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Mujeres en el astillero

Hasta hace pocos años ésta era una tarea exclusiva de varones; sin embargo, la Secretaría de Marina ha sumado a 33 mujeres a la construcción de buques.

Debe ser uno de los pocos talleres en México donde la presencia de una mujer no solo deja de ser extraña o ajena, sino que es necesaria.

Es el astillero número uno de la Secretaría de Marina, ubicado en Tampico, Tamaulipas, donde 33 mujeres —de una plantilla de 900 empleados— trabajan en la fabricación de buques, una actividad que hasta hace solo cuatro años era exclusiva de hombres.

A estas mujeres no les intimida la diferencia física con los hombres: son obreras calificadas. No hay una edad límite para laborar en el astillero, pero la mayoría no rebasa 30 años. En lo que todas coinciden es en el orgullo que representa trabajar aquí, pues construyen los barcos que utilizará la Semar o empresas como Pemex.

Miriam Eleal es soldadora en el área de construcción naval. Llegó como cualquier persona a solicitar trabajo en el astillero. Sus conocimientos básicos (bachillerato técnico) le abrieron la puerta y ahora se prepara todos los días para obtener un rango más alto.

“El trabajo aquí no es pesado: cuando tienes ganas y aprendes, todo es más fácil. Lo que más me gusta es que cada día estoy en un área diferente. Todos los días aprendo sobre cada una de las partes de un barco”, dice a MILENIO.

“Respecto a la convivencia con los hombres, todo es más normal de lo que parece. Son nuestros compañeros, nos enseñan, nos capacitan y cuando tenemos alguna duda, hay confianza para preguntarles”, agrega.

Estas mujeres trabajan ocho horas al día. La jornada inicia a las siete de la mañana y termina a las tres de la tarde. Tienen tiempo para desayunar y para comer. Durante la tarde soportan temperaturas hasta de 37 grados bajo el sol, sin contar el uniforme que usan para protegerse de algún accidente.

Un overol azul y unos guantes toscos cubren sus manos. Además, llevan una especie de gorro que cubre cabeza y cuello; encima se colocan una careta especial para evitar lesiones por la luz del soplete. Pese a todo, cuando se retiran la careta dejan al descubierto su rostro maquillado: pestañas postizas, rímel, labial...

“Somos mujeres y es algo que traemos por instinto; todo se puede si te das tiempo”, dice Miriam, mientras toca uno de los tres aretes que lleva en la oreja izquierda.

El área de trabajo es enorme. Es un predio lleno de placas de acero, sopletes y grandes máquinas a las que hay que voltear de cabeza para apenas ver dónde terminan. Un pequeño descuido es suficiente para caer o lastimarse, pues por todas partes hay material. Todo el tiempo hay ruido, mucho ruido: martillos, cortadora y gritos con los que se comunican los trabajadores.

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Jazmín es soldadora. Al igual que varias compañeras combina su oficio con las tareas del hogar. Es madre de dos niños, uno de dos años y otro de 10 meses.

“No es fácil pero tampoco imposible. Hay que saber combinar el trabajo, la casa y los hijos. La clave está en que cuando estás en el trabajo debes concentrarte, pero al llegar a casa lo único que importa es la familia. Mi familia y amigos me admiran, porque si bien no es un trabajo riesgoso, sí es de mucho detalle. Si no lo hacemos bien ponemos en riesgo la vida de futuros tripulantes”, dice.

El hijo de Brigitte, otra soldadora, tiene apenas cuatro años y explicarle en qué consiste este trabajo es como un juego. “Al principio mi hijo no tenía idea de mi trabajo, todavía es muy pequeño, pero le llama la atención lo que es la Marina y los barcos. Todo cambió cuando el 16 de septiembre me acompañó al desfile militar en la CdMx.

“Estuve en uno de los carros de la Marina. Cuando pasé por donde estaba, él gritaba ‘¡esa es mi mamá!’ Es una experiencia muy bonita que nunca voy a olvidar”.

Las mujeres ocupan diversos cargos en el organigrama, desde marineros hasta oficiales. No todas son egresadas de la Escuela Naval; algunas estudiaron bachillerato técnico. Una vez aquí se preparan para ascender en el escalafón. Su ascenso, al igual que los hombres, depende de sus capacidades. Aquí solo el trabajo cuenta.

La teniente Mitzi Hernández Osorio es una de las mujeres que ocupa un cargo de dirección. Es oficial de la División de Transportes del buque Libertador, uno de los más grandes de la Armada.

Ella se encarga de dirigir la recepción, almacenaje y transporte de materiales necesarios para llevar a cabo diversas actividades en puerto y alta mar. Esto, apenas a un año de haber egresado de la Escuela Naval. “El desempeño del cargo es difícil porque llegas a un barco donde la mayoría es personal masculino. Debes darte a respetar, ya que no todo el personal está acostumbrado a recibir órdenes de una mujer.

“Soy egresada de la Escuela Naval. La carrera de cuerpo general me inspira a, en un futuro, poder ser comandante de alguna unidad y, con el tiempo, llegar a ser secretaria de Marina”, afirma la teniente Hernández Osorio.

La Secretaría de Marina tiene cinco astilleros ubicados en Tampico, Tamaulipas; Coatzacoalcos, Veracruz; Guaymas, Sonora; Acapulco, Guerrero, y Salina Cruz, Oaxaca. En ellos trabajan 9 mil mujeres en diversas áreas como obreras, administrativas y directivas.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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