A principios de este año, el empresario Adam Robson recibió noticias horribles. Robson dirige una empresa inglesa llamada Torotrak que inventó dispositivos para el ahorro de combustible en la industria automotriz y logró que un coche a gasolina sea suficientemente verde para cumplir con las estrictas normas de contaminación, sin ser una podadora al manejarlo.
El V-Charge es una versión más inteligente de un turbocargador que tardó seis años en desarrollarse. A mediados del año pasado, Robson comenzó a hacer las presentaciones de ventas a las grandes compañías de automóviles como General Motors, Volkswagen y Toyota.
Cerca de una docena dijeron que estaban interesados. Para enero, las cosas cambiaron. Compañía tras compañía lo rechazaron. Nadie quería nuevos productos para los coches con combustibles fósiles.
“Todos dijeron, ‘creemos que se acelera el cambio a los vehículos eléctricos y solo tenemos una cantidad limitada de dinero para invertir en investigación y desarrollo y todo lo vamos a asignar a los coches eléctricos’”, dice Robson. “Este es un cambio estructural enorme y se da a un ritmo como nunca había ocurrido antes en la carrera profesional de las personas en esta industria”. Las acciones de Torotrak se desplomaron 40%. La experiencia de Robson es solo un ejemplo del impacto disruptivo de la energía verde en las empresas -y en todas las industrias- del mundo.
Después de años de falsos comienzos, el cambio a la energía limpia empezó a acelerarse a un ritmo que tomó por sorpresa a los expertos más experimentados. Los líderes en el sector de gas y petróleo tuvieron que enfrentarse a la pregunta existencial: ¿el siglo XXI será el último para los combustibles fósiles?
“La disrupción de la energía verde comenzó y lo que sorprende es la cantidad de impacto financiero que tiene en algunas compañías”, dice Per Lekander, gerente de cartera del fondo de cobertura Lansdowne Partners en Londres, que le da seguimiento a los mercados globales de energía desde hace más de 25 años.
“Primero afectó al sector de electricidad en Europa en 2013, y dos años después, en Estados Unidos. Ahora se extendió al sector automotriz y creo que la industria petrolera es la siguiente”.
El cambio llegó con el aumento de los esfuerzos de los gobiernos por frenar el cambio climático y el smog, con lo que redujeron costos y estimularon avances técnicos, creando una industria de energía verde que no se parece nada a la que existía hace una década: cara, lenta y alemana.
China a la batuta
En la actualidad, China y la India tomaron la batuta y son los países que impulsan el sector; 2016 fue un año destacado de energía verde.
La capacidad en el mundo de generación de energía renovable aumentó 9% -que equivale a un incremento de cuatro veces desde el inicio del siglo- impulsada por el crecimiento de nuevas fuentes, como la solar que creció más de 30%.
Por segundo año consecutivo, la energía renovable representó más de la mitad de la nueva capacidad de generación de energía que se agregó en el mundo. Las ventas de vehículos eléctricos enchufables subieron 42% en comparación con 2015, un crecimiento ocho veces mayor al del mercado general. La capacidad de almacenamiento para los grandes sistemas de baterías de iones de litio aumentó más del doble el año pasado.
Estos avances llamaron la atención de la industria de gas y petróleo. En los primeros tres meses de este año, los jefes de algunas de las petroleras más grandes del mundo hablaron de una “transformación global” (Saudi Aramco), que es “imparable” (Royal Dutch Shell) y “reconfigura la industria de energía” (Statoil).
Esto no significa que el cambio climático se solucionó, o que los combustibles fósiles van a desaparecer pronto. El petróleo, el gas y el carbón representan 86% de la energía que mantiene las luces encendidas, los coches funcionando y los hogares calientes en el mundo, una participación que en 25 años apenas ha cambiado.
En contraste, las energías renovables modernas crecen a partir de una base diminuta y a menudo son menos confiables que los generadores de energía más sucias que no dependen del clima. Las energías solar y eólica representaron un diminuto 4.4% de la electricidad global en 2015, y los grandes sistemas de baterías solo pueden almacenar suficiente energía para satisfacer unos segundos de la demanda mundial de electricidad, dice la Agencia Internacional de Energía (AIE). Las ventas de vehículos eléctricos el año pasado fueron solo 0.9% del total, según EV-Volumes.
