Un día, Ligia Urroz se enteró por su abuela de que su trastatarabuelo fue un obispo poderoso que en 1870 embarazó a Josefa, una adolescente que llegó a Nicaragua escapando de quien pasó de ser su protector a victimario.
A partir de este pequeño dato familiar, la columnista de Notivox decidió escribir Por mi gran culpa (Hachette Literatura), una obra de ficción que critica el abuso, la violencia y la culpa, pero que al mismo tiempo muestra la fuerza y la resiliencia femenina.
¿Cómo nació la historia?
De pronto, mi abuela paterna dijo: “Ah, por cierto, su apellido no debería ser Urroz, debería ser otro”, y nos contó que era un apellido compuesto muy largo porque era un obispo español que embarazó a Josefa y que sobrevivió con su hermana en Nicaragua dando clases de música; eso fue todo. A partir, digamos, de esa herida de la familia, fue que me puse a escribir la novela donde todo es ficción, excepto la semilla que te cuento.
¿Te gustan los riesgos?
Sí, muchísimo. Corro riesgos, porque esta historia no es nada fácil. Es hablar de un obispo que violenta a una chava de 16 años, es abuso, pedofilia de una persona del clero y de un alto jerárquico. Sí, es un tema complicado. Todas mis novelas, digamos, necesitan coraje y valentía para poder escribirlas.
¿Qué tan complicado es describir un tema como el abuso?
Me dolió muchísimo contar esos pasajes de abuso en la novela, pero es necesario. Siempre ha existido. Pero te voy a decir una cosa, no es que yo me vaya contra la iglesia; porque digamos que la iglesia es el clero, pero también son las personas de la comunidad. No solamente es el sacerdote, sino que también son las personas que van a misa, las mujeres, niños, toda la comunidad. Escuché al Papa Francisco y él decía que era anticlerical y que luchaba por una horizontalidad de la iglesia; quiere decir que el padre nunca debe ser más que el feligrés, sino que deben estar en el mismo terreno. Porque si no, los abusos de poder se convierten desde que tú te sientas más que el que tienes enfrente, como sucede en la novela.
¿Las mujeres son la parte luminosa de la historia?
Ellas demuestran que son la parte que salva, en este caso particular, a la iglesia, porque son la parte luminosa y, a pesar de haber vivido toda esta cuestión terrible de abuso en Castilla y León y luego llegar a un lugar que ni conocen, una Nicaragua de 1870, un pueblito, para mí, con ella, es darle poder, digamos, a la voz de la mujer dentro de la iglesia.
¿Quieres denunciar el tema en la novela?
Sí, es de denuncia, pero no es un panfleto. Cada que ocupas a la literatura para denunciar algo, lo que tienes que hacer es qu el lector juzgue. ¿Qué pasa en esa historia? Definitivamente, todo lo que ocurrió con Marcial Maciel (fundador de los Legionarios de Cristo), vuelvo a esa idea de que fue por el abuso de su poder.

¿Cómo construiste al personaje del obispo?
Para perfilarlo, tuve que recurrir a mi hija que estudia psicología, y le pedí prestado su DCM-5, que es donde están todas las enfermedades mentales, y entonces dije: “¿Qué puede pasar por su cabeza?" No solo es una persona mala que abusa del poder, sino que tiene un trastorno narcisista de la personalidad que pasa por arriba del sufrimiento y por eso está perfilado psicológicamente de una manera.
Para escribir sus novelas, Ligia Urroz, quien salió de Nicaragua para llegar a México en 1979, siempre realiza investigaciones minuciosas, como la que hizo en Por mi gran culpa.
¿Cómo diseñaste el viaje de Josefa a Nicaragua?
La parte del ambiente en Castilla todavía está fría, todo es oscuro, mohoso, pero de pronto, cuando hace este viaje en barco hacia el Caribe, todo empieza a ser más luminoso y ella se siente más libre porque ya no tiene las amarras de estar siendo agredida por el obispo y ahí es donde se empieza a convertir, digamos, esta parte de oscuridad en luz.
Hay una documentación rigurosa de la época.
Me fascina la investigación. Podría pasar sentada en un escritorio investigando y podría ser mi vida feliz. Para esta novela, fui a museos para ver cómo se vestían las mujeres, al museo naval para ver cómo eran los barcos con el fin de que no hubiera inconsistencias, y te cuento que, de pronto, pasaba dos semanas investigando algo para escribir un párrafo.
El escritor Guillermo Arriaga, amigo de Ligia Urroz y una especie de mentor, dice sobre la novela: “Hay reflexiones sobre el abuso, celos, confusión, muerte, pero a la vez, alegría, ganas de vivir, amor, solidaridad”.
¿Es una novela sobre la fuerza femenina?
Definitivamente. Porque tanto Josefa como Dolores tienen una fuerza brutal y doña María Luisa es genial y todas las mujeres que trabajan en la casa, también tienen una fortaleza que adoro. Quería hablar de la fuerza de las mujeres y sobre todo del tema de la culpa, porque esta novela habla de la culpa primigenia.
¿Cuál es esta última?
Porque Eva le dio la manzana a Adán y por eso ella es la culpable de todo. ¿Pero por qué Adán se la comió? Los dos deben compartir esto. Pero a partir de esta culpa primigenia, digamos, las mujeres tenemos un montón de culpas: la salida a trabajar y dejar a un niño al cuidado de alguien, en vez de decir: “Somos una pareja y entre los dos vamos a educar y ver que alguien se quede en el cuidado de los niños”. Todo este tipo de culpas quiero traerlas a una arena de reflexión con esta novela.
¿Cómo crees que tus lectores responderán a Por mi gran culpa?
Creo que Somoza era una novela que le gustaba mucho al público masculino, porque era de dictadura, de política y también, obviamente, al público femenino. Pero Por mi gran culpa, creo que es una novela muy entrañable para la mujer; también para los hombres, pero creo que para mis lectoras mujeres les va a caer mucho este sentido de reflexionar de por qué tenemos culpa de todo.
Llegaste a México hace más de 40 años. ¿Qué significa para ti?
Es mi casa, el lugar donde soy recibida, donde me ama la gente y donde hice mi familia. A Nicaragua, mi país, no puedo regresar. México es segunda madre, es todo y soy super afortunada de estar en este país. Llegué con mi familia, como dirían vulgarmente, con una mano por delante y otra por detrás, y México me dio las oportunidades para que con ganas de trabajar y de estudiar pudiera salir adelante y, la verdad, me ha ido bastante bien en mi carrera y solo puedo decir que estoy muy agradecida y… ¡soy rockera!

BSMM