futuro muy parecido al pasado de partido político hegemónico. Sin financiamiento corriente, sin funcionarios que puedan hacer campaña a su favor y con un partido en el poder cada día más fortalecido, la oposición se las verá difíciles para competir en condiciones de equidad. Si hoy tenemos ya una crisis de representación donde los institutos políticos se encuentran capturados por grupos de poder legales e ilegales, aumentar a los incentivos ya existentes las necesidades económicas únicamente hará más cínica (más transparente, dirán algunos), la adquisición de nuestras “entidades de interés público”. Si a esto le sumamos la concentración absoluta del ámbito electoral, donde los mecanismos de propuesta de quienes integren los consejos benefician al partido que detente el poder ejecutivo federal y a quien tenga mayoría en el legislativo al establecer que cada uno de los poderes puede proponer a 20 candidatos, la pinza se cierra.