La Ciudad de México se unió al grupo de urbes que aumentaron los impuestos a plataformas tecnológicas que ofrezcan servicios compartidos de hospedaje, como Airbnb. La CDMX así como Nueva York, Newark, Connecticut, Ámsterdam y París son solo algunas de las ciudades que intentan aumentar la regulación del paradigma impuesto por la revolución de este tipo de empresas tecnológicas.
Airbnb es el ejemplo clásico de una aplicación digital que ofrece a dueños de inmuebles la posibilidad de rentar temporalmente a turistas alojamiento en una casa-habitación con un precio que se regula de acuerdo con la oferta y demanda de la zona, evadiendo las regulaciones y obligaciones tradicionales del sector hotelero.
Estos dos sectores están regidos por una diferente dinámica regulatoria y de mercado, que según líderes de este sector propicia una competencia desigual y distorsiones en el mercado.
Rafael García, presidente de la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles (AMHM), señaló en entrevista que Airbnb, la empresa más importante del segmento de “mercados en línea para ofrecer servicios de hospedaje” ha registrado un aumento de casi 300% en los últimos años. De acuerdo con la propia Airbnb, el crecimiento anual de visitas en 2016 fue de 195%.
Piso disparejo
Además de la rápida adopción de aplicaciones como Airbnb, García explicó que sus “anfitriones” no pagan los mismos impuestos y cuotas regulatorias que un hotel formal y establecido legalmente, lo que dispara su adopción al mejorar el margen de ganancia, disfrutando de condiciones similares a un “paraíso fiscal”.
En México solamente la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, aprobó una reforma al Código Fiscal, el cual facilita a los “anfitriones” que se anuncien en Airbnb a pagar un impuesto de 3% por la prestación de servicios de hospedaje. Una empresa como Airbnb, que sirve como intermediaria, es quien está obligada a declarar dicho impuesto que entró en vigencia en 2017.
Este impuesto es una forma de igualar las condiciones de mercado entre los hoteleros y las plataformas como Airbnb, quienes no pagan la misma proporción de impuestos y otros cobros regulatorios, subrayó García. “El impuesto no se cobra en todo el país, pero estamos tratando de que sea a nivel nacional”, señaló.
Un impuesto de 3%, “apenas es un comienzo para igualar condiciones”. Según la AMHM, el sector hotelero continúa pagando más impuestos, cuotas y permisos, en contraste con los “anfitriones” de empresas como Airbnb que logran eludir algunas de estas responsabilidades.
Así como los choferes de Uber no emplacan ni registran su automóvil como taxi, los dueños de inmuebles en estas plataformas tampoco están registrados, ni cumplen con las regulaciones como un hotel.
TE RECOMENDAMOS: Los bits generan ganancias para el turismo
“Nosotros pagamos impuesto sobre la renta, nómina, pagamos seguro social, además pagamos hospedaje, Infonavit, licencia de funcionamiento, vistos buenos de operación, licencia de uso de suelo, de medio ambiente, para anuncios de espectáculos”, señaló García. “De cada peso que ganamos, la mitad se va en impuestos y permisos”, aseguró.
De esta forma, las plataformas digitales evitan la “sobrerregulación” del sector hotelero y pueden maximizar sus ganancias, “una competencia desleal”, criticó García. “Lo único que pedimos a la autoridad es que se regule (a las plataformas), se les cobre impuestos, lo cual es benéfico para el gobierno ahora que tiene problemas de ingresos”.
Tecnología disruptiva
Daniel Guttentag, de la Universidad de Waterloo en Canadá, cuenta en una de las primeras investigaciones académicas sobre la “economía colaborativa” el nacimiento de la plataforma de hospedaje compartido más famosa del mundo: “Las semillas para una importante transformación dentro del sector del hospedaje turístico se sembraron en 2007 en la forma de tres colchones inflables en un departamento de San Francisco".
“Una importante conferencia se realizaba en la ciudad y dos graduados universitarios utilizaron un simple sitio web para anunciar exitosamente su departamento como un ‘Air Bed & Breakfast’ para conferencistas que deseaban evitar los costosos hoteles.
