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De Torreón a Cuba, 8 horas hacia tierra de ron, mar y sueños revolucionarios; crónica de una travesía sin rutina

Un viaje desde Torreón para empaparse del alma cubana en un auto clásico, beber su historia como ron añejo, pisar la tierra que inspiró a Hemingway y albergó los sueños del Che.

El destino: Ir a Cuba. Los medios: aéreos, terrestres y marítimos. La misión: Perderme y encontrarme en tierras aún vírgenes para mis pasos, empaparme del alma cubana, beberme su historia como ron añejo, y caminar sobre el suelo que inspiró a Hemingway y dio abrigo a los sueños del Che, ese ideal que, aun en su utopía, sigue siendo hermoso. La motivación: La más grande pasión por la aventura.

Partí a las 6:00 horas, dejando atrás Torreón y cargando en el pecho una maleta de expectativas. Casi cinco horas hasta Monterrey, luego un vuelo que me llevó hasta La Habana entre nubes y anhelos. Después, otras tantas en carretera hacia Varadero, mientras sonaba mi playlist cubana premeditada: Silvio, María Conchita y Contrabandeando. 

Con una sola maleta y una riñonera con lo esencial (como mi cartera y gafas oscuras) viajé con ligero equipaje: cuatro cambios de ropa y un traje de baño. Quería guardar espacio, por si había mucho con qué regresar. 

Apenas salí del avión, el atardecer de Cuba me llenó el alma de colores. Me emocionaba sobremanera saber que, durante los próximos días en el país, también llamado Playa Azul, no existiría rutina alguna. Y Así, el 22 de marzo, volamos hacia un lugar donde el tiempo se diluye como sal en el mar, y llegamos a las siete de la tarde al “Azucarero del Mundo”.

¿Qué necesitas para viajar a Cuba?


  • Evidentemente, es requerido el pasaporte mexicano.
  • Algo sumamente esencial es adquirir la visa cubana. Esta se puede conseguir por 500 pesos en el mismo Aeropuerto Internacional de Monterrey. Dicho documento es vital para ingresar a Cuba, ya que te lo pedirán en dos ocasiones: la primera antes de subir al avión y la segunda al salir del aeropuerto; y una última vez al finalizar el viaje, al salir del país.
  • El seguro de gastos médicos, ya que te lo pedirán al momento de ingresar al país. Puedes adquirirlo en la siguiente página: https://embamex.sre.gob.mx/cuba/index.php/avisos/204-seguro-de-gastos-medicos-para-la-republica-de-cuba

El hotel: un oasis ajeno a Cuba

Si lo que se busca es estar lejos de todo aquello que es Cuba, entonces enciérrate en el hotel. Para el hospedaje, se seleccionó el 'Grand Aston'. Desde el momento en que se entra, una fina y elegante elección de interiores deslumbra. Además de mesas y sillas que se extienden de manera que recubren todo el lobby, a modo de que todos los turistas puedan disfrutar tanto de la barra de bebidas alcohólicas como de la cafetería ofrecida en esa zona. En sus edificios circundantes se encuentra el restaurante, con su delicioso buffet, disponible en horario de desayuno, comida y cena. Y el área de snacks, donde siempre habrá comida preparándose.

Cabe destacar que todos los días a las 21:30 horas se ofrece un show, en un escenario montado junto a las grandes piscinas. A mí, en lo personal, me tocó disfrutar de shows de magia, danza acuática, entre otros. Algo interesante es la magnífica discoteca que tienen, pues ahí se reúne toda la variedad de extranjeros para divertirse al ritmo de una selección musical que agrada a la diversidad de países visitantes. La noche en dicho hotel, con todo incluido, tiene un costo de 2,500 pesos por habitación para dos personas.

Varadero: donde el mar susurra poemas

El primer día explorando las playas de Varadero a pie desnudo, el clima agradable y las suaves arenas me envolvieron en una sensación de tranquilidad. Mientras caminaba, mi atención se centró en dos pescadores que llegaban en bicicletas oxidadas que me hacían preguntarme cómo es que aún andaban. Aquellos pescadores, con sus cañas de pescar a simple vista hechizas y calcetines parchados, parecían contar historias de una vida dedicada al mar. Dejaron sus bicicletitas a un costado e hicieron lo suyo, como seguramente cada mañana.

Alquilamos los servicios de uno de los autos clásicos descapotables que abundan en Cuba. Con un costo de 80 dólares te dan un tour de 3 horas por las partes más emblemáticas de Varadero. Nuestro conductor, Darian Díaz, se portó a la altura y con buena onda nos iba contando y explicando todo lo que veíamos: restaurantes icónicos, esculturas, edificaciones importantes, así como una visita a "La Marina", el lugar donde zarpan los barcos. Asimismo, hicimos paradas en diferentes mercaditos donde se pueden adquirir artesanías y souvenires que compactan la belleza del país y son perfectos para recordarlo con cariño cuando estés lejos.

