Por: Irma Villalpando
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
Elegir una escuela pública o privada es una prerrogativa que tienen únicamente los padres de cierto segmento poblacional, aquellos que reciben ingresos que se ubican en los deciles altos o medios. Para la mayor parte de la población la escuela pública es su única opción. Este componente de clase, y la asimetría educativa que conlleva, tiene efectos negativos en la integración del tejido social. La población infantil es fragmentada desde sus primeros años de escolaridad y esto no abona a la construcción de una sociedad más equitativa para que las niñas y los niños de este país tengan las mismas oportunidades. En este sentido, y aunque no es el tema central que nos ocupa, habría que pronunciarse en defensa de la escuela pública, entendiendo lo público como el espacio de convivencia entre iguales; una institución escolar que garantice para todos el acceso a una educación de calidad pero —sobre todo— el lugar donde se fortalezcan los vínculos humanos y se construya la idea de colectividad y de bienestar común.