“Al sentir que tenían una idea de negocio, los compañeros de habitación reclutaron a otro amigo y convirtieron el sitio web en un servicio para que otras personas con anuncios similares ofrecieran hospedaje compartido para turistas, inicialmente enfocándose en eventos importantes.
“Después de disfrutar de un éxito moderado, particularmente en la Convención Nacional del Partido Demócrata en 2008, el sitio fue relanzado en 2009 como Airbnb.com, y el servicio se expandió más allá de hospedaje compartido para incluir también la renta de residencias”.
Guttentag señaló en su investigación que Airbnb es el clásico ejemplo de una “innovación disruptiva” que utilizó un innovador modelo de negocios basado en internet, enfocado exclusivamente al sector turístico. Según Airbnb, pionero en este tipo de plataformas, tan solo el mercado mexicano alcanzó 33,000 “anfitriones” al cierre de 2016, “tres veces la capacidad del Auditorio Nacional”.
“Ellos alojaron a más de 974,000 visitantes. Casi dos veces la población de Toluca, Estado de México; 40% de estos viajeros llegaron desde Estados Unidos”, según datos de Airbnb.
“En la primera mitad de 2016, cerca de 31,700 anfitriones en México recibieron un total de 392,000 visitantes internacionales, lo que representa menos de 1% de los cerca de 47 millones de viajeros internacionales que ingresaron al país durante el mismo periodo”, según la compañía.
TE RECOMENDAMOS: Destinos de playa, los más solicitados para Semana Santa
Uno de los problemas que enfrenta Airbnb, en los países en donde opera, es que el hospedaje puede ser “técnicamente ilegal”, de acuerdo con las regulaciones en donde opere, según Guttentag.
Otras de las plataformas tecnológicas que pueden enfrentar estos retos son Wimdu, 9flats, Roomorama, además de competidores de nicho para consumidores con alto poder adquisitivo como Onefinestay.
Retos regulatorios
Según Guttentag, el modelo de las economías colaborativas sobrepasa la normas vigentes tanto operativas como fiscales de los países en los que se asienta.
El cobro del impuesto de 3% a Airbnb intenta resolver el conflicto fiscal. Guttentag explica que con la explosión de las plataformas digitales de hospedaje se genera un sector turístico “informal” que “se refiere principalmente a producir bienes y servicios lejos del alcance de autoridades públicas, y a veces exhiben características de negocios de pequeña escala”.
Además, las plataformas de hospedaje también pueden ocasionar que los “anfitriones”, es decir, los operadores de inmuebles, eviten regulaciones sobre uso de suelo. Por ejemplo, San Francisco prohíbe rentas de inmuebles sin licencia de menos de 30 días, así como Nueva York; en el caso de París, se prohíben contratos de renta menores a un año.
A través de su acelerada expansión, es inevitable que asociaciones como la AMHM pidan al gobierno capitalino y federal que cobre impuestos y cuotas de uso de suelo a los nuevos participantes del mercado.
Caso similar a las asociaciones de taxistas que exigen al gobierno que Uber sea sometida a las mismas normas. Los taxistas capitalinos actualmente sufren la imposición de topes en sus tarifas con el objetivo de mantener los precios asequibles para la ciudadanía, lo que los obliga a mantener un servicio de mala calidad. Uber en cambio, autorregula sus precios de acuerdo con la demanda de sus usuarios y la oferta de sus choferes a través de tarifas dinámicas.
En 2014, San Francisco llegó a un acuerdo para que Airbnb cobrara un impuesto a sus anfitriones. Ese mismo año, Ámsterdam inició un esquema similar de gravamen turístico. El pasado mes de abril, la ciudad de Newark en Nueva Jersey, aprobó un impuesto de 6% a servicios como Airbnb, la misma tasa que al sector hotelero.
De igual forma, la ciudad de Connecticut comenzó a cobrar un impuesto de 15% a las nuevas plataformas, y así como en la CDMX, el intermediario está encargado de declararlo.