El tour de La Habana Colonial

Para las 9:00 horas, con suma puntualidad, nuestro guía (cuyo nombre olvidé debido a su complejidad) cual centinela se encontraba rondando las afueras del Grand Aston con la furgoneta que nos encaminaría. Nuestros compañeros: dos argentinas y un matrimonio ruso, todos llenos de dudas y una sana ambición de conocer. El viaje hacia La Habana inició, y mientras avanzábamos, el guía no paraba de lanzarnos datos sobre Cuba: su colonización por los españoles, la posterior revolución cubana, así como curiosidades como, por ejemplo, que solo existen dos estaciones al año: la seca y la lluviosa.

Un viaje desde Torreón para empaparse del alma cubana en un auto clásico, pisar la tierra que inspiró a Hemingway y albergó los sueños del Che.
La Habana Colonial en Cuba. | Antonio Ramírez

Con paradas continuas para observar el esplendoroso verde de Cuba, paisaje que adorna como pintura hermosa toda la circunferencia de la mirada. Asimismo, también las paradas incluían amenidades como el Mirador de Bacunayagua, donde tuve la oportunidad de beber el ron local, llamado "Legendario", en nada más y nada menos que una piña colada cuyo vaso era la misma piña. Todo lo anterior mientras una banda de merengue hacía mover las cabezas de locales y extranjeros, provocando el baile de otros. Ahí, con mi bebida y música de fondo, el Caribe entró en mí sin pedir permiso.

Un viaje desde Torreón para empaparse del alma cubana en un auto clásico, pisar la tierra que inspiró a Hemingway y albergó los sueños del Che.
La Habana Colonial en Cuba. | Antonio Ramírez

La Fortaleza de San Carlos y la estela del Che

Por la ventanilla, el paisaje antes verde esmeralda se tornó de un verde militar. Armas grandes, pequeñas y masivas se apreciaban. Imágenes de hombres estremeciéndose al compás de la muerte vinieron a mi mente. Imponente como el eco de una epopeya. Eran ametralladoras, aviones de guerra, misiles... todo lo anterior adornando las afueras de la inmensa Fortaleza de San Carlos (la más grande de América). Un lugar del siglo XVIII increíble, amurallado como un castillo medieval, cuyas paredes gritaban historia y batallas. Según nos contó el guía, el lugar sirvió (junto a la Fortaleza de La Punta y el Castillo de la Real Fuerza) para defender la ciudad de ataques piratas.

Un viaje desde Torreón para empaparse del alma cubana en un auto clásico, pisar la tierra que inspiró a Hemingway y albergó los sueños del Che.
La Fortaleza de San Carlos en La Habana, Cuba. | Antonio Ramírez

Entre aquellas grandes murallas, en un lugar sin muchos lujos ni pretensiones, se encontraba "La Cabaña", en cuya entrada se encuentra una escultura imponente de los tres comandantes de la revolución cubana: el Che, Fidel y Camilo. Y bajo dicho monumento, una placa reza:

“Trilogía de la revolución cubana. Homenaje a los comandantes. Obra mexicana realizada en Texcoco, México, por Oscar Ramírez Quintero, alias 'Margosk'.”
Un viaje desde Torreón para empaparse del alma cubana en un auto clásico, pisar la tierra que inspiró a Hemingway y albergó los sueños del Che.
Trilogía de la revolución cubana. Homenaje a los comandantes. | Antonio Ramírez

'La Cabaña', en la Fortaleza de San Carlos, tras la revolución cubana, fungió como despacho de Ernesto "El Che" Guevara. Un hombre al que admiro al ser un verdadero revolucionario en toda la expresión de la palabra. Por tanto, mi presencia ahí me llenaba de ahínco el espíritu. Fue impresionante poder ver su oficina, con aquella gran bandera de Cuba, un escritorio con cuatro teléfonos, un cenicero y un mini cañón de adorno. Y una silla que alguna vez sentó al "Fusil contra fusil". 

Un viaje desde Torreón para empaparse del alma cubana en un auto clásico, pisar la tierra que inspiró a Hemingway y albergó los sueños del Che.
El escritorio del despacho de Ernesto 'El Che' Guevara. | Antonio Ramírez

El lugar estaba lleno de una exposición tras cristales, con varios objetos que pertenecieron o están relacionados con el también apodado "Fuser", así como frases que alguna vez mencionó y que marcaron los corazones de muchos, que alguna vez sintieron inconformidad, o que lamentablemente al día de hoy la sienten.

Entre aquellas frases donde se podía sentir la historia respirando, me gustó mucho una que adornaba las paredes: 

“Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Esa es la cualidad más linda del revolucionario.”

