En Escocia, meterse al agua helada con poca ropa; en Dinamarca, romper platos azotándolos en la puerta del vecino para demostrarle amistad, y en algunos países de Sudamérica, quemar un muñeco de cartón relleno con artilugios que ya no queremos volver a ver. El planeta está plagado de tradiciones de Año Nuevo que permanecen o se adaptan a los nuevos tiempos.
A decir del académico e investigador de la UNAM, el filósofo Daniel Vargas Parra, el fin de año calendárico es un rito primordial en muchas culturas y, en el mundo antiguo, los cambios de medida del tiempo mediante renovaciones de ciclo era importante como parte del intercambio de ofrendas con la divinidad.
“El aspecto religioso hallaba correspondencia con los presagios de mejores cosechas, augurios de expansión y crecimiento económico y político”, apuntó el especialista.
Vargas Parra recordó que en una época como la nuestra en la que, como ha señalado Vattimo, tendemos hacia el nihilismo ético-religioso, el desfase de estas cargas cíclicas corresponde hacia asociaciones superficiales sobre los mejores deseos en salud, economía, y familia.
“Se anotan esas necesidades de superación personal hacia inesperados simbolismos sobre el color de ropa interior o devorar uvas frenéticamente, justo a causa de un escaso reconocimiento religioso”, opinó el catedrático.
TIERRA DE RITOS
A decir de la más reciente Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México (2011), elaborada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), los mexicanos confían más en la fe, en la magia y en la suerte, que en la ciencia.
Sean vistos como charlatanería o como actos de fe, el estudio del Conacyt señala que un buen porcentaje de la población cree en poderes psíquicos, limpias, homeopatía y acupuntura, prácticas cuyos beneficios son puestos en duda por la ciencia.
Por lo mismo se comprende que los mexicanos hayamos adoptado una serie de rituales que surgen al culminar el año. Y practicamos desde los más antiguos —el cuerno de la abundancia o el borrego de la prosperidad—, hasta los novedosos como el usar ropa interior roja o amarilla, o salir a la calle a pasear una maleta justo al momento que cambia el año.
“Es posible pensar en el ritual de fin de año desde la necesidad de iniciar ciclos y el fin de un tiempo, se presta para simbolizar la renovación y la posibilidad de ser otro”, explicó Vargas Parra.
La tradición del cuerno de la abundancia data varias leyendas, como la que cuenta que Zeus, antes de convertirse en dios, cortó un pedazo de cuerno de su niñera cabra-amaltea y lo dotó de un poder mágico.
En Estados Unidos ese artilugio se usa en el Día de Acción de Gracias y en Latinoamérica se cree tanto de sus bondades que los escudos de Colombia, Perú, Panamá, Honduras y Venezuela tienen cuernos de la abundancia. En México se pone como centro de mesa o detrás de la puerta.
CREENCIAS Y COMERCIO
El borrego de la buena fortuna que se acostumbre regalar data de una tradición europea que siempre ha visto a las ovejas como un símbolo místico de abundancia. En estas fechas se venden en muchos mercados a partir de los 15 pesos.
El kilo de uvas a 160 pesos en fin de año refleja el crecimiento en nuestro país de la tradición de comer 12 de esos frutos. Surgida en España a inicios del siglo XX, luego de una crisis de vitivinicultores, acabar con las uvas mientras se decretan deseos es un ritual que casi ninguna familia perdona en ese país.
Otra de las costumbres que ha crecido en México es la de la ropa interior roja, para llamar al amor, o amarilla, para la abundancia material. De origen reciente e incierto, ésta creencia se pueden ligar con otras más antiguas como la del uso del copal, para ahuyentar las malas energías, y las mismas limpias o baños, pregonadas en los mercados por chamanes, quienes aseguran que eso garantiza iniciar un año completamente renovado.
Vargas Parra señaló que el ciudadano busca reconocerse en una mejor posibilidad de vida frente al nuevo calendario. “Es más una situación emocional relacionada con el impacto de las sociedades de consumo y una cuestión de identidad y pertenencia”.
Claramente, los rituales ofrecen una promesa de ser mejores en roles laborales, eróticos y familiares, que el transcurso del nuevo calendario se encargará de rectificar… o desmentir.