El aroma del café con leche recién hecho, al pan de dulce y la gastronomía de este lugar sigue atrayendo a cientos de laguneros; La Copa de Leche ha ido superando múltiples crisis a lo largo de su casi centenaria historia.
Jaime Barajas Flores ha sido parte del diario acontecer de este tradicional lugar y reconoce que llevar un sustento a su familia ha sido cada vez más difícil, pero confía en que de la actual crisis de por la pandemia, logre ser superada, así como lo han hecho a lo largo de su historia.
Arturo Frausto Moreno, uno de los socios de este emblemático lugar, dijo que en esta etapa, se tuvo que mandar a la mitad del personal a sus hogares, se llegó a un acuerdo con el personal, y no tuvieron que cerrar sus puertas, y han podido sortear los gastos de renta, luz, agua, sueldos, entre otros gastos de operación.
“Nos encomendamos a Dios, el personal es muy bueno y no nos la vimos tan apretados, cumpliendo los protocolos de sanidad e higiene y poco a poco está regresando la clientela, quizás por la tradición de este restaurante por lo que no deja de fluir los clientes que son de muchos años”.
Recordó hace algunos años que pasaron por un momento de reestructuración y fue el mismo personal quien sacó adelante este lugar en un momento de crisis económica muy fuerte, sobre todo por el tema relacionado con la inseguridad, siguieron trabajando y los clientes continuaron apoyando el lugar.
Sean sus molletes con frijolitos refritos, chilaquiles, sus hotcakes; sus espumosos cafés capuchinos, malteadas o el refill del café con leche único en la región y su jugo de naranja, para el almuerzo; o sus milanesas empanizadas o club sandwich con papas a la francesa,el filete mignon, los calamares, higado encebollado; la tampiqueña, las brochetas; todo enmarcado con un luminoso mural donde se muestran los símbolos de la Comarca Lagunera, como el Cerro de las Noas, el puente plateado, el Torreoncito, el escudo heráldico de la ciudad, entre otros.
Entrar a La Copa de Leche, que tiene casi noventa años de existencia como tal, es transportarse al pasado gastronómico de la región lagunera; su mobiliario es antiguo pero sigue manteniendo esa comodidad de antaño.
Es poder platicar con personas como Jaime Barajas Flores, otro de los socios del lugar, quien no pierde las ganas de atender directamente a los clientes, con una vocación de servicio que digna de ser enseñada a las nuevas generaciones de los nuevos restaurantes de la ciudad.
“Hemos logrado sobrevivir a muchas crisis económicas; yo antes trabajaba en el Apolo Palacio y luego me pasé a La Copa de Leche, somos un equipo que trabajamos arriba y adelante”, señaló.
Comensales de toda el país ha pasado por los pasillos de este emblemático lugar en la zona peatonal de la calle Valdés Carrillo, entre avenida Hidalgo y Juárez. Jaime Barajas, junto con otros compañeros que también prestan su servicio en este lugar, son socios y han sacado adelante este lugar marcando la diferencia mostrando esa vocación de servicio que pocos lugares conservan.
EGO