Anagnórisis significa “reconocimiento”. Se trata de un concepto cardinal que se enseña muy de pasada en los cursos de guión, pero ¿reconocimiento de qué? Para entenderlo hay que ver Odessa, película que se presenta como parte del Festival de Cine Ruso y que puede verse gratuitamente en Filmin Latino.
El protagonista es un atractivo periodista que en los años de 1970 llega al puerto de Ucrania con trajes occidentales, actitud de hombre de mundo y mirada a lo Gerard Philipe. Se llama Boris, es interpretado por el galán contemporáneo Evgeniy Tsyganov y viene a Odessa para que su hijo visite a la familia. El niño se llama Valerik y aunque su actuación es mediocre, no arruina, ni mucho menos, una obra que en realidad funciona bastante bien.
Resulta que, como aparece un brote de cólera en Odessa, se cierra el aeropuerto y Boris y su hijo tienen que quedarse en la ciudad, gracias a lo cual pueden conocer la “Perla del Mar Negro” con sus edificios de diseño afrancesado, sus aguas color turquesa y ese sol rojizo que tantas veces hemos visto en la cinematografía rusa. Efectivamente, la fotografía es magnífica. Y sirve, además, para atrapar al espectador en un drama familiar que involucra a toda clase de curiosos personajes, a veces cómicos y a veces trágicos. Están, para comenzar, los abuelos. Ella es una mujer judía que ha terminado por adaptarse al sistema ruso mientras que él ha decidido olvidar sus orígenes hebreos para volverse patriota soviético de tiempo completo. No sucede lo mismo con su hija Mira, quien una tarde anuncia que ha decidido iniciar los trámites para irse a vivir a Israel. Semejante noticia produce en la familia una auténtica revolución. El abuelo y la otra hermana consideran a Mira y a su marido “traidores sionistas” que están dando la espalda a una patria que deberían defender. Boris, el protagonista, observa. Y poco a poco comienza a enamorarse de una vecina que tiene quince años. Con estas peripecias basta para argumentar en torno a los valores de esta película.
Odessa adquiere especial relevancia en el contexto de la guerra civil que está teniendo lugar en Ucrania. La Guerra del Donbás se libra hoy entre quienes sienten, como el abuelo, nostalgia y gratitud hacia Rusia, y los que, como Mira, están convencidos de que podrían vivir mejor en cualquier otra parte. En este sentido es importante recordar que tanto el festival como Odessa han sido patrocinados por el gobierno ruso y son parte de un esfuerzo para dar a conocer la postura oficial de este país en el mundo.
Sucede como con el Festival de cine francés, se trata de generar no tanto propaganda como posiciones favorables hacia el país que patrocina el festival. Y Moscú, en efecto, tiene razones para promover en América Latina la noción de que Ucrania tiene estrechos lazos con Rusia; lazos que no pueden disolverse sólo porque a Estados Unidos le interesa un gasoducto o porque Europa quiera expandir su esfera de influencia todavía más.
La película deja claro que Ucrania comparte con Rusia una historia tan íntima como la que está a punto de surgir entre una niña de quince y este hombre casi treinta años mayor. Y es en este punto que aparece la anagnórisis pues en una magnífica escena climática, Boris reconoce lo que sucedería si se permite acostarse con esta niña.
Odessa es una película hermosa. Tal vez demasiado larga, pero así es esta clase de cine, lleno de personajes y peripecias que demuestran que en el mundo todo cambia para seguir siempre igual.
Odessa
Valeriy Todorovskiy e Irina Tretyakova | Rusia | 2019
AQ