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Picos altos y alta cultura en Granada

A principios de los años 20, un escritor inglés despertó una mañana en el pico más alto de la Sierra Nevada y se encontró con un paisaje de ensueño.




Gerald Brenan pasó dos años en el frente occidental y obtuvo una Cruz Militar y una Croix de Guerre; después salió huyendo de la Inglaterra de la posguerra para probar su suerte como escritor en el sur de España. Con las primeras luces de la mañana alcanzaba a ver las colinas distantes de Marruecos. “Al subir el sol como una bala de cañón por encima de las sierra distantes, la costa entera de África apareció ante mis ojos”, escribió años después.

Su atalaya para esa vista tan espectacular, la choza abandonada de un pastor, ya no es tan remota hoy en día. Mulhacén, el pico más alto de la Sierra Nevada con 3,481 metros, colinda con el Monte Veleta, en cuyos flancos nevados se encuentran las pistas de uno de los resorts de esquí más grandes de España. Pero aun cuando llegues a la cima en telesquíes y uses tu ropa moderna para esquiar, la magia de aquel primer vistazo de África prevalece.

A causa de las nubes bulbosas y con los ojos bien protegidos para evitar el poderoso reflejo del sol en la nieve, no podría jurar yo que lo que vi era África. Lo que definitivamente sí podía ver 2,500 metros más abajo era Granada, esta ciudad de fábula. Precisamente esa mañana cuando mirábamos hacia las montañas desde nuestro alojamiento en los alrededores del palacio de Alhambra de esta ciudad, disfrutamos de aquella magnífica visión que cautivaba a los gobernantes moros tantos siglos atrás.

Los emires que hicieron de la Alhambra la residencia real oficial enviaban diariamente sirvientes a la Sierra Nevada a conseguir hielo para el verano. También reencausaban los arroyos helados de la montaña hacia sus antesalas para construir su propio sistema de enfriamiento. Pero los emires se limitaban a soñar con subir a los picos nevados, no podían imaginar siquiera desayunar en la Alhambra, pasar el medio día en la cima de la montaña y regresar a cenar, como lo hicimos nosotros varios días consecutivos.

Nos quedamos en el mismo edificio que Isabel de Castilla escogió para el primer convento de Granada después de la Reconquista de los moros en 1492. Un palacio árabe que se convirtió en convento franciscano; después en estación de avituallamiento para las tropas de Napoleón y sus burros, y ahora es uno de los paradores más reconocidos de España y propiedad de su gobierno.

Durante nuestra primera tarde en España tomamos un tour de la Alhambra, cuyas paredes medievales rodean el parador. Nuestro guía, Roberto Murgueza Bartlett, tenía los modales de la corte, la erudición y el ingenio necesarios para cautivar a los visitantes cansados de viajar, que habían pasado hora y media manejando en círculos en Granada, perdidos gracias al GPS.

Hubo momentos en que nos llevó al trance. Era como si nosotros fuéramos emisarios del siglo 14 mirando por primera vez la Corte de los Leones, observando incrédulos los techos con figuras en forma de estalactitas que cubren los techos de las antesalas, los tapetes persas de las paredes, y enceguecidos por los espejos y la luz.

Durante nuestra segunda noche, nos invitaron a un tour del hotel. Al igual que en cualquier otra parte, esto sería lo último que querría uno hacer después de un día extenuante en las laderas. ¿Pero en qué otro lugar pueden los huéspedes de un hotel recorrer pasillos de azulejos medievales que los llevan a habitaciones con vistas del Generalife, el palacio de veraneo de los emires moros?

Juan Carlos Sánchez Gálvez, el manager del hotel, nos llevó de desde una puerta en la recepción del hotel hacia una tumba de mármol. Esta cubre nada más y nada menos que la tumba original de la reina Isabel y el rey Fernando. Después pasamos a la capilla franciscana que los visitantes japoneses utilizan ahora para sus bodas, y después a la sala Nazari, anteriormente una de las favoritas de los emires, y que ahora es una sala de estar para los huéspedes y está cubierta con azulejos blancos, verdes y azules y tiene arcos de piedra tallada.

Por supuesto que la mayoría de la gente se hospeda en el parador para disfrutar de la Alhambra„ una de las mayores atracciones de España. Michelle Obama cenó aquí en 2010. Pero, al menos en invierno, los jardines del parador y las ruinas conservan el espíritu de sus primeros mecenas, Isabel y Fernando, y no el de una celebridad moderna. Una tarde paseamos por el palacio acompañados tan solo por los gatos.

No éramos los únicos que disfrutamos de unas vacaciones de postal. Muchos de nuestros compañeros de la clase de esquí realizaban esta mezcla de cultura y deporte, hospedándose en Granada y trasladándose a las laderas. Otros, hablaban también de la triple: en abril y mayo explicaba René “Tito” Herrera Caballero, nuestro jacarandoso instructor de esquí español, “esquías en la Sierra Nevada y nadas en el Mediterráneo el mismo día”.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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