Los desiertos son ecosistemas seductores; quien se adentra en ellos aprende una visión distinta de su conceptualización común. Asociamos al desierto con austeridad, cuando éste vive y se transforma a diario intensamente.
Advertir que en el desierto se forman tormentas y llueve, se encuentra en todos los manuales de supervivencia, que la temperatura puede dar un brusco descenso o que las serpientes prefieren la noche para cazar a sus presas, son posibilidades que han estado siempre, pero que con el debido respeto por la naturaleza, ésta nos recompensa generalmente con atardeceres inigualables, y noches estrelladas de ensueño.
Nuestro país está considerado como el cuarto país con más diversidad de flora y fauna en el mundo, a pesar de la continua destrucción de nuestros recursos naturales.
Al atardecer en este ambiente árido, las nubes toman un color amarillo o rojizo, debido al ángulo de los rayos del sol.
El Sol, nuestra estrella, por efecto de la rotación de la Tierra, atraviesa el plano del horizonte y pasa del hemisferio visible al no visible, ello determina el fin del día.
Las estrellas circumpolares, en cambio, no tienen ocaso. En primavera y verano para el hemisferio norte el Sol se pone entre el oeste y el norte (declinación positiva); en otoño e invierno su ocaso es entre el oeste y el sur (declinación negativa).
La refracción por la atmósfera de los rayos luminosos del Sol motiva que veamos luz cuando el Sol ya se ha puesto: crepúsculo vespertino. Dicha refracción alarga el día y acorta la noche.
Para esta imagen usé una cámara 5D MIII, con un lente zoom 16-35 mm a 1/200 de segundo de obturación a f/7.1 e ISO 100.
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