El Floridita: donde Hemingway aún sonríe

Entre los lugares que llegué a visitar al recorrer La Habana Colonial, hubo uno sumamente especial, que se hizo particular en el pasado tras haber sido frecuentado por el legendario escritor, ganador del Premio Nobel: ¡Papá! Ernest Hemingway. Cuando todavía no llegaba al sitio, lo vislumbré en la lejanía: un recinto pintado de rosa. Conforme me acercaba, la música y una faramalla se iban haciendo más fuertes. Entonces abrí la puerta, y como si fuera parte del grupo musical que amenizaba en ese momento con una salsa, entre maracas, instrumentos y la cantante, pasé caminando. Era imposible no volverse parte del baile. Prácticamente, para entrar al Floridita había que bailar. Y yo crucé el umbral como si la fiesta me reclamara parte de su melodía.

Un viaje desde Torreón para empaparse del alma cubana en un auto clásico, pisar la tierra que inspiró a Hemingway y albergó los sueños del Che.
Bar 'El Floridita, la cuna del Daiquiri'. | Antonio Ramírez

Y entonces lo vi, en una esquina, recargado, con su camisa desabotonada, una sonrisa que ha soportado tormenta y aquella mirada de aventurero. Era una escultura de Ernest Hemingway. Fue ahí cuando caí en cuenta de dónde estaba parado: el lugar de las leyendas. En una tarde cualquiera de años atrás, Ernest bien pudo haber estado ahí celebrando haber pescado un gran pez, o simplemente disfrutando de alguna bebida alcohólica, peleando, riendo o delirando. Me acerqué a la barra y pedí un 'Daiquiri'. En ese instante me quedé en silencio, recargado, observando aquella belleza de ambiente, absorto, bajo un diluvio de sentimientos, mientras la fiesta seguía. Posteriormente, mientras sonaba "Como la flor" en estilo tropical, no pude evitar bailar y celebrar junto a la escultura del viejo marino. Estaba en el bar del patrón.

Al finalizar el tour de La Habana Colonial, la furgoneta se estacionó a las afueras del hotel donde me hospedaba, como devolviendonos a la realidad. Me despedí de mis amigos extranjeros y, con un apretón de manos, cerramos aquella comunión entre países. Ese día me sentí más humano que nunca. Aunque fuéramos diferentes por fuera, aquel día, durante el tour, reímos juntos por los mismos momentos que lo ameritaron, y a su vez, fuimos conmovidos por las mismas tristezas que vimos.

El Catamarán: fiesta flotante hacia un paraíso

El catamarán es una embarcación que se ofrece como una atracción en Varadero y su costo es de 150 dólares por persona. Es sumamente solicitado por los turistas, de modo que es uno de los imperdibles. El tour ofrece barra libre con decenas de bebidas, un DJ para amenizar, puedes nadar y convivir con delfines, buffet, y lo más destacable: te traslada a "Cayo Blanco".

El inicio del viaje fue todo un espectáculo porque un animador hace que los países que van a bordo se presenten entre aplausos y ovaciones, y claro, el característico saludo del respectivo país. Así supe que había personas de Rumanía, Grecia, Rusia, Canadá y Alemania. Por supuesto, la música que hacía sonar el DJ era sumamente variada. A diferencia de México, donde la banda y el reguetón se adueñan de las fiestas, aquí resonaba incluso pop y rock en todos los idiomas. Fue una experiencia interesante que, por supuesto, ya entrado en tragos y con tantas personas de fiesta, es imposible no disfrutar con semejante vista a los alrededores: el mar del Caribe.

Al llegar a Cayo Blanco, de inmediato se siente una diferencia: la arena es demasiado ligera y blanca, al grado que incluso el sol se podía reflejar en ella, flasheando un poco la vista. Nada desagradable; más bien, hacía resplandecer el lugar y lo llenaba de colores. Su agua, sumamente azul y cristalina, era un espectáculo hipnotizante. Y ahí mismo comimos, ya que se ofrece un buffet casi a pie de playa, donde hay carne, pescado y pollo, acompañado de arroz y pimientos. Eso sí, se come entre la fauna: aves que buscan quitarte tu comida y una especie de roedores peludos y negros que corretean por ahí. Nada invasivos, al contrario, se perciben mansos. Es fácil recostarte en un camastro y simplemente observar y perderte entre tus pensamientos y la inmensidad del mar. De prontó, dejé que el horizonte me llevara en un lugar donde es fácil confundirse y pensar que sueñas.

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Antonio Ramírez
  • Antonio Ramírez
  • Editor Web, formado en Comunicación por la UAdeC y forjado en el arte del periodismo. Amante del cine, los libros y las galaxias muy, muy lejanas. Busco historias para narrar con mirada poética.
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