Los números asociados con el Oktoberfest tienden a ser voluminosos. Los 6.4 millones de parranderos del año pasado bebieron 6.7 millones de litros de cerveza y alrededor de un cuarto de millón de pollos rostizados.
Sin embargo hay un número pequeño, la cantidad de cerveceras a las que se les permite servir en la extravaganza anual de cerveza de Munich: sólo seis.
La relativa exclusividad ayuda a explicar la razón de por qué el precio de un litro de cerveza en el Oktoberfest de este año, que terminó el domingo 5 de octubre, llegó por primera vez a 10 euros, a pesar de que el consumo de cerveza está disminuyendo en Alemania, con las ventas del año pasado al nivel más bajo desde la reunificación.
También es un sutil recordatorio de la extraña doble naturaleza de la economía alemana. Mientras presumen de un sector de exportación altamente competitivo que es muy alabado en todo el mundo, Alemania también mantiene un sector doméstico de servicios relativamente rígido que es criticado con frecuencia por los economistas por eliminar a la competencia.
Esas restricciones son evidentes en la vida diaria -desde tiendas cerradas los domingos hasta las normas que reservan la venta medicamentos sin receta a las farmacias con licencia.
La OCDE, el think tank de las naciones ricas, señaló en su último sondeo por país para Alemania que la protección regulatoria permitía que los proveedores actuales “todavía fueran considerables en sectores que no están expuestos a la competencia internacional”.
El primer Oktoberfest se realizó en 1810 para celebrar la boda del príncipe heredero Luis de Baviera con la princesa Teresa de Sajonia-Hildburghausen, captura claramente el punto. De acuerdo con una investigación de UniCredit, que le ha dado seguimiento a los precios desde 1985, el costo por asistir al festival ha aumentado en un promedio del 4% cada año, más del doble de la tasa anual de inflación de precios al consumidor en Alemania.
Los precios son establecidos por los vendedores del festival, incluyendo las seis cerveceras a las que las regulaciones cívicas de Munich les permite surtir al festival, que se lleva a cabo cada año en el Theresienwiese, al sur del centro de la ciudad.
Como UniCredit señala, la limitación de competencia es totalmente diferente a la de la situación por el comercio de los bares y restaurantes alemanes: “Eso hace que el tradicional festival de Munich sea único y la cerveza en el Oktoberfest escasa”, Martina von Terzi, economista de UniCredit dijo en una nota del estudio.
Los seis afortunados -Augustiner, Hacker Pschorr, Hofbräu, Löwenbräu, Paulaner y Spaten- son empresas cerveceras tradicionales dentro de los límites de la ciudad, con una capacidad de producción lo suficientemente grande como para asegurar el suministro ininterrumpido.
Manfred Newrzella, director general de la asociación de cervecerías de Munich, defendió los precios que se cobran con base en el aumento de los costos.
“Los costos aumentan cada año, la electricidad se vuelve más cara, y también hay costos de personal y de seguridad”, dijo. Newrzella también señaló que todos los costos de los vendedores tienen que recuperarse con las ventas en un periodo de 16 días del festival en lugar de en el curso de un año, como es en el caso de un pub.
Los precios son revisados por las autoridades municipales para asegurarse de que no son abusivos, agregó.
Hasta el año pasado, no había indicios de que el aumento de precios estuviera frenando a los consumidores. Pero en 2013, las ventas de cerveza por visitante cayeron por primera vez. Un grupo de cabildeo de bebedores, la Asociación contra las Falsas Medidas (VGBE) ha solicitado un tope de precios para la cerveza en el Oktoberfest.
Las fuertes regulaciones para surtir cerveza en el festival también causan resentimiento en los competidores.
Cerveceras rivales cabildean con las autoridades municipales cada año para que se les permita servir en el Wiesn, como se le conoce localmente al festival.
Helmut Erdmann, director de la cervecera Ayinger en Munich, dijo que su compañía ha impugnado infructuosamente las regulaciones durante 30 años. A Ayinger, los fabricantes de la popular cerveza de trigo, no se le permite servir en el Oktoberfest porque se encuentra fuera de los límites de la ciudad, aunque se encuentra dentro del distrito administrativo de Munich.
“Es el festival más grande y conocido del mundo. El efecto de la publicidad de estar ahí es incalculable, sin mencionar el hecho de que se vende muchísima cerveza”, dijo Erdmann. “Casi se bebe lo mismo (en cantidad) en el Oktoberfest que lo que producimos en un año”.
Las cosas podrían cambiar pronto. Un vocero del alcalde adjunto de Munich, Josef Schmid, quien es el responsable del Oktoberfest, dijo que las autoridades municipales están considerando flexibilizar las restricciones sobre las cervecerías a partir del próximo año.
Una tienda compartida en los terrenos del Oktoberfest podría estar disponible para cerveceras locales más pequeñas, aunque esta oferta no se ampliará más por el temor a abrir una “caja de Pandora”, dijo el vocero del alcalde adjunto.
Aunque los bebedores podrían tener más opciones, es poco probable que se vean precios más competitivos. Erdmann dijo que a la mayoría de las cervecerías de Munich les gusta cobrar precios similares ya que tiene costos de producción parecidos.
Oktoberfest tiene ciertas tradiciones -Lederhosen para los hombres, Dirndls para las mujeres, gritos de “¡Probst!” al momento en que los clientes chocan sus vasos. Es muy probable que la cerveza cara permanezca entre ellas.