La reunión de accionistas de BP en Aberdeen, Escocia atrajo a manifestantes del cambio climático, que demandan objetivos difíciles para las emisiones de carbono.
El encuentro de Royal Dutch Shell, en Amsterdam, no lo hizo (los manifestantes tenían una agenda menos específica).
Esto tal vez se debió a un problema de transporte: volar a Schiphol para denunciar los gases de efecto invernadero de una compañía petrolera parece un poco estilo Hollywood. Llevarlo a la autopista A1 para protestar frente a una gasolinera es un poco más el estilo Balamory (un programa educativo para niños que se transmite en la televisión británica).
Sin embargo, las escenas contrastantes del martes pasado probablemente tenían más que ver con las diferentes políticas de BP y Shell sobre emisiones, utilidades y pago. Mientras que Shell estableció objetivos para reducir los gases de efecto invernadero de todos sus productos —y vinculó pagos a ellos—, BP dijo que solo establecería objetivos para sus propias operaciones y apoyaría una resolución de los accionistas sobre esta ambición menor.
La compañía argumentó que esta resolución más enfocada era digna de apoyo, ya que comprometió al grupo con los objetivos finales del Acuerdo de París sobre el cambio climático y vinculó el pago a los factores que los ejecutivos podían controlar.
Señaló, también, que contaba con el respaldo de Climate Action 100+, un grupo de grandes inversores que posee 10% de las acciones de BP. En consecuencia, ganó más de 89%, para obtener una aprobación casi total.
Sin embargo, BP se negó a respaldar una segunda resolución que exigía objetivos para las emisiones de sus productos, ya que esto convertiría algo inflexible en algo desconocido: la inversión en un sistema mundial de energía de rápida transición.
El presidente Helge Lund señaló en FT que, si bien los objetivos de emisiones fijas contaban con el respaldo de los activistas de Follow This, restringirían la capacidad de BP para transformarse, poniendo en riesgo su fortaleza financiera. Consiguió, en consecuencia, 92% de la oposición.
En 2005, BP se comprometió a invertir 8,000 millones de dólares (mdd) en energía renovable, en un movimiento pionero llamado “Más allá del petróleo”.
En la actualidad, la inversión vale menos de la mitad de eso, ya que las instalaciones solares de BP no podían prever ni competir con la fabricación masiva de paneles de China, y sus plantas de captura de carbono nunca despegaron, ya que los gobiernos no habrían proporcionado las bases fiscales.
¿Cómo pudo BP establecer objetivos de emisión ahora, conociendo que el mundo tendrá que cambiar radicalmente su curso, pero sin saber cuándo ni cómo?, preguntó el presidente. Sería el señor Lund guiando a los ciegos.
Pero si alguien sabe cómo cambiará el mercado mundial de la energía —y cómo aprovecharla mejor— es la administración de BP. Esto es precisamente lo que hace una empresa de energía que cotiza en bolsa: tomar el capital de riesgo de los accionistas y decidir de manera altamente informada sobre la mejor manera de utilizarlo.
Además, si alguien sabe hacia dónde sopla el viento político, y cómo responder a él, es la dirección de una empresa supuestamente comprometida con las energías renovables.
Finalmente, si alguien debe tener la confianza suficiente para vincular el pago con objetivos de emisiones más amplios, es la administración de una empresa que no encabeza este rubro, pero tiene la oportunidad de ir en segundo lugar. En todo caso, al poner excusas para no seguir a Shell, Helge Lund suena como una vacilante pancarta de Aberdeen: al protestar demasiado.
¿De Beers no es para siempre?
De Beers, el grupo minero de diamantes propiedad de Anglo American, domina el mercado desde que acuñó el lema “Los diamantes son para siempre” en la década de 1940, escribe Kate Burgess. Sin embargo, no está en una máquina del tiempo: ahora produce diamantes sintéticos a través de Lightbox.
Visto desde un ángulo, Lightbox es una opción en un mercado de piedras preciosas hechas por el hombre, que UBS dice que podría llegar a valer 5,000 mdd en 2023. Sin embargo, en realidad, la empresa es más para asegurar que el dominio del grupo minero de diamantes naturales de De Beers dure para siempre.
El año pasado, Lightbox socavó a los productores de piedras sintéticas rivales, vendiendo sus deslumbrantes maquinados a unos míseros 800 dólares por quilate, para establecer una diferencia de precios entre los diamantes extraídos de las minas y las rocas que se producen en laboratorio, que son casi idénticas.
Sin embargo, es de alto riesgo. El martes pasado, De Beers reveló que las ventas en su última subasta cayeron 25% para llegar a 415 mdd, muy por debajo de las expectativas del mercado.
El grupo culpa al exceso de producción de los rivales y a la incertidumbre económica. Dice que no tiene nada que ver con los brillantes hechos por el hombre, que son un mercado demasiado pequeño para tener importancia.
Pero los analistas de la industria dicen que los pulidores y cortadores desconfían del crecimiento de las piedras preciosas clonadas y son reacios a volver a abastecer las piedras naturales. 70 años es mucho tiempo. Pero nada es para siempre.
