¿Qué implica una entrada en el teatro independiente o autogestivo en nuestro país? Primero tiene que haberlas —entradas- y eso nos lleva a una discusión sobre los públicos, si se construyen o no, si las obras le dan la espalda, si las instituciones debieran realizar acciones para fomentarlo, si no existen las estrategias de fidelización de estos y un largo etcétera. Retornando a la pregunta, una entrada al teatro en CDMX -salvo en el comercial que también vive riesgo de pérdidas- implica operar en déficit anticipado, acordado, asumido extrañamente bajo variables sin fin, que van desde el poder adquisitivo de los públicos, su costumbre a la gratuidad, etcétera. Lo cierto es que cada entrada está altamente subvencionada por los espacios independientes y los grupos artísticos.
En los teatros de las instituciones culturales es evidente que puede ser una política de subsidiar a los públicos con boleto barato para cumplir con la obligación constitucional de acceso al derecho a la cultura y, antes de ser inscrito tal derecho en nuestra carta magna, por una misión de políticas de Estado. Sin embargo, antes las instituciones asumían presupuestalmente esa merma entendiéndola como inversión y ello no afectaba a los artistas que recibían un salario más o menos justo por presentarse en teatros oficiales. Esto cambió radicalmente en las últimas dos décadas de PRIAN en donde hubo un retiro sistemático de los organismos del estado de producir los bienes culturales y entonces la merma pasó a ser aplicada a los artistas, que en la mayoría de los casos ya no recibían una nómina que los despreocupara de las entradas.
Los foros o espacios independientes, por solo hablar de CDMX, que no tienen cubiertas nóminas, servicios, rentas impensables, permisos, impuestos y demás, tampoco pueden darse el lujo de cobrar $500 o $700 una entrada (generalmente van de 50 a 200) que apenas equilibraría la balanza. El fenómeno produce un doble subsidio de las compañías y del espacio. ¡Pácatelas! Para ponernos a pensar…
Traspunte
Subsidio pagado por los artistas
El Estado productor, que podía darse el lujo de subsidiar a los públicos, pauperizó a actores y realizadores al mandarlos a taquilla en una cartelera teatral institucional. El subsidio al boleto de obras que entran a las instituciones hoy (salvo UNAM), lo pagan los artistas.