Un ejército de robots está en camino. En almacenes, hospitales y tiendas, y en las calles de las ciudades, parques industriales y en los campus universitarios, los primeros representantes de esta nueva fuerza invasora empiezan a ser evidentes.
“Los robots están entre nosotros”, dice Steve Jurvetson, un inversor de Silicon Valley y director de las empresas Tesla y SpaceX de Elon Musk, que dependen de la robótica. Una gran cantidad de máquinas van a seguir, dice, en los próximos dos a cinco años.
La llegada de los robots -y su efecto potencialmente devastador en el empleo de los seres humanos- se predice. Ahora, las máquinas empiezan a desplegarse o a salir de los laboratorios. En el proceso, dan aviso de un auge financiero ya que la robótica -y la inteligencia artificial- se vuelve uno de los mercados nuevos más populares en la tecnología.
Después de crecer a una tasa compuesta de 17% al año, el mercado de robots tendrá un valor de 135,000 millones de dólares (mdd) para 2019, de acuerdo con IDC. En Asia comienza un auge, y Japón y China, que están en las primeras etapas de la reestructuración de su sector de fabricación, representan 69% de todo el gasto en robótica.
Aunque la cantidad de dinero en la nueva industria de la robótica está en una etapa temprana, los indicadores de la economía de la innovación van para arriba. Las solicitudes de patentes que cubren la tecnología de robótica -una señal del impacto esperado- se dispararon.
De acuerdo con IFI Claims, el número anual de solicitudes se triplicó en la última década. Tan solo China representó 35% de las solicitudes de patentes relacionadas con robots el año pasado, más del doble que Japón, su rival más cercano.
Otra señal del auge, son las inversiones de capital de riesgo -que aunque se perciben modestas- que se duplicaron más del doble el año pasado a 587 mdd, según CB Insights.
También se empiezan a aculmular otro tipo de inversores, dice Manish Kothari de SRI International. Desde los inversores de capital privado que buscan construir carteras de inversiones en robótica, hasta las nuevas “incubadoras” como Playground, que inició el ex director de robótica de Google, Andy Rubin, las opciones de inversión proliferan.
Pero, las cantidades que se invierten todavía son modestas.
Al igual que otras tecnologías disruptivas, las semillas de esta revolución se pueden ver en las startups que operan con un presupuesto ajustado, pero con grandes objetivos. Un ejemplo es Dispatch, que realiza pruebas de vehículos autónomos de entrega -una caja inteligente sobre ruedas- en dos campus universitarios en EU.
La startup recaudó 2 mdd, pero se monta en la ola de la reducción de costos de los sensores y los avances en la inteligencia artificial que hacen que las máquinas autónomas sean una realidad. El resultado es una nueva clase de máquinas que se pueden operar a sí mismas en un espacio humano, la vanguardia de una nueva industria de robots.
Hasta el momento, la mayoría de los robots son costosas máquinas industriales de alta precisión. Operan dentro de jaulas protectoras en las líneas de ensamble de la industria automotriz, realizan tareas que se programan con anticipación, sin la necesidad o el alcance de adaptarse a un cambio de condiciones.
Las máquinas más baratas y flexibles se diseñaron para tener una mayor capacidad de adaptación. Desde los coches sin conductor y los drones hasta los “cobots” que trabajan junto a los seres humanos en entornos industriales, tratan de sentir y adaptarse a su entorno. Tug (un robot que mueve suministros en los hospitales) o Savioke (que maneja las entregas a las habitaciones de hoteles) comienzan a entrar a la industria de servicios. Aunque, el sector industrial todavía es el principal lugar para la inversión en robots.
Al igual que con la llegada de las computadoras personales, la nueva era promete llevar la tecnología a muchas otras áreas más allá de la vida laboral. Rethink Robotics, una compañía cuyos robots empacan o atienden máquinas, dice que el costo de su brazo robótico Sawyer es de cerca de un dólar por hora, un precio que puede afectar a los trabajos fuera del alcance de la automatización.