Sin embargo, la transición de energía que emerge causa problemas en empresas, desde amortizaciones y reducción de ventas, hasta el desplome de precios de las acciones y rompimientos.
En el soleado estado de Nevada, las compañías de casinos se desconectan de la empresa estatal. NV Energy perdió casi 6% de su base de clientes de un día para otro en octubre después de que MGM Resorts International y Wynn Resorts acordaron pagar un total combinado de 103 millones de dólares (mdd) para retirarse y comprar su energía en otra parte. MGM citó “una fuerte caída en el costo de la energía renovable” como la razón principal de su decisión. Posteriormente, Caesars hizo un acuerdo de 47.5 mdd para salir.
En Chile, las acciones de algunas de las compañías de electricidad del país, entre ellas AES Gener y Colbún, cayeron después de que perdieron una licitación que puso a competir a los generadores de energía renovable con los de combustibles fósiles para contratos de electricidad a 20 años. Entre los ganadores estuvo un programa solar que redujo las ofertas de los combustibles fósiles con un precio bajo histórico de 29.10 dólares por megavatio hora.
Gracias, Alemania
Cuando se escriba la historia de la transición de energía, Alemania va a merecer su propio capítulo. Ellos financiaron la revolución de la energía verde conocida como Energiewende, que fue pionera de generosos subsidios hace 20 años que impulsaron los renovables, con lo que la mezcla de electricidad de Alemania pasó de 9% en 2004 a 32% el año pasado.
A medida que otras naciones europeas -y algunos estados de EU- se subían al vagón verde, se inició una ola de demanda de turbinas eólicas y paneles solares que redujo los costos en el mundo. La caída del precio de la energía solar fue fuerte después de que el auge de producción china estimuló un exceso de oferta a nivel mundial.
El resultado fue doblemente miserable para las compañías generadoras de combustibles fósiles convencionales: los renovables los superaron y redujeron los precios al mayoreo de electricidad, lo que provocó pérdidas de miles de millones de euros.
Las dos empresas públicas de electricidad más grandes de Alemania, Eon y RWE, sacudieron la industria el año pasado cuando se dividieron en dos, transfiriendo las operaciones con dificultades de combustible fósil de las operaciones de energía más limpia.
Muchos lugares comenzaron a parecerse a Alemania este año, incluso en EU, donde el presidente Donald Trump quiere liberar más la producción de combustibles fósiles. La industria de energía solar de EU emplea a más del doble de trabajadores que el sector de carbón, según un informe de febrero. Manhattan tiene más puntos de carga de Tesla que gasolineras, aunque muchos están en estacionamientos de paga.
Y en todo EU, donde las compañías de electricidad se enfrentan a menores precios al mayoreo gracias a que el gas natural es más barato, los renovables aumentan también la presión, incluso en lugares tan poco probables como Texas, un estado con riqueza petrolera.
En la actualidad, Texas tiene más capacidad instalada de energía eólica que Canadá y Australia en conjunto. Si fuera un país, se ubicaría en el sexto lugar de energía eólica del mundo, después de China, EU, Alemania, India y España.
El gran debate
El mundo ha pasado por transiciones de energía antes, a menudo dando forma al curso de la historia humana. La era de la madera dio paso al carbón en 1800. El carbón cedió ante el petróleo y el gas natural. Esos cambios toman décadas. Y aunque el crecimiento de esta última va más rápido, algunos dudan. Uno es el profesor Vaclav Smil, académico de energía, quien dice que la gente “ingenua” está “encantada” con la idea del rápido final de los combustibles fósiles, pero ignora que se requieren de 50 a 60 años para un cambio de un combustible dominante a otro. “La gente quiere que se le engañe”, dijo en una entrevista.
Sin embargo, un estudio del año pasado del profesor Benjamin Sovacool, de la Universidad de Sussex, sugiere que las transiciones de energía en algunos lugares pueden ser más rápidas. La energía nuclear en Francia pasó de 4% en la oferta de electricidad del país en la década de 1970 a casi 40% en 1982, por ejemplo.
Otros creen que la última transición puede ser más rápida porque recibe el impulso de los esfuerzos por frenar el cambio climático. Los países de todo el mundo adoptaron más de 1,200 leyes sobre el cambio climático, en comparación con 60 hace dos décadas.
