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Invasión rusa pega en diversos frentes de las economías

El conflicto en Ucrania elevó los precios de las materias primas, perturbó el comercio y desató una crisis humanitaria

Las guerras son también grandes choques económicos. La de Vietnam desestabilizó las finanzas públicas estadunidenses. La de Corea de 1950-19553 y la del Yom Kippur de 1973 provocaron aumentos de precios de materias primas vitales. Esta vez, también, un conflicto que involucra a un gran exportador de energía, Rusia, y, con Ucrania, un importante exportador de muchas materias primas, sobre todo cereales, aumenta la inflación y provoca fuertes reducciones en los ingresos reales de los consumidores.

Lo que es más importante, la invasión se sumó a las tensiones ya generalizadas sobre las economías, las relaciones internacionales y la gobernanza mundial. El hecho de que los ministros y banqueros centrales occidentales salieran de la reunión del G20 de la semana pasada, mientras hablaba la delegación rusa, fue un recordatorio aleccionador de nuestro mundo dividido.

Incluso antes de la invasión de Rusia a Ucrania, el mundo no se había recuperado de los costos económicos del covid, por no hablar de sus efectos sociales y políticos más amplios. Las disrupciones del suministro eran generalizadas y la inflación se disparó. La política monetaria estaba lista para un endurecimiento considerable. El riesgo de recesión, agravado por los incumplimientos de pagos y los trastornos financieros, era elevado. A esto se tenían que añadir las crecientes tensiones entre China y Occidente y sus políticas sobre la pandemia.

Esta guerra sigue a la peste y amenaza con la hambruna. Juntos son tres de los cuatro juicios “catastróficos” que Dios le mostró a Ezequiel. El cuarto, la muerte, es consecuencia de los otros tres.

La guerra es, en resumen, un multiplicador de las disrupciones en un mundo ya perturbado. Desde el punto de vista económico, actúa a través de cinco canales principales: el aumento de los precios de las materias primas, la disrupción del comercio, la inestabilidad financiera, el impacto humanitario, sobre todo los millones de refugiados, y la respuesta política, en particular las sanciones. Todo esto también aumenta la incertidumbre.

En su última evaluación de la economía mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajó las perspectivas de crecimiento económico y aumentó sus expectativas de inflación por segunda vez consecutiva. Después de la emoción de la inesperada y rápida recuperación de las recesiones provocadas por el covid en 2020, llegó la decepción. Los pronósticos de crecimiento económico mundial para este año se redujeron en 1.3 puntos porcentuales desde octubre de 2021. Para los países de altos ingresos, las previsiones se redujeron en 1.2 puntos porcentuales y para los emergentes y en desarrollo en 1.3 puntos porcentuales. Las estimaciones del producto potencial también se sitúan en general por debajo de las expectativas anteriores a la pandemia.

Los pronósticos de inflación también se elevaron. Ahora se prevé 5.7 por ciento en las economías de altos ingresos y 8.7 por ciento en los países emergentes y en desarrollo. Esto no solo es el resultado del aumento de los precios de las materias primas o de la escasez de suministros. Como insiste Jason Furman, de la Kennedy School de Harvard, esta inflación es “impulsada por la demanda y es persistente”. Al igual que en la década de 1970, la fuerte demanda puede sostener una espiral de precios y salarios, ya que los trabajadores tratan de mantener sus ingresos reales. El FMI argumenta, en contra, que el petróleo es menos importante que antes, los mercados laborales cambiaron y los bancos centrales son independientes. Todo esto es cierto, pero la interacción entre los errores de políticas y las perturbaciones de la oferta aún pueden crear estragos estanflacionarios.

No es difícil imaginar resultados peores que los sugeridos por el FMI, ya que da por hecho que la guerra sigue limitada a Ucrania, las sanciones a Rusia no se endurecerán más, no llegará una forma más letal de covid, el endurecimiento de la política monetaria sea modesta y no se produzcan grandes crisis financieras. Cualquiera (de hecho, muchas) de estas esperanzas puede irse al traste.

Un problema para el bienestar es la probabilidad de que se produzcan dificultades financieras en los países emergentes, en especial en los afectados por el aumento de los precios de las materias primas. Como señala el Informe sobre la estabilidad financiera mundial del FMI, una cuarta parte de los emisores de deuda en moneda fuerte ya tienen pasivos que operan en niveles difíciles. Occidente debe ayudar a los países emergentes afectados por la crisis de una mejor manera de lo que lo ha hecho en la lucha contra el covid.

El único aspecto positivo de las recientes catástrofes es que se está desacreditando la dictadura absoluta. La concentración de poder en manos de un solo ser humano falible es de alto riesgo, en el mejor de los casos, y catastrófico, en el peor. El gobierno de Putin es un terrible recordatorio de lo que puede ocurrir en un régimen de este tipo, pero el intento de Xi Jinping de eliminar de su país un patógeno infeccioso y no peligroso es otra señal de lo que puede traer el poder sin control. La democracia no se ha cubierto de gloria, pero al menos se puede retirar a sus líderes.

Sin embargo, compartimos el planeta con estos regímenes y en especial con el de China. A diferencia de Rusia, Pekín es una superpotencia, no solo en declive con un resentimiento sin fin y miles de cabezas nucleares. Como mínimo, Occidente tendrá que cooperar con China en la administración de la deuda de los países en desarrollo.

Más importante, necesitamos paz, prosperidad y protección del planeta. Esto no puede lograrse sin cooperación. Las instituciones de Bretton Woods son en sí mismas un monumento al intento de conseguirlo. Hace 25 años, muchos esperaban que estuviéramos en el camino hacia lo que la humanidad necesitaba. Ahora, por desgracia, volvemos a estar en un camino cuesta abajo hacia un mundo de división, disrupción y peligro.

Sin más conmociones, las disrupciones actuales deben superarse. Pero se nos recordó que es posible que se produzcan grandes perturbaciones y que casi siempre son negativas. Hay que resistir a Rusia, pero si no podemos mantener unos niveles mínimos de cooperación, el mundo que compartiremos es poco probable que sea en el que queremos vivir.


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@The Financial Times Limited 2025. Todos los derechos reservados . La traducción de este texto es responsabilidad de Notivox Diario.

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