El comandante sandinista Daniel Ortega, que el martes comienza su cuarto mandato de gobierno tras diez años continuos en el poder, ahora con su esposa Rosario Murillo en el cargo de vicepresidenta, ha sido un protagonista clave de la política de Nicaragua de las últimas cuatro décadas.
El político de 71 años fue presidente de 1985-1990, retornó al poder en 2007, fue reelegido en 2011 y el pasado 6 de noviembre fue declarado ganador en unos comicios sin observadores independientes y de los que fue excluida la principal coalición opositora.
Nacido en una familia de escasos recursos en la provincia de Chontales, centro del país, combatió en la década de 1960 al régimen de Anastasio Somoza (1945-1979) como parte de las guerrillas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Ortega no participó en las operaciones guerrilleras más importantes, pues estuvo preso siete años y luego exiliado. Tras la caída de Somoza en 1979, dio inicio a su carrera política, al ser nombrado miembro de la llamada Junta de gobierno de Reconstrucción Nacional y poco después coordinador de la misma.
Situado en el primer plano de la política nacional, ya fuese como gobernante o como líder de la oposición, se atrincheró en la jefatura del FSLN sin permitir el relevo político interno, lo que en los años 90 dio origen a un movimiento disidente formado por conocidos intelectuales, académicos y ex guerrilleros.
Ortega, que ganó su primera elección en 1984, logró apartar a sus antiguos compañeros de la dirección del FSLN porque "no tolera que alguien le haga sombra", declaró recientemente Henry Ruiz, uno de los nueve comandantes de la revolución sandinista.
Hoy en día sigue siendo la figura más visible del FSLN y "líder indiscutible" del sandinismo, según subrayan dirigentes sindicales y sus aliados en la empresa privada.
Pero sus adversarios comparan su permanencia en el poder con la dinastía de los Somoza a la que tanto combatió, y aseguran que ha ido moldeando los principios del partido sandinista para adaptarlo a sus intereses. Se reconcilió con la iglesia Católica e instituyó una “alianza estratégica” con el gran capital privado, a cambio de enormes privilegios y exenciones fiscales.
Ortega afirma que su gran tarea pendiente sigue siendo el combate a la pobreza, un flagelo que agobia a este país de 6,1 millones de habitantes pero que, según datos del Banco Mundial, se ha reducido del 42,5 al 29,6 por ciento entre 2009 y 2014.
En la lucha contra la droga, el gobierno de Nicaragua coopera con Estados Unidos, pero ha suscrito acuerdos de cooperación militar con Rusia, a cuyo presidente, Vladimir Putin, Ortega llama “hermano”.
Si bien el slogan oficial define a Nicaragua como una nación "cristiana, socialista y solidaria", la oposición acusa al mandatario de dirigir un sistema económico capitalista y de desviar a cuentas bancarias privadas millonarias sumas de dinero, especialmente de la cada día menos abundante cooperación venezolana.
Los más emblemáticos programas sociales del gobierno (de vivienda, salud y crédito agrícola) han sido financiados desde 2007 con la ayuda de Venezuela, aunque esos recursos nunca se han incluido en el presupuesto del Estado.
Según sus detractores, el emporio de la familia Ortega Murillo controla actualmente numerosos canales de televisión e igual número de radioemisoras, además de hoteles, haciendas y modernos complejos turísticos en el litoral Pacífico del país.
La poeta Rosario Murillo, la poderosa primera dama y exclusiva vocera gubernamental, asumirá el martes también la vicepresidencia de la República, siendo la primera vez en la historia del país que un matrimonio ocupe los máximos cargos de poder.
jamj