Por: Víctor Antonio Hernández Ojeda
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
En términos presupuestales, de acuerdo con los datos del “Inventario Nacional de lo Militarizado” elaborado por el CIDE, la Sedena, no la Armada, ha recibido el grueso del apoyo presupuestal para la realización de labores de seguridad pública y construcción de obra pública: la construcción del AIFA, del tren maya, de los bancos del bienestar, y ahora la operación de la Guardia Nacional. Incluso al interior de la Sedena la distribución de los recursos y responsabilidades no es uniforme. Es específicamente sobre el Servicio de Ingenieros Militares sobre el que ha recaído el peso de la construcción de los megaproyectos del presidente, quien a su vez está sometido al mando de los generales de arma graduados del Heroico Colegio Militar.4 Incluso proyectos eminentemente aeronáuticos como la administración del AIFA se han encomendado a mandos del Ejército (no de la Fuerza Aérea); ejemplo de ello es el nombramiento del general Isidoro Pastor Román, infante de carrera —no egresado del Colegio del Aire—, como director del AIFA. A este marcado favoritismo por el Ejército hay que sumarle la erosión de la imagen institucional de la Armada que han producido eventos como la notoria ausencia del presidente en los funerales de los 14 marinos caídos en servicio tras la detención de Caro Quintero y la filtración de videos de personal de la Armada de México en el basurero de Cocula en el marco del caso Ayotzinapa (quienes operaban bajo el mando del actual Secretario de Marina, cuando en aquella época fungía como comandante de la Octava Región Naval).