Desplegar todo el poder del aparato federal de adquisiciones militares de Estados Unidos para transportar por aire leche infantil a través del Atlántico puede parecer un uso de la fuerza más bien torpe; sin embargo, los atolladeros globales en las cadenas de valor abren todo tipo de posibilidades interesantes para la intervención gubernamental, en especial en EU. Solo hay un problema: no hay muchas señales de que la administración Biden haya comprendido la importancia del comercio internacional, así como la de desembolsar dólares para asegurar el suministro de bienes vitales.
En mayo, el presidente invocó la Ley de Producción de Defensa (DPA, por su sigla en inglés) —legislación que se remonta a la guerra de Corea— para transportar por avión fórmula para bebé desde Alemania a Estados Unidos y hacer frente a una repentina escasez de leche infantil. Se trata de un grave problema de salud, por supuesto, y del tipo de falla del mercado en la que el gobierno federal puede desempeñar un papel fundamental, pero el uso de las adquisiciones federales, tanto en este caso como cuando se crearon las vacunas contra el covid, aunque fue eficaz a corto plazo, ignoró las dimensiones internacionales. Es probable que aparezcan problemas similares en los esfuerzos del gobierno por asegurar otras cadenas de suministro de importancia estratégica, como los microprocesadores.
La escasez de leche infantil no necesita más gasto federal para superar las fallas del mercado en circunstancias normales. Como declaró recientemente ante el Congreso Scott Lincicome, del grupo de reflexión Cato Institute, la crisis fue el resultado de una política comercial, regulatoria y (posiblemente) de adquisición destructiva a largo plazo.
EU impone aranceles a las fórmulas importadas para proteger a sus productores de lácteos, y la Administración de Alimentos y Medicamentos dificulta a los fabricantes extranjeros, incluidos los europeos, la autorización de sus productos. No hace falta ser un pediatra eurófilo para encontrar improbable que un continente tan adverso a los riesgos en materia de normativa alimentaria como Europa introduzca leche peligrosa en sus bebés. Esto, sumado a la torpeza de la adquisición estatal mediante un sistema de licitadores preferentes, ha creado el tipo de concentración del mercado cada vez más evidente en la economía estadunidense. Fue una interrupción del suministro en una sola empresa, Abbott, que se extendió a todo el país.
Proporciona un excelente ejemplo de cómo la autonomía nacional no garantiza la seguridad del suministro. Un comercio, una regulación y una adquisición flexibles y orientados al mercado serán mejores que la reacción del gobierno federal a posteriori, fletando aviones para transportar por aire la fórmula infantil cruzando el mundo.
Incluso cuando las adquisiciones federales estadunidenses son preventivas y eficaces, como en el caso del desarrollo de las vacunas contra el covid, la comprensión de la dimensión internacional las mejorará. En un detallado artículo reciente, Chad Bown, del Instituto Peterson, analizó cómo se utilizó el dinero federal para desarrollar vacunas en 2020 y principios de 2021, tanto jalando (compromisos de compra) como empujando (subsidios a la investigación y producción).
Al menos una cosa de las que hizo Donald Trump tenía que funcionar, aunque sea por la ley de los promedios, y la Operación Warp Speed, el programa de desarrollo de vacunas que comenzó a principios de 2020 y que utilizó la DPA, lo hizo. A diferencia de la Unión Europea, con su estructura de poder fragmentada y su falta de gasto centralizado, el gobierno federal estadunidense tiene tanto poder ejecutivo como dinero en efectivo, y produjo cientos de millones de vacunas para principios de 2021.
Pero entonces algo cambió. A finales de 2021, según Bown, la Unión Europea e India la habían superado fácilmente, con una producción aproximada de 2 mil 500 millones y mil 600 millones de dosis, respectivamente, en comparación con las mil millones de EU. En pocas palabras, los contratos bajo la DPA ponen al gobierno al frente de la fila en lugar de ampliar la capacidad global, y obligan a los fabricantes a producir solo para el mercado estadunidense. La compra por parte de EU de los insumos utilizados para producir las vacunas también acaparó gran parte del suministro internacional y condujo a acusaciones (erróneas) por parte de los fabricantes indios y europeos de que EU aplicaba una prohibición de las exportaciones.
La Unión Europea, como subrayó sin cesar —y con cierta justificación— seguía desempeñando su tradicional papel de farmacia para el mundo. De hecho, instituyó un régimen que permitía el control de las exportaciones, pero vendía en el extranjero.
Si EU mantiene la mentalidad que se centra en lo nacional en su política de las cadenas de suministro, es probable que se repitan problemas del tipo de la leche infantil y las vacunas. Un sector que hay que observar es el de los microprocesadores. Suponiendo que las maniobras en el Congreso no lo bloqueen, la nación gastará 52 mil mdd para llevar la cadena de suministro de los chips a suelo estadunidense, pero la complejidad del ecosistema de los microprocesadores mantendrá la dependencia de firmas extranjeras. A pesar de que muchos institutos europeos se sientan atraídos por los dólares federales para crear instalaciones en EU, no hay forma de que reproduzca la investigación en fase inicial que se lleva a cabo allí.
En estos tiempos extraños y fracturados para la economía mundial hay muchas fallas del mercado y muchas razones para que los gobiernos intervengan, pero centrarse en el gasto estatal para mantener o crear la fabricación en casa no suele ser la mejor manera de hacerlo. No se pueden dirigir las industrias complejas de una economía moderna sobre una base de guerra autárquica, y EU seguirá cometiendo errores si lo intenta.