Este apoyo resultó en que el costo de las turbinas eólicas bajara casi un tercio desde 2009 y los paneles de energía solar 80%, dice la Agencia Internacional de Energía Renovable.
El fin de los subsidios
Hay otra razón por la que se espera que el sector verde se acelere: a medida que caen más los costos y las tecnologías mejoran, hay menos necesidad para los subsidios convencionales.
“En 2010, financiamos una planta solar de 50 megavatios en el sur de California que costó 55 mdd”, dice Jim Long, socio de Greentech Capital Advisors. “Este año hicimos otra del mismo tamaño en la misma zona que costó 15 mdd y producirá 40% más de energía”.
“Alejarse del carbón ya no se ve imposible, incluso en los países en desarrollo”, dice Christiana Figueres, exfuncionaria de la ONU para el clima, por eso los países lograron el acuerdo global sobre el cambio climático en París en 2015.
Se espera que los costos caigan más a medida que los países eliminen los costosos subsidios que garantizan establecer precios fijos para los generadores a favor de licitaciones competitivas.
Esta vez podría ser diferente
Uno de los motivos para ser más optimistas: las baterías. Almacenar energía limpia ha sido el santo grial ecológico. Esto comenzó a cambiar cuando la producción de baterías se intensificó para satisfacer el auge esperado de los coches eléctricos.
Los precios de las baterías de iones de litio cayeron a la mitad a partir de 2014, y muchos analistas creen que tendrán mayores caídas a medida que se construya una gran cantidad de plantas de baterías grandes.
La más conocida es la enorme “gigafactory” de Tesla y Panasonic en Nevada. Tesla afirma que una vez que alcance la capacidad total el próximo año, producirá más baterías de iones de litio al año de lo que se fabricó en todo el mundo en 2013.
Es solo una de al menos 14 megafábricas que se construyen o se tienen previstas, dice Benchmark Minerals, un grupo de investigación. Nueve están en China.
Para toda la emoción sobre las baterías, la tecnología aún no está lista para que los propietarios de casas peguen un panel solar en el techo, una batería en el garaje y abandonen la red eléctrica. Cuesta cientos de miles de dólares y una cochera adicional para alojar todas las baterías, calculó el corretaje CLSA.
Japón ve el horizonte prometedor. “En el futuro pensamos que todas las casas nuevas van a generar y consumir su propia electricidad y la red eléctrica solo se va a utilizar para la industria”, dice Hiroichi Yoshida, fundador de Eliiy Power, fabricante de baterías de iones de litio que se especializa en sistemas de almacenamiento solar.
Preparando las apuestas
Mientras, algunas compañías de combustibles fósiles asignan una buena cantidad de dinero a la energía verde.
Siete grupos de gas y petróleo, entre ellos la francesa Total, Royal Dutch Shell y la noruega Statoil, ya invirtieron casi 15,000 mdd en energías renovables en los últimos cuatro años, según Climate Initiative.
Total compró la compañía francesa de baterías Saft, después de adquirir una participación mayoritaria en la estadounidense de energía solar, SunPower.
La noruega Statoil gasta 500 mdd al año en proyectos de energía limpia, como parques eólicos marinos, y espera gastar más después de 2020.
Royal Dutch Shell también invierte en parques eólicos marinos, hasta el punto en que Henrik Poulsen, director ejecutivo de Dong Energy, dice que ahora considera a Shell y a Statoil como sus “competidores”.
Nada de esto significa que el futuro de la energía limpia será tranquilo. Su propio éxito plantea una serie de preguntas para los gobiernos que algunos apenas contemplan.
El más importante: ¿qué hacer con los mercados de energía que nunca se diseñaron para que millones de personas conviertan sus tejados en diminutas centrales eléctricas? ¿Qué hacer con las empresas existentes que exigen que se pisen los frenos para que se les proteja de las incursiones de la energía verde? Y también está Trump, que trata de relajar las políticas de energía limpia que puso en marcha su predecesor.
Sin embargo, en el resto del mundo el futuro de la energía verde parece asegurado. Tanto así que una industria que pasó años a la defensiva comienza a mostrar un creciente sentimiento de confianza.
“Los combustibles fósiles perdieron”, dice Eddie O’Connor, director ejecutivo de Mainstream Renewable Power de Irlanda. “El resto del mundo todavía no lo sabe”.