Los laguneros usaban el tranvía para moverse de una ciudad a otra. Pero era un medio de transporte peligroso que se cobraba vidas con frecuencia.
De todos modos, no había muchas alternativas. Falleció así el lechero Francisco Domínguez, que quiso alcanzar el vehículo e intentó colgarse pero cayó debajo de la unidad, aplastado en trágica muerte.
Por cierto, los tranviarios estaban muy enojados porque no se les aumentaba el salario, dependían de la Compañía de Ferrocarril Eléctrico, propiedad de la Compañía de Luz y Fuerza, hoy también extinta.
De Vancouver, Canadá, el cónsul mexicano informaba que se habían inventado unas cajas de cartón plegadizas ideales para casi cualquier producto.
Y de pasada mandaba decir a La Laguna, que los canadienses tenían interés en el algodón de estos lares.
El frente europeo de la gran guerra era del que mayor información se recibía en el mundo y se daba a conocer la captura de miles de soldados alemanes.
[OBJECT]Pero hubo varios frentes de batalla abiertos. Las cifras de muertos eran altísimas y eso que eran las oficiales, pues las extraoficiales son siempre mayores.
Más de 10 mil armenios fueron masacrados por los turcos en una de sus incursiones. No hay piedad que valga en la guerra.
Se informaba también que alrededor de 50 mil personas no tenían hogar en la capital turca, Estambul.
Chihuahua siempre ha sido un Estado cercano a nuestra región. Ya había generaciones nacidas en La Laguna y no conocían la hermosa ciudad norteña.
Así que se publicó en aquella edición de La Opinión una foto de la Biblioteca Pública de Chihuahua, en Chihuahua Gráfico.
Al parecer eran bastantes las personas que tenían un billar en casa, o en cantinas o salones o bien que eran dueños de billares.
Francisco J. Lozano se ponía a las órdenes de estas personas para arreglar o venderles mesas y equipo, como representante de la Cía Brunswick Balke Collender.
Había acres críticas contra los llamados "fifís", que según se deduce de las descripciones, eran chamacos mimados y a la moda, flojitos.
La "Pluma Festiva" decía que en la capital se opinaba de ellos que eran una monada. Es decir, una manada de monos.
Conminaban a las viudas y solteronas a adoptar uno, porque si ya adoptaban cotorros, pues igual no batallaban con los "fifís".
Por cierto, se hablaba de que sus vestimentas eran rabonas de a montón y hasta con los zapatos apretados.