Lo dice Gabriela Jáuregui, a cargo de la edición y prólogo de este libro, cuando habla de las voces, “esas olas expansivas acompañan este segundo Tsunami”, porque siempre está la necesidad de “volver a la palabra, a tender puentes de reflexión y afecto entre muchas”.
Esto es además “el acto colectivo de contar historias que es semilla y fruto de la resistencia”. Abre el Tsunami 2 (Sexto Piso) Marina Azahua con “La rebelión de las Casandras”, con el mito de la antigua Grecia de Casandra y la cualidad de adivinar el futuro, pero nadie le creía, algo que en el siglo XXI, “videntes cansadas” del dolor de asesinatos, infamias y muertes alzan la rebelión. Lydia Cacho acude en “Fragmentos del diario de una feminista” a su historia personal y a detallar los trazos de la “disidencia como camino” que se encuentran en sus primeros cuadernos, “en cada libreta hay un cosmos, un desastre, una esperanza o varias” (pág. 41).
En “Feminismo sin cuarto propio”, Dahlia de la Cerda escribe desde la reivindicación de lo otro, de las enseñanzas de vida, con un breve resumen sobre el feminismo, desde los conceptos importantes hasta la praxis, y que la verdad deja un gran contexto, sobre todo al ejemplificar el papel de los colectivos, puesto que todo obedece a un movimiento que no cesa en “conseguir cambios específicos en situaciones urgentes” (pág. 75), sean las feministas de antes o las de ahora.
“Hacer(nos) casita”, de Diana del Ángel, es un ensayo que parte de su activismo estudiantil a sus nuevas experiencias en cuanto a los distintos discursos que subyacen entre feministas: “Recientemente he podido experimentar esta negociación en el surgimiento de algunas colectivas, posteriores al #metoo, donde nos fue posible escuchar la nuestra palabra –un mínimo común, propone Damián Miravete– a partir del dolor, la solidaridad, la necesidad de sanación, la puesta en marcha de un lenguaje distinto para nombrarnos y nombrar nuestras historias” (pág. 108). Lia García (La Novia Sirena) fluye con “A mares sobreviviremos: metáforas del dolor trans” hacia experiencias que se van a la profundidad: “enfrentar las olas grandes que me han enseñado que para cruzarlas hay que sumergirse hondo o bien, nadar hacia ellas” (pág. 113). Valeria Luiselli aborda en “Agua negra (fragmento del ensayo sonoro Echoes from the Borderlands)” lo que en principio denomina “historia de cobre”, “de entrañas”, “de violencia”, pieza de voces que se despliegan en “la vida” como uno de sus grandes temas. “Temblores en el corazón: Crónica de una geografía emocional”, de Fernanda Latani M. Bravo, profundiza en la relación madre-hija entre el sismo del sur de Oaxaca en 2017 y otros referentes de la autora en su “caminar feminista”. Luna Marán en “¿Quién apagará los incendios?” abre con poesía e intercala la idea de comunidad y de actos colectivos desde la reorganización y defensa de las emociones y el respeto.
Sylvia Marcos, en “Un bosque de mujeres: carta a las zapatistas”, presenta reflexiones teóricas que analizan las propuestas que emergen desde las luchas colectivas de las zapatistas, “la lucha colectiva de sus pueblos”. Una carta en la que incluye una lectura de conceptualizaciones que interconecta con teorizaciones sociológicas, antropológicas y feministas. Texto que remite al Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, realizado el 8 de marzo de 2018, y que retoma parte de la lectura que hizo la Capitana Insurgenta Érika. Ytzel Maya, en “El hambre soy yo”, elabora su discurso a partir del existir, “ser mujer, lesbiana y escribir sobre el cuerpo, sobre la epistemología que forman las escrituras” (pág. 204); se trata de establecer una comunidad desde el texto, “confrontativa, que arde y duele al mismo tiempo, pero que está presente desde la necesidad de nombrarse y escribirse otra” (pág. 204).
Hay más poesía con Brenda Navarro y “4 diatribas y media en la Ciudad de México”: “El corazón,/ los pulmones/ y el esófago no son amigos./ Nosotras tampoco./ Y sin embargo, / sostenemos la vida” (pág. 222).
En el último ensayo de este libro, Jumko Ogata, escritora afrojaponesa y chicana originaria de Veracruz, narra en “Las historias que nos construyen” su voz de resistencia que se va a los orígenes con la escritura como afirmación, “aquí estamos” y “ahora nos van a escuchar”: “Yo escribo sobre quién soy porque en mi historia están contenidas las vidas de mis ancestras y ancestros, de los lugares de los que vinieron, de su fortaleza y de lo que tuvieron que enfrentar.
Escribo porque así es como mantengo viva nuestra memoria y me enfrento al esfuerzo histórico que ha pretendido borrar nuestras voces y nuestra existencia del colectivo” (pág. 237).