A pesar de ser una fuente de contaminación, tanto el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México como las terminales de autobuses quedaron fuera de las restricciones y control de emisiones impuestas por la Comisión Ambiental de la Megalópolis (Came).
Solo el AICM emite un millón 612 mil 124 toneladas de dióxido de carbono al año, es decir, 4 mil 416 toneladas diarias, según estimaciones del Inventario de Emisiones de la Zona Metropolitana del Valle de México 2014. En contraste, los vehículos contribuyen con 3 millones 131 mil 791 toneladas de CO2 por año.
Las autoridades federales y locales no se han pronunciado por regular o disminuir las emisiones que genera el aterrizaje y despegue de las aeronaves, que a diario suman alrededor de mil operaciones en la capital del país.
“No hay duda que los aviones emiten bastante contaminación; toda ciudad grande, con un aeropuerto de esas dimensiones, tiene ese problema”, puntualizó el ex director del Instituto Nacional de Ecología, Adrián Fernández, en entrevista con MILENIO.
Más aún, tampoco se toma en cuenta la contaminación que generan los vehículos que trabajan dentro de la terminal aérea y que también son fuentes de polución.
Fernández explicó que no preocupa la cantidad de contaminantes que emite el aeropuerto, pero tiene áreas que hay que revisar.
En este sentido, mencionó que los aviones y el combustible cumplen con los estándares internacionales necesarios para operar.
“Aunque a mí no me preocuparía demasiado, el aeropuerto no ha entrado en la ecuación. Por supuesto que los aviones emiten óxidos de nitrógeno y contaminan porque queman un derivado de un combustible fósil que es la turbosina, entonces emiten partículas en altas cantidades”, dijo.
Sin embargo, en lo que tiene que ver directamente con las aeronaves lo ideal es adoptar las mejores prácticas a escala mundial, en las que se marcan protocolos de aterrizaje y despegue.
“En ciudades donde hay problemas de contaminación atmosférica y también donde puede haber un mayor riesgo por las operaciones de aterrizaje y despegue se dice coloquialmente que hacen que los aviones tengan una trayectoria, digamos, un poco más pronunciada; quiere decir que trata de evitarse que haya demasiado vuelo cuando se prepara el descenso”, subrayó.
El especialista dijo que es indispensable además conocer cuánto contaminan también las terminales de autobuses que hay en la ciudad, pues significan zonas de concentración de vehículos que en su mayoría utilizan diésel para circular y hasta el momento no se conoce una medición de esos lugares.
Además, mencionó que un tema que no se ha hablado lo suficiente es la exposición de la gente a los contaminantes.
“Está bien medirlos con las estaciones fijas de monitoreo; nos dan una buena referencia de las concentraciones de fondo, pero es bien sabido que es muy importante tenerlas en algunos microambientes donde puede haber altas concentraciones de contaminantes y grupos poblacionales ocupacionalmente expuestos, que son los que trabajan ahí en las terminales”, remarcó.
Según Fernández, el diésel es uno de los combustibles que más contaminan y es necesario que a los autobuses que lo utilizan se les instalen trampas para partículas y convertidores catalíticos.
RESPONSABILIDAD FEDERAL
La secretaria de Medio Ambiente de la CdMx, Tanya Müller, dijo que es necesario conocer con precisión en el Registro Nacional de Emisiones cuánto está contaminando el aeropuerto para saber el impacto que tiene en la capital.
“Lo primero es tener esos datos y números para saber qué medidas se tienen que tomar teniendo la certeza de cuántas son las emisiones que se están generando con esa actividad. Me parece que ese registro que maneja Semarnat será un componente importante”, dijo.
Por tanto, remarcó que es responsabilidad del gobierno federal integrar y medir ese tipo de contaminantes.