Que la vida es un ciclo es un dicho tan acariciado que ha perdido cierta fuerza en la conciencia. Ver la vida de Rebecca, Jack y sus big three ir y venir de pasado a presente –y de regreso– tiene un efecto parecido al que provoca la muerte de alguien cercano: nos obliga a ir hacia adentro, a rascar las heridas y los perdones, a revalorar las cosas importantes y la vida que avanza como un tren desde la primera hasta la última parada, siendo estas las únicas en las que todos vamos a coincidir. Lo que pasa al recorrer el camino personal es tanto, que no hay manera de clasificarlo escuetamente en las cuatro estaciones del “naces, creces, te reproduces y mueres”.
Tomas una sola decisión y mueves todas las piezas de tu vida. Si hubiéramos podido ver lo que pasaría con Jack cuando volvió a la casa para rescatar al perrito de Kate, quizá le hubiéramos dicho que no regresara. De haber sabido, habríamos podido advertirle a Rebecca que terminaría perdiendo sus recuerdos o tal vez habríamos podido decirle a Kevin que Sophie era el amor de su vida y a Randall que él mismo sería un padre adoptivo, o a Kate que la relación con su madre sería completamente distinta al crecer.
La vida real no funciona así; los únicos espectadores de lo que va pasando y los que vamos aprendiendo y escarmentando en tiempo real somos quienes avanzamos por cada vagón, cada quien a su paso. En la vida real no hay un montón de gente del otro lado de una televisión, viendo el inicio y resultado de nuestras decisiones, y llorando a mares cada que algo nos espejea. En eso ayudan las series familiares, a reflejar las presencias y las ausencias, pero dudo que haya habido otra que lo haya hecho con la precisión, la cercanía y la extraordinaria edición con la que lo ha hecho esta serie creada por Dan Fogelman.
El manejo del tiempo y las caracterizaciones son excelentes, pero hay que destacar la de Mandy Moore que pasa de ser la mujer joven y fresca que es en la realidad, a la mesurada Rebecca, cuyos movimientos y gestos envejecen y rejuvenecen con la misma facilidad. El equipo de escritores muy probablemente incluye psicólogos y expertos en otras áreas, porque la manera en la que dibujan cada tema es de lo más atinada.
Como la vida misma, algunas temporadas de This is us fueron cansadas y lentas; esta última volvió a tomar ritmo. Tras seis años, la familia Pearson se despide no sin antes recordarnos que la vida también se trata de equivocarse muchas veces y que eso implica generar un cúmulo de pérdidas y ganancias por las que hay que saber transitar, de preferencia en buena compañía.
Los últimos capítulos dejan claro que vivir también incluye soltar todo lo que por una u otra razón ya no puede quedarse, y que esto último no tiene nada que ver con la ausencia de amor, al contrario. De esto va This is us, de nada nuevo, de la vida, de verla desde fuera; un recordatorio de que esta no es eterna ni será siempre bonita. Y al final todos seremos eso: el viaje, las historias y las compañías acumuladas hasta llegar a la última estación.
DAG