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La guerra de clases

FT MERCADOS

Los graduados se multiplicaron más rápidamente que el espacio que hay en la cima de la política de occidente, generando resentimiento entre la élite.

Los estadunidenses atraviesan por la restauración de su oligarquía depuesta. El presidente electo Joe Biden nominó a una secretaria del Tesoro que solía presidir la Reserva Federal (Fed). Su elección para secretario de Estado es otra persona que estudió en una prestigiosa universidad de la Ivy League y habitual de Washington. Mientras su principal asesor económico es un ejecutivo en BlackRock. 

En cada etapa de sus vidas, estas personas superaron a un número desconocido de competidores del montón. La mayoría de las personas con maestrías nunca destacan en Wall Street, al igual que la mayoría de los profesionales de Washington nunca consiguen un despacho del ala Oeste de la Casa Blanca. No son muy de la élite política, pero son demasiado exitosos para sentir compasión por ellos: imaginen su rencor. 

El académico del momento, Peter Turchin, hace más que eso. Cuantifica, hace referencias cruzadas con otras variables y llega a una teoría. De todas las razones que se aducen para la lucha política de nuestra época, pocas son tan novedosas como su énfasis del “exceso de producción de élite”. 

Los graduados se multiplicaron muy rápido que el espacio que hay en la cima, dice, con el “exceso de abogados” que son especialmente groseros. El resultado es una cantidad de hombres y mujeres cuya relación con su propia clase se amarga desde la pertenencia periférica hacia un feroz resentimiento. Si esto coincide con el mal momento para el nivel general de vida, se puede formar una alianza entre estos miembros del grupo despreciados y las más legítimamente agraviadas. 

Después de familiarizarse un poco con la obra de Turchin, no es solo el ascenso de Donald Trump a la Casa Blanca lo que cuenta con un elenco diferente. También ocurre con el Brexit. Nunca hubo suficientes blancos de clase trabajadora en las ciudades desindustrializadas del Reino Unido para formar una mayoría nacional. La campaña se tuvo que despegar de muchas personas ostensiblemente ricas, tanto como votantes como líderes del movimiento del Brexit. 

Él dice...

"El resultado es una cantidad de hombres y mujeres cuya relación con su propia clase se amarga desde la pertenencia periférica hacia un feroz resentimiento”

​Tampoco la teoría agota su utilidad con la derecha populista. ¿Qué es la cultura Woke (los que han abierto los ojos) si no el aullido de una generación de graduados de humanidades subempleados? Desde que Allan Bloom escribió The Closing of the American Mind en 1987, la derecha deplora la sustancia de lo que se le enseña a los jóvenes. La “teoría crítica” y la politización del canon literario occidental causan una angustia especial. 

Pero el problema puede estar en el número bruto de estudiantes, la idea no precisa de su adoctrinamiento. Solo hay una cantidad determinada de trabajos para ellos en los medios editoriales y de noticias. Solo hay un número limitado de asientos en el Congreso. Si las teorías posmodernas desaparecen del campus, ¿este exceso de graduados frustrados realmente simplemente seguiría con sus vidas como liberales a temperatura ambiente? 

El profesor Turchin es miembro de no menos de tres departamentos de la Universidad de Connecticut. “Cliodynamics”, su esfuerzo polimático para dar al estudio de la historia algo del rigor cuantitativo de la ciencia, es propenso a extralimitarse. Pero uno no tiene que viajar con él todo el camino para ver que su visión central, el narcisismo de las pequeñas diferencias, se repite en el tiempo y el espacio. No fueron los más pobres de Francia los que derrocaron el antiguo régimen. Fueron los que estaban varios niveles por encima, limitados por la rigidez de clase de la búsqueda de su felicidad. 

Si el profesor Turchin tiene razón, existe un ajuste de cuentas en camino para los liberales, pero uno mucho más grande para sus enemigos populistas. 

El primer grupo tiene que aceptar que una de sus glorias civilizadoras —la expansión de la educación superior— también tuvo consecuencias perversas. Sin un crecimiento correspondiente de empleos glamorosos, se acumula un resentimiento que siempre va a encontrar la expresión pública. Es un problema panoccidental, pero las consecuencias son peores en Estados Unidos (EU) porque la universidad puede endeudar a la gente de forma monstruosa en el país. 

Sin embargo, los liberales al menos pueden reducir el complejo académico industrial con el tiempo. Para los populistas, la teoría de Turchin implica un problema con menos posibilidad de reparación. Si su movimiento une a las personas que no son tan de élite y a las masas agraviadas, ningún programa de gobierno puede funcionar para ambos. Mientras más tiempo pasan los populistas en el poder, es más probable que sus intereses irreconciliables se manifiesten. 

Los pasados cuatro años subrayaron el dilema. Si Trump hubiera gobernado como un populista económico, aplicando impuestos a los ricos para desarrollar infraestructura, tal vez habría ganado un segundo mandato. Pero también habría perdido a los presentadores de Fox News, a los donantes acaudalados, a los electores de altos ingresos, gente a la que le gustó Trump porque escandalizó a los que están ligeramente por encima de ellos en la liga de prestigio de EU. No son los mismos de los que votaron por él como liberación de dificultades reales. Un gobierno formal expone la incoherencia de los populistas. Su recurso, dice el profesor Turchin, para que no nos relajemos, podría ser la política de la calle.

srgs

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@The Financial Times Limited 2025. Todos los derechos reservados . La traducción de este texto es responsabilidad de Notivox Diario.

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