Ajusta su pañuelo verde a la correa de piel que le cruza el pecho. Recién lo desató de su muñeca para que no se olvide evidenciar la lucha por la que atraviesa su natal Argentina. Como lo apunta desde un principio, no está inmersa en el mundo de la literatura, sino más inclinada al cinematográfico.
María Eugenia Ratcliffe, quien firma sus textos simplemente, aunque con mayor peso, como Ruge Ratcliffe, fue recientemente galardonada con el Premio Latinoamericano de Primera Novela “Sergio Galindo”, que otorga la Universidad Veracruzana. Su novela Japen fue seleccionada entre 197 manuscritos enviados de diversos países.
“La mujer debe reencontrarse consigo misma —afirma paseando, suave, su mano derecha por el pañuelo amarrado a su bolso—. Es lo que intento reflejar en la novela, en donde la protagonista, quien recién termina una relación de nueve años, comienza a explorar su sexualidad con personas que conoce a través de aplicaciones de citas. Ella lo hace desde un lugar de mujer deseante, y no sólo de objeto de deseo, lugar al que nos tienen acostumbradas a ocupar a las mujeres”.
Con acento porteño, comenta que busca también describir las interacciones que tenemos desde la virtualidad que permea el mundo actual. Para Eugenia, en cada conversación de Facebook, Instagram o de estas aplicaciones de citas, tomamos el papel de un personaje al cual nos adaptamos; creamos un perfil en el que nos vamos sumergiendo conforme vamos avanzando en esa interacción.
“Pueden darse desde un celular; estas interacciones generan relatos que resultan apasionantes y son un territorio, creo que aún inexplorado en la literatura y en el cine”.
La escritora argentina, quien con frecuencia echa hacia atrás su cabellera castaña que una y otra vez cae sobre su rostro, da un sorbo a su vaso de café y apela por una transversalidad del arte y la literatura. Pone de ejemplo al fotógrafo Jon Rafman, quien utiliza el Google Street View como fuente de imágenes, de las cuales realiza una curaduría y presenta el resultado que bien puede leerse como un fotorreportaje.
“En mi caso, esta transversalidad se da por la vía del rescate de las conversaciones que tenemos en lo cotidiano; en equivalencia al trabajo de Rafman, yo también pienso que el arte está ahí, se da por sí solo”.
Entusiasmada, busca en su celular un artículo que publicó, en donde realizó un cadáver exquisito con “la poesía del buscador de Google”. Y no miente, pues con un par de palabras, las cinco o seis sugerencias que da el buscador, pueden leerse como poemas cuyas líneas comienzan con la repetición de una frase.
“Pienso que se trata de un registro de nuestra actualidad, las huellas están ahí. Es un ejercicio que aplico constantemