"¡Cubetaas, que regresen las cubetaaas!".
"¡Una palaaa, por acaá!".
"¡Silencioooo!". "¡Acá se oyen voceeees!!".
Y entonces todos levantan la mano, para llamar al silencio al colectivo, desde quienes se hallan en la parte alta del edificio colapsado hasta los que forman una valla humana que en operación hormiga se aplican a remover escombros.
Son los gritos, sonidos y señas que prevalecen en los escombros del edificio ubicado en Torreón y Viaducto Miguel Alemán en la Roma Norte, donde en los minutos posteriores al temblor elementos de Protección Civil acordonaron la zona impidiendo que la gente se acercara. Pero la presión de la multitud ya lista para actuar orilló a las autoridades a ceder y consentir el formar equipo.
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En el momento que se rompió la cadena de mando, las manos que ya ansiaban entrar en acción se multiplicaron para ejecutar una labor no aprendida nunca y que, como habitante de la ciudad, la mayoría de la gente la trae en los genes. Primero eran cerca de 50, en media hora ya casi doscientos y en 120 minutos son casi 500 los voluntarios en tareas de rescate.
Como en la misma fecha fatal de hace 32 años, unos treparon a la cima del derrumbe, otro grupo permaneció en las faldas de la precipitada construcción y un ejército de voluntarios ya estaba listo sobre la calle formando hileras para la consabida y conocida operación de ir retirando tabique, varillas, cascajo y escombros con una sola y única finalidad: Detectar y tratar de salvar personas con vida.
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En pocos minutos policías, Protección Civil, ciudadanos y bomberos, apresuraron la faena que atrajo a otros que arribaron con agua, cubre bocas, herramientas, y guantes para repartir entre los voluntarios. Hombres, mujeres, trajeados, albañiles, bicicletos, punks, todos despojados de la etiqueta de su tribu, dejaron también de lado de lado las rencillas cotidianas para sacar esa característica en la que el mexicano es potencia: la solidaridad.
También llegan grúas de la Secretaría de Seguridad Pública para intentar levantar paredes. Una de ellas se lleva un auto sepultado bajo los escombros que estorba en las tareas de rescate.
Pese a que pasan las horas sin que se logre ningún rescate, el ánimo del colectivo en tareas de rescate, no cede. Y todo lo contrario: van llegando cada vez más ciudadanos, en un inicio como curiosos y ya después como voluntarios de ocasión. Sin embargo, tras de cinco horas de labor, la autoridad vuelve a tomar el orden de la zona, ordena el retiro de los ciudadanos, y tras de acordonar el área, continua con la tarea.
La noche se acerca.