Por: Margarita Zapata Moreno
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
A pesar de la variación del fenómeno a nivel local (el modus operandi, los grupos delincuenciales involucrados en las distintas entidades y las alianzas con diferentes gobiernos locales, etc.), el respaldo y aceptación social de este delito es el tercer factor que ha facilitado su proliferación por todo el país. Esta aceptación puede asociarse a un cambio cultural o una cultura “huachicolera”. La demanda de combustible a bajo costo y de fuentes de ingresos han sido fuertes incentivos para que comunidades y familias enteras —madres, padres, niños, ancianos y jóvenes— participen en la red de tráfico de combustibles, ya sea transportando, extrayendo, comercializando, consumiendo combustibles, cuidando tomas clandestinas o siendo “halcones” para evitar ser descubiertos por las autoridades, esto a pesar de que el mercado ilícito ha generado problemas de inseguridad en las comunidades.