Cultura

Irreverencia | Por Ana García Bergua

Husos y costumbres

Mark Twain, más allá de sus novelas, fue un pionero del humor político. Su legado como orador satírico influyó en la comedia estadunidense, que hoy es censurada debido a que, como Twain sabía, la irreverencia es clave para la libertad.

Estoy leyendo un libro maravilloso, una biografía ilustrada de Mark Twain de Geoffrey C. Ward y Dayton Duncan, basada en un documental de Ken Burns. El material gráfico es apasionante, pero además cuenta cómo el joven Samuel Clemens (su verdadero nombre), que había sido ayudante de impresor, piloto de barcos de vapor en el Mississippi e invirtió en unas minas que fracasaron, hacia 1868 comenzó a ganarse la vida dando conferencias por todo el territorio de los Estados Unidos para convertirse después en una celebridad mundial, a raíz del éxito de un cuento suyo publicado en el New York Saturday Press –su famoso cuento de la rana saltadora– y del de sus novelas, cuentos y textos burlescos.

A pesar de gozar de gran renombre como escritor y periodista, nunca abandonó las presentaciones públicas, en las que hacía reír a una audiencia cada vez más fiel y multitudinaria, ansiosa de divertirse pero también de escuchar a Twain hacer sátira de todo lo humano. Discípulo del humorista Artemus Ward (seudónimo de Charles Farrar Browne), si Twain no creó el género del stand-up –una pequeña historia humorística contada por un presentador que podría o no ser un actor–, todos los que ahora lo practican le deben muchísimo al autor de Huckleberry Finn.

Al igual que Twain en sus conferencias, que en medio de sus cuentos y ensayos criticaba las costumbres de todo el mundo, incluidos los políticos, en Estados Unidos existen desde hace décadas presentadores de programas de variedades que arrancan con un breve monólogo en el que comentan con burla las noticias y la política. Como era de esperarse, estos presentadores-comediantes se han cebado en la ridícula figura del actual presidente de aquel país y es de llamar la atención que los ataques a la libertad de expresión hayan comenzado por ellos: los programas de dos de estos cómicos excelentes y muy inteligentes, Stephen Colbert y Jimmy Kimmel, han sido retirados del aire por amenazas del gobierno a las compañías que los patrocinan.

En su texto “Un candidato presidencial”, Twain se propone como candidato. Afirma que para que no haya dudas sobre su pasado, va a develar todas las partes oscuras; entonces cuenta cómo obligó a su abuelo reumático a trepar un árbol porque roncaba, enterró a su tía debajo de un viñedo para fertilizarlo y declara que a los pobres hay que enlatarlos. Y al final dice: “Pero me recomiendo a mí mismo como un hombre seguro, un hombre que parte de la base de la depravación total y se propone ser diabólico hasta el final”. En sus notas para Un yanqui en la corte del rey Arturo, escribió que la irreverencia es la defensora de la libertad y su única garantía. Al parecer tenía razón.

AQ

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Ana García Bergua
  • Ana García Bergua
  • Autora de novela, cuento y crónica. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2013 por La bomba de San José y Premio Nacional de Narrativa Colima 2016 por La tormenta hindú. Recientemente publicó Leer en los aviones y Waikikí, junto con Alfredo Núñez Lanz.
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.notivox.com.mx/cultura/laberinto
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