La Sierra de Durango puede representar todo un reto para muchos. Definir cuál de ellos requiere de mayor esfuerzo, es complicado.
Visitar la conocida Sierra del Nayar y contemplar la enorme cascada Salto de Agua Llovida, con una caída de agua de 100 metros, es una experiencia que eriza cualquier sentido. Se requería silencio para poder escuchar a plenitud el sonido del rozar el agua con las rocas en la caída. Caminar entre piedras cruzando el sendero que te conduce a lo alto de la cima de la sierra.
El silencio descubre al oído el latir del corazón acelerado y la respiración profunda. La brisa entona una melodía peculiar al choque con las ramas de los pinos, uno respira y sientes que puede sumarte a ese concierto silencioso al rozar el viento con tu rostro.
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Es ahí donde descubres que el olor a pino trasciende lo que garantizan los concentrados aromáticos. Risas y pláticas hacen pausa. El silencio vuelve a hacer su aparición: Tres... dos....uno.[OBJECT]
El silencio termina al momento en que uno a uno es lanzado por la tirolesa cruzando a lo largo de 250 metros, la gran cascada. Betty, Olaf, Pablo, Hugo, Malena...el nombre no importaba cuando la emoción quebraba al silencio. Uno observa.
Los gritos se hacen presentes al igual que la adrenalina en la emoción de cruzar el lugar. El silencio sucumbe a las risas nerviosas de quienes cruzan el puente colgante que con facilidad logra moverse bamboleando, lo que provocó que se detuviera el paso de los visitantes que cruzaban el puente.
Un mirador es el hogar de turistas que durante varios minutos se alojan ahí para dar rienda suelta a la experiencia. Ven la cascada, pero a lo alto se divisa una parvada de guacamayas multicolor, apenas se logró escuchar su canto.
Al día siguiente en el hotel Molinillos Mountain Resort, el silencio fue fundamental para observar a una familia de venados Cola Blanca conviviendo cerca de ahí, había que evitar cualquier pisada que los alertara, que solos o en conjunto y entre las cabañas se daban un festín a la hora del desayuno.
Ellos se dispersaban pero la lente de los fotógrafos hizo que la experiencia se tornara toda una “cacería fotográfica” indescriptible para muchos.
El silencio vuelve. Sentados en el muelle del pintoresco lago que ofrece este lugar. Rodeados de enormes pinos, se logra escuchar algunas voces a la lejanía.
El graznar de los patos sobresale, el viento mueve rápidamente las nubes que por ahí pasan casi rozando los pinos más altos. Caminar cien metros de puente ferroviario Río Chico en la comunidad de Otinapa, requiere especial concentración.
Descienden unas escaleras metálicas, previamente colocados los arneses y la cuerda, el casco. Comienza el conteo: 5, 4, 3, 2, 1. Un profundo silencio se apodera del lugar.
Las miradas están puestas en ti, al igual que lo están las cámaras fotográficas, de video, los lentes de los profesionales fotógrafos quizás incrementa más la adrenalina.[OBJECT]
El silencio prevalece, para algunos es un tanto de estrés y angustia mezclados. Pasa el conteo y no pasa nada. Se escucha el correr del agua del río, el roce del viento con la vegetación. Y algunos gritos desmotivan la presencia del silencio: “Tú puedes, vamos, inténtalo”, le gritaban a una participantes que dudó en tirarse del bungee, considerado el más alto de Latinoamérica con una altura de 94 metros y una caída libre de 35 metros.
Por fin se lanza, al mismo tiempo que lanzó un grito que rompió el silencio. La emoción fluye igual que el tiempo. A otros, el silencio pesó y desistieron al salto.
El aplauso también fue para ellos. El silencio fue el gran reto que por momentos daba gusto enfrentar para escuchar lo que nunca se haría en plena ciudad, sea un ave, un río, una risa, hasta el mismo ritmo cardiaco, se lograba escuchar.
Sin señal de celular ni indicios de wifi, el silencio sí fue el gran reto, mismo que a muchos nos dio gusto enfrentar.
dcr