Cuando Donald Trump concibió sus siete “principios centrales” para la desregulación financiera estadounidense este mes, por lo menos fue breve. Los principios ni siquiera ocupan una página tamaño carta, un marcado contraste con la ley Dodd-Frank (un “desastre”, según el presidente Trump).
Las reglas que surgieron por la histórica legislación posterior a la crisis que ocupa decenas de miles de páginas de nueva microrregulación. ¿Entonces los principios de Trump son una respuesta concisa y ambiciosa a una era de burocracia asfixiante? ¿O el mundo debería de preocuparse por los peligros de una desregulación? A continuación presentamos los siete principios, decodificados por un escéptico.
1. Darle la facultad a los estadounidenses para tomar decisiones financieras independientes y elecciones informadas en el mercado, ahorrar para el retiro y construir un patrimonio individual.
Un manotazo a la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor, el nuevo organismo que devolvió 12,000 millones de dólares a más de 25 millones de estadounidenses maltratados por los grupos financieros. También es un golpe preventivo sobre la “regla fiduciaria” prevista, que se diseñó para obligar a los asesores financieros a anteponer los intereses de los clientes a los suyos.
2. Evitar los rescates financieros financiados por los contribuyentes.
Precisamente la razón por la que se diseñó en gran medida la ley DoddFrank. Reforzó los requisitos de capital, los planes de resolución para preparar la desaparición de bancos en problemas y las pruebas de estrés para pronosticar vulnerabilidades en el sistema. Pero esos tres mecanismos recibieron las críticas de personas como Gary Cohn, ex número dos de Goldman Sachs, ahora el hombre clave del presidente para la reforma regulatoria.
En una entrevista con Fox News, Cohn culpó a los requerimientos normativos de capital por la escasez de crédito en la economía: “Los bancos no pueden prestar dinero a las empresas… porque los obligan a acumular capital”, dijo. Tonterías, dado que el capital social es libre de utilizarse para los préstamos.
En cualquier caso hay un crecimiento de crédito bastante sólido, de alrededor de 6% al año desde 2012.
3. Fomentar el crecimiento económico y mercados financieros vibrantes a través de un análisis de impacto normativo más riguroso que aborde el riesgo sistémico y las fallas en el mercado, como el riesgo subjetivo y la asimetría de la información.
El principio con la redacción más oscura podría resumirse en un plan para flexibilizar la regulación, sobre todo, para los bancos “sistémicamente importantes” que deben cumplir con un cargo adicional de capital. Tal vez también podría ser una forma de reventar al Consejo de Supervisión para la Estabilidad Financiera (FSOC, por sus siglas en inglés), el único organismo federal estadounidense que evalúa el riesgo en los bancos y en las instituciones no bancarias.
A los críticos les preocupa que pueda llevar a las instituciones no bancarias al reino de los grupos sistémicos que podrían beneficiarse con los rescates de los contribuyentes. Pero no reconocer esos riesgos, al desmantelar el FSOC sería mucho más peligroso.
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4. Permitir que las empresas estadounidenses sean más competitivas ante los grupos extranjeros en los mercados nacionales y extranjeros.
Un complemento natural del llamado generalizado del presidente para la grandeza nacional, es probable que se traduzca en exenciones fiscales para las empresas financieras, al igual que la desregulación.
5. Que los intereses estadounidenses avancen en las negociaciones y reuniones regulatorias financieras internacionales.
Una referencia a la participación de EU en los foros mundiales, como el Consejo de Estabilidad Financiera y el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea. Los representantes de EU, dirigidos por el gobernador de la Reserva Federal, Dan Tarullo (quien renunció la semana pasada), conformaron sustancialmente las prioridades de esos organismos reguladores.
Pero los republicanos se molestan con este asunto. El importante republicano Patrick McHenry le escribió a Janet Yellen, presidenta de la Fed, y llamó “inaceptable” la práctica de “negociar estándares regulatorios internacionales para instituciones financieras entre los burócratas globales en tierras extranjeras, sin transparencia, rendición de cuentas, o autoridad para hacerlo”.
6. Hacer que la regulación sea eficiente, y adaptada adecuadamente.
En caso de que el principio 3 fuera demasiado impenetrable, no tengan duda: este presidente va a desregular.
7. Restaurar la rendición de cuentas pública dentro de las agencias federales de regulación financiera y racionalizar el marco regulatorio financiero federal.
Al parecer, se trata de una nueva reiteración de los otros principios, sobre todo las críticas implícitas (o no tanto) al organismo de protección al consumidor del CFPB, al comité de estabilidad del FSOC y el papel de la misma Fed en la regulación y su desempeño. Por supuesto, se puede discutir qué tanto de esto aprobará el Congreso, si es que lo hace.
Pero la preocupación debe de ser que, incluso si EU y Wall Street vuelven a ser grandes de nuevo en el corto plazo, será a costa del consumidor estadounidense y de la estabilidad mundial.