El golf, la lejanía del bullicio político de Washington y, sobre todo, la bondad del invierno hacen del sur de Florida el destino de las escapadas presidenciales de Donald Trump, quien sigue así los pasos de sus predecesores John Kennedy, Richard Nixon y Harry Truman, entre otros.
Trump no deja pasar la oportunidad de viajar a Mar-a-Lago, su residencia y, a la vez, club privado en Palm Beach, ahora que en el sur de Florida se disfruta de una temperatura cálida y regresará este viernes a esta ciudad costera por segundo fin de semana consecutivo, en este caso acompañado del primer ministro japonés, Shinzo Abe.
En noviembre, durante la celebración de Acción de Gracias, ya como presidente electo, Trump puso en el mapa mundial esta ostentosa y recargada mansión de estilo hispano-morisco, que visitó de nuevo en Navidad y en las semanas previas a su toma de posesión de la “otra” Casa Blanca.
Pero no es la primera Casa Blanca informal de Florida, y el último en viajar con frecuencia al denominado Estado Soleado durante su presidencia fue Richard Nixon (1969-1974), quien, pese a ser californiano, cambió de latitudes para sus escapadas y llegaba casi una vez al mes a Cayo Vizcaíno, una isla frente a Miami. En este cayo, unido al continente por puentes, intentaba relajarse de las tensiones propias del cargo en Washington y sobre todo del escándalo del Watergate, que finalmente le costó la presidencia.
La profesora de historia del Miami Dade College, Carmen López, explica que fue en esa misma residencia donde se discutieron los pormenores de una operación que llevó a varios hombres a entrar en 1972 en las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata, en Washington DC, en un lujoso complejo de apartamentos y oficinas llamado Watergate.
La modesta “Casa Blanca de Florida”, de un sobrio estilo ranchero, sería comprada por el cantante español Raphael, aunque luego derribada para construir una vivienda de estilo moderno en 2004.
La que sí sigue en pie es la llamada “Pequeña Casa Blanca”, elegida por Harry Truman (1946-52) como lugar de descanso, pero también de trabajo.
Otros presidentes disfrutaron de la calma y el benigno clima invernal de Cayo Hueso. Entre ellos Kennedy, William Howard Taft, Dwight Eisenhower, Jimmy Carter y Bill Clinton.
Tras conocer en persona las bondades de la zona durante el invierno, Carter no pierde ocasión de viajar cada año y desde 1996 con un amplio número de hijos, nietos y bisnietos a la Pequeña Casa Blanca en Navidad, lujo al que tienen derecho los ex presidentes pero al que solo este demócrata saca partido. El propio JFK viajó a la “Pequeña Casa Blanca” tras la Crisis de los Misiles en 1962 a descansar y fijar la “estrategia” de las futuras relaciones con la Unión Soviética. Pero Kennedy era ya asiduo de Florida, aunque prefería algo menos exótico y más parecido al lujo de la habitual residencia de su familia en Hyannis Port, Massachusetts.
Al igual que Trump, también Kennedy escribió su discurso inaugural en Palm Beach y pasó varias semanas tras su victoria electoral para mantener reuniones y elegir a su gabinete en una ciudad donde su padre, Joseph P. Kennedy, compró una residencia de verano familiar en 1933.
JFK, que como el actual mandatario era amante del golf y lo practicaba en el Palm Beach Country Club, regresó a esta adinerada zona de la costa este de Florida cuatro días antes de ser asesinado en Dallas (Texas), el 22 de noviembre de 1963.
Pero no todo ha sido sosiego durante las estancias en Florida, pues Kennedy estuvo cerca de ser víctima de un atentado suicida en Palm Beach y solo la presencia de su familia hizo que Richard Pavlick decidiera en el último momento no detonar su bomba el 11 de diciembre 1960, semanas antes su asunción.
Y en Miami, Franklin D. Roosevelt escapó de ser asesinado en 1933, cuando Giuseppe Zangara le disparó pocos días antes de tomar posesión.
