“Mamá, papá, hijo, hermano, tío, abuela, primo, amiga… hoy como cada año he venido a verte, las cosas han cambiado mucho desde que te fuiste, te extrañamos en el día a día, pero aquí estamos, visitándote”, a quien se visita cambia, puede ser familia o amigos, pero los mensajes siempre son los mismos, los maderenses extrañan, pero sonríen mientras visitan a sus difuntos, como cada 2 de noviembre.
El Panteón Municipal de “El Alamito” de Francisco I. Madero, se llenó de colores y la vida caminó de nuevo sobre la tierra, a las afueras del lugar se vende de todo, pareciera una feria pequeña, donde se pueden comprar flores, comida, bebidas, cañas, juguetes y hasta entretenimiento musical.
Desde todos los flancos del cementerio un ejército de vivos se abre paso, ‘armados’ con picos, palas, machetes, botes y flores, todos caminan hacia las tumbas. Con el objetivo de limpiar la última morada de sus seres queridos, sacando la hierba mala, podando los árboles que dan sombra, pintando las rejas, las imágenes religiosas y las leyendas que dejan un mensaje bajo el nombre de los que se fueron.
Los nichos que no tienen la suerte de contar con una lápida de mármol o cemento, son reconstruidos con más tierra, mojados con agua y decorados con cruces hechas de flores, juguetes, agua y algunos alimentos que eran los favoritos del difunto.
Entre las tumbas un pequeño conjunto musical avanza, ofrece la pieza que la familia guste por algunas monedas, algunos acceden y la fiesta comienza en el camposanto, unos ríen y otros lloran, pero todos recuerdan a quien ya no está entre ellos.
crc