A José Neves no le impresiona Silicon Valley. Los hombres -y casi siempre son hombres- que dirigen el mundo de la tecnología notablemente se visten mal.
Los inversionistas y emprendedores recurren a un uniforme de camisas de botones de color azul claro y pantalones de mezclilla prelavados. Y en cuanto a los programadores y sus sudaderas con capucha... ni hablar.
Pero el presidente ejecutivo de Farfetch, el grupo de moda de lujo en línea, tiene una queja más grande. Cree que esta gente pierde una oportunidad de oro. La empresa de Neves recibió una valoración de mil millones de dólares en su última ronda de financiamiento, lo que la convirtió en una de las principales startups tecnológicas de Europa. Se sorprendió cuando habló con inversionistas de tecnología de California sobre el poco interés que muestran en las compañías de moda en internet del continente.
“Para estos tipos, la tecnología de la moda fracasó porque no conocen estas asombrosas compañías en Europa”, dice. “Para ellos, Amazon se comerá al mundo. Preguntan, ¿por qué no todas las marcas de lujo venden en Amazon? Encojo mis hombros y digo, ¿por qué no le venden en Walmart?”.
No comprender las motivaciones de los fabricantes de moda más renombrados, quienes se preocupan profundamente sobre dónde se venden sus productos mientras cultivan un seguimiento de élite, puede explicar por qué le tomó tanto tiempo a las compañías de tecnología entrar al sector de moda de lujo.
Pero las startups empiezan a emplear modelos de negocios innovadores para explotar este mercado y gran parte de la actividad que se da alrededor de los centros tradicionales de moda como Nueva York, Londres, París y Milán, donde se concentran los mejores diseñadores del mundo y casas de moda.
Farfetch, con sede en Londres, se describe como una “cooperativa digital para el siglo 21”, ofrece servicios a más de 300 boutiques de moda mundial independientes: todo, desde fotografías de ropa para páginas web, hasta procesamiento de pagos y negociación de tarifas de transporte con las paqueterías.
Los clientes pagan el mismo precio que en una tienda. Farfetch se lleva una parte de dos dígitos que asegura con el margen de la boutique en cada venta.
Otro grupo en línea de Londres, Wool and the Gang, vende prendas de punto. La compañía crea diseños que se pueden ver en su sitio. Una vez que recibe el pedido, canaliza la producción a su “red de tejedores”, un grupo de personas entusiastas que tejen artículos bajo demanda, así que todos los clientes reciben productos originales, hechos a mano.
“Nuestros fabricantes producen las piezas en sus casas”, explica Lisa Rodwell, presidenta ejecutiva de Wool and the Gang. “Son niñeras, madres e incluso personas que viajan a su trabajo, que ganan dinero extra en su tiempo libre”.
Pero las empresas de tecnología de moda no son sólo peculiares. Se convirtieron en grandes negocios. En marzo, el grupo italiano Yoox confirmó una fusión total de acciones con la británica Net-a-Porter.
La combinación de las dos tiendas minoristas que venden ropa de lujo en internet va a crear una de las tiendas en línea más grandes del mundo, con un valor combinado de 3 mil millones de euros.
Mientras tanto, Vente Privée, el grupo de ventas en línea de productos con promoción de un sólo día con sede en París, ya reportó un valor de 3 mil millones de dólares. Un precio digno de la desmesurada personalidad de su fundador, Jacques-Antoine Granjon.
Maneja un Bentley rosa del mismo color que el logo de su compañía, y usa camisetas deportivas con cuello en V que revelan una enorme cantidad de pelo en pecho, un aspecto que difícilmente ves en Silicon Valley.