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Bienvenido al México igualitario

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El filme de Alfonso Cuarón se centra en los mexicanos que Andrés Manuel López Obrador ha prometido representar.

Si el arte imita la vida, es claro por qué Roma, del cineasta Alfonso Cuarón, es la película del momento en México. 

La historia conmovedora y las emotivas imágenes en blanco y negro —que ganaron una gran cantidad de trofeos de la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión (BAFTA, por sus siglas en inglés)— evocan los recuerdos de una generación de mexicanos de clase media y que fueron criados por niñeras indígenas, quienes eran amadas, pero consideradas de un nivel social inferior, como la entrañable protagonista, Cleo.

Como la entrañable protagonista, Cleo. La resonancia de la película radica en su capacidad de canalizar el espíritu político en México, donde el presidente Andrés Manuel López Obrador atrajo a millones de votantes al darle prioridad a la gente como Cleo y cerrar las brechas sociales. 

Dos semanas después de asumir el cargo, López Obrador realizó una proyección gratuita de Roma, con ponche y palomitas de maíz, en la antigua residencia presidencial de Los Pinos, que abrió al público. Muchos de los 3,000 espectadores estaban asombrados de ver un filme en la que durante décadas fue el “Palacio de Buckingham” de la nación.

 “Bienvenido al nuevo México igualitario”, fue el mensaje del presidente, el hijo de tenderos de clase trabajadora y autoproclamado defensor de la gente común. López Obrador solo usa traje por respeto a la institución de la presidencia y expresa su desprecio tanto por la prensa engreída como por los políticos privilegiados y corruptos, que venció de forma abrumadora. 

Esta no es la primera vez que las películas refuerzan el estado de ánimo nacional. Hace seis años, el exmandatario Enrique Peña Nieto se instaló en la presidencia. El Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México durante la mayor parte del siglo XX, y que constituía lo que el escritor peruano Mario Vargas Llosa llamó la “dictadura perfecta”, disfrutaba la oportunidad de regresar al poder después de permanecer 12 años en la oposición.

Ese año, Nosotros Los Nobles fue un éxito de taquilla. La película era una entretenida sátira de los “mirreyes” —el apodo que se le da a los engreídos hijos de los súper ricos— y su reacción cuando su padre simula caer en bancarrota, obligándolos a cambiar su actitud de buenos para nada.

Peña Nieto, el joven expresidente, con una apariencia de ídolo de matiné, encarnaba la riqueza, el privilegio y las conexiones de la élite política, incluso cuando prometía una nueva era de reformas.

Justo cuando la película hacía historia en la taquilla, estalló un escándalo en la vida real sobre “mirreyes”.

Funcionarios de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) llegaron al restaurante Maximo Bistotot, aparentemente para clausurarlo, después de que la hija de Humberto Benitez Treviño, exdirector de la dependencia, se quejó cuando le negaron la mesa que quería. Los clientes del lugar la avergonzaron en las redes sociales, y le dieron el sobrenombre de “Lady Profeco”.

Un año más tarde se estrenó La Dictadura Perfecta, cuando el gobierno lidiaba con el secuestro de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, que expuso la arrogancia, la corrupción y el sentido de derecho al trato de “mirrey” que había contaminado al antiguo partido. Peña Nieto nunca se recuperó.

El desprecio de López Obrador por todo lo que está en exhibición es permanente. El tono moralista y de sermones domina las conferencias de prensa diarias. Critica a los expresidentes para tomar empleos lucrativos en el sector privado, se regocijó por despojarlos de sus pensiones y subastó una flota de vehículos SUV y aeronaves recientemente, que no son necesarios bajo su plan de austeridad republicana.

López Obrador también descartó el nuevo aeropuerto en Texcoco, que diseñó Norman Foster, diciendo que el país se ahorraría millones de pesos. También duplicó las pensiones del Estado para los discapacitados y la gente mayor; lanzó un programa de becas de aprendizaje para jóvenes; aumentó el salario mínimo y prometió subsidios a los pequeños agricultores.

 Los líderes empresariales y la élite de México lo consideran un populista peligroso y están preocupados. Pero a dos meses en el cargo, su nivel de popularidad es de 86%.

 No es de extrañar que la última película mexicana que llegó a las pantallas sea Mirreyes vs Godínez, una comedia de lucha de clases sobre el arrogante heredero de un empresario, a quien sus agradables empleados bajan de las nubes. 

Al enfocar la atención en los problemas sociales de México —sobre todo cuando Cuarón continúa con la racha ganadora al triunfar en la categoría de “mejor director” en los Premios Oscar—, López Obrador tendrá la esperanza de que el actor mexicano Diego Luna tenga razón, cuando dijo que “el cine es un espejo que puede cambiar el mundo”.

YVR 


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