Por: Carlos Tornel
Ilustración: Izak Peón, cortesía de Nexos
No será sorpresa para quien observe con un poco de detenimiento concluir que las negociaciones internacionales sobre el clima han sido un fracaso rotundo. En los veintisiete años que han transcurrido, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se han incrementado en un 65 %. Durante este mismo periodo, la desigualdad económica se exacerbó, las instituciones democráticas perdieron legitimidad, y gobiernos nacionalistas y autocráticos se han abierto paso a lo largo y ancho del globo. La crisis climática es el síntoma de lo que varios pensadores han denominado como una crisis civilizatoria, es decir, un estado de crisis perpetua, en donde la seguridad y el estado de emergencia se han convertido en la norma y no en la excepción. Mientras que los países y las empresas se preparan para la conferencia de la ONU sobre Cambio Climático (COP26), el estado de emergencia a raíz de la pandemia se ha declarado en casi todo el planeta.
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