Cultura

'Impasse' | Por Ana García Bergua

Husos y costumbres | Nuestras columnistas

En la vida hay que esperar para tantas cosas que la vida misma se convierte en una gran espera.

Ni para detrás ni para adelante, hay que esperar. Esperar a que se resuelva un trámite, recibir una noticia, hacer un estudio médico, a que llegue o se vaya, a que se sepa qué pasará, que salga el resultado, que decidan quién, a que pase esto, a que todo pase, mejor no, que no pase. Y sólo esperar, qué tormento.

Esperar es una actividad que agota, diríase que es un disfraz de actividad, como cuando las madres tejen o leen con paciencia ejemplar mientras esperan a que sus niños estudien canto, karate o lo que sea. Espera la gente haciendo cola para tomar un camión, recibir las tortillas, subir al avión. Los que esperan turno en los hospitales, o peor, los que esperan a que terminen las operaciones de sus parientes, los que se torturan en el consultorio sabiendo que tarde o temprano el médico les dará una noticia. La gente que espera en una sala fría e imagina cómo pasa un papel de mano en mano, de firma en firma, hasta que se cumple un trámite. Las embarazadas que esperan a que el niño se logre, como un pastel en el horno o un guiso de fiesta. Los presos que esperan la condena, la sentencia del juez.

Hay lugares hechos para esperar, salas donde sentarse a mirar relojes y ventanas, pero hay esperas que no tienen lugar: esperas largas sobre las que hay que vivir las minucias y los pleitos de cada día en el absurdo de Vladimir y Estragón. Debajo de todo ello, como una serpiente fría entre túneles de barro, se desliza la espera: ¿de verdad llegará Godot?, ¿importará cuando llegue? Los poetas siempre lo dicen mejor: “Estoy ausente y estoy presente en estado de espera”, escribió Huidobro en “La poesía es un atentado celeste”, esperando el poema.

Imagino que los animales esperan, a su modo: el león, a que aparezca la presa; el perro, a que llegue el amo y lo lleve a pasear. Mientras tanto, ambos duermen. ¿Esperan dormidos los insectos a la noche? El sueño es su manera de esperar. En cambio nosotros distraemos a la espera con nuestros celulares infinitos, con libros, tejiendo los minutos, las horas, puntada a puntada, fantaseando con posibilidades: en la mente dibujamos todos los desenlaces posibles y sus ramificaciones, vivimos la gloria o la tragedia en el aire de la incertidumbre.

Algunas esperas emocionadas nos ponen a actuar, febrilmente, a trabajar en esto o lo otro, organizar comidas o viajes, tejer y planchar, a darle empujones a la rueda del tiempo para que pase deprisa. Otras, simplemente, nos espantan el sueño a la medianoche con su ácido cuando hemos pasado el día tratando de olvidarlas. ¿Despertarán igual los animales de su sueño, las plantas a la espera del sol o la lluvia?

La vida, ya sabemos, no es sino una larga espera.

AQ

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Ana García Bergua
  • Ana García Bergua
  • Autora de novela, cuento y crónica. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2013 por La bomba de San José y Premio Nacional de Narrativa Colima 2016 por La tormenta hindú. Recientemente publicó Leer en los aviones y Waikikí, junto con Alfredo Núñez Lanz.
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.notivox.com.mx/cultura/laberinto
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