Los avances tecnológicos detrás de esta ola de innovación se unieron rápido. La inversión que hizo DARPA, la división de investigación del departamento de defensa de EU, trajo avances en áreas mecánicas como brazos robóticos, dice Kothari de SRI International. Pero los mayores avances se dieron en el software. Las mejoras en la visión de computación, por ejemplo, hicieron posible que empresas como Dispatch, cuyas máquinas dependen de poder “ver” el mundo que los rodea, dice Chris Dixon, un socio de la firma de capital de riesgo Andreessen Horowitz.
Los algoritmos de aprendizaje automático, que se diseñaron para adaptarse a través de un interminable proceso de prueba y error, desempeñan la parte principal de la enseñanza a los robots sobre cómo funcionar en un mundo más allá de los sistemas basados en reglas normales que se diseñan para que las computadoras manejen.
“No tendrás que decirle por medio de programas lo que tiene que hacer; lo va a deducir”, dice Vinod Khosla, capitalista de riesgo. “En la actualidad, es una inteligencia bastante tonta, pero eso va a cambiar rápidamente”.
Cuando se trata de diseñar las máquinas de esta industria emergente, la mayoría de los emprendedores e inversores en robótica siguen una fórmula similar.
El objetivo es construir “robots con un solo propósito que hagan una sola cosa muy bien”, dice Dmitry Grishin, un ruso que recientemente recaudó un fondo de 100 mdd para invertir en robots y otro tipo de hardware. Si tienen éxito, estas máquinas van a perder su condición de “robots” y se convertirán en una parte más del tejido de la vida diaria, dice, como las aspiradoras automáticas o los cajeros automáticos.
Otra característica de diseño de los primeros robots es operar junto con las personas, hacer que los humanos sean más productivos en lugar de reemplazarlos por completo. Muchos de estos robots, por ejemplo, le ceden la toma de decisiones al operador humano cuando se encuentran en situaciones que no pueden comprender o navegar.
“La verdad es que todas las personas que trabajan en robótica conocen las limitaciones que hay en lo que trabajan, y son bastantes”, dice Kothari. Las empresas de robots también quieren mantener “al humano al tanto” porque creen que harán que las máquinas sean más aceptadas socialmente y menos amenazadoras. La mayoría de la gente que opera en la industria de robots dice que los humanos tendrán un papel importante que desempeñar en la dirección de las máquinas en las próximas décadas.
Eso no cambia la amenaza a largo plazo para los trabajos. “No hay una sola cosa mecánica o física que un humano pueda hacer mejor que un robot”, dice Jurvetson de Tesla y SpaceX.
Otra de las características con las que cuentan los fabricantes de robots es que se puedan utilizar las capacidades de aprendizaje de sus primeros productos para lograr mejoras rápidas y ganar ventaja sobre los rivales que son más lentos para lograr tener a sus máquinas en el mercado.
“Una vez que envías un dispositivo, puedes aplicar más y más inteligencia y aprendizaje automático”, dice Grishin. El truco, será encontrar una tarea que las máquinas relativamente tontas puedan manejar, y después utilizar el conocimiento adquirido en el campo para sumarlo a las capacidades y su utilidad. “Primero ponerlas en las manos de los consumidores, después aprender de su comportamiento”.
Esta es el arma secreta de la que dependen todas las compañías de robótica, “todo mejorará con el tiempo”, dice Jurvetson.
Este cambio tecnológico puso a Japón y Alemania, los líderes tradicionales en robótica, a competir contra las nacientes industrias en países como EU y China.
“En este momento, EU definitivamente es el líder”, en lo que respecta al software, dice Grishin. Sin embargo, agrega que la experiencia de fabricación de hardware de China convierte al país en un contendiente, sobre todo, desde que la robótica se convirtió en una prioridad nacional. Como resultado, el surgimiento de la nueva industria de robots está por desatar una competencia mundial por el liderazgo.