Se volvió una especie de ritual familiar: los éxitos en la escuela, los nuevos empleos y otros hitos se celebran en un espléndido restaurante local disfrutando platos de carne y papas fritas. Estos paseos se sienten particularmente indulgentes dado que intentamos consumir menos carne roja, tanto por la salud como por razones ambientales.
Pero mientras los occidentales se sienten culpables cuando se pasan los filetes, ya 12% de los británicos afirman ser veganos o vegetarianos, y el porcentaje aumenta a 20% en las personas de 16 a 24 años de edad, otros países los comen con gusto. Mientras más rico se vuelve un país, sus ciudadanos desean más la carne. Y ahora, China recurre a la biotecnología para saciar los apetitos aspiracionales.
BoyaLife, una empresa china de biotecnología, formó una alianza con una empresa coreana de investigación, Sooam Biotech, para clonar 1 millón de cabezas de ganado al año para poder saciar la existente demanda pública de carne de alta calidad. La creación de la empresa conjunta la anunció la agencia oficial de noticias de China, Xinhua, y promete convertir al país en un importante participante en la biotecnología agrícola.
La perspectiva de dicha carne de res es sorprendente a la luz de las conversaciones de París sobre el cambio climático, a las que asisten 138 jefes de Estado. Después de todo, el ganado, clonado o no, contribuye al cambio climático: La Organización Mundial para la Alimentación y la Agricultura de la ONU (FAO, por sus siglas en inglés) estima que la industria mundial de carne arroja 14.5% de las emisiones de gas invernadero del mundo, más que la combinación de todos los automóviles, camiones, barcos y aviones del planeta. Mientras algunos se preocupan por los kilómetros que recorren para encontrar hongos shiitake, pocos de nosotros hacemos un cálculo ecológico similar para la carne que vamos a cocinar junto a ellos.
No son los efectos posteriores a la digestión en animales de granja los que llevan a mayores niveles de gases de efecto invernadero a la atmósfera que se asocian con el ganado. Esas emisiones comprenden 39% de las contribuciones gaseosas del ganado, de acuerdo con la FAO.
Una mayor proporción, 45%, proviene de la producción y procesamiento del alimento para el ganado. La descomposición del estiércol agrega un fragante 10%. El resto es del procesamiento y transportación de productos de origen animal.
En un informe del año pasado, Chatham House consideró a la industria ganadera el “sector olvidado” del cambio climático. El grupo de expertos cree que un aumento de 2 grados en la temperatura superior al promedio preindustrial, por encima de eso es difícil predecir los efectos del cambio climático, no se pueden evitar sin cambiar el consumo global de carne y productos lácteos.
El mensaje cultural sobreentendido más amplio es que debemos ser complacientes con la carne y los productos lácteos, y esta es una buena idea de todos modos debido a otros temas como la sustentabilidad y el suministro de alimentos. El anuncio de China y Corea va en contra de la corriente.
También es una declaración de brío de una región que muestra todos los ingredientes de una superpotencia de biotecnología. Tal vez Europa produjo el primer mamífero clonado, la oveja Dolly, pero en septiembre, la Unión Europea prohibió la clonación de animales de granja.
Mientras tanto, los países del Este, sin obstáculos por las objeciones culturales o religiosas, siguen adelante con sus intentos de manipular la vida.
Hwang Woo-Suk, el científico surcoreano superestrella que cayó de su pedestal después de que se descubrió que falsificó parte de su investigación, dirige Sooam Biotech. El profesor Hwang clonó el primer perro del mundo, Snuppy, hace una década. Desde entonces ya clonó 550 cachorros, muchos de ellos para acongojados dueños de mascotas.
Otros institutos chinos, especialmente BGI en Beijing, logran grandes avances en la edición del genoma, que implica reescribir las características de organismos al nivel de los genes. Su potencial para corregir defectos genéticos e introducir mejoras puede ser algo transformador.
Para China y Corea esto es exactamente la utilidad de la ciencia: es para servir al público, para utilizarla sin límites para satisfacer los deseos de los consumidores. Mientras el resto de nosotros buscamos medir nuestros caprichos para proteger el termostato del planeta, los chinos están decididos a tener sus filetes y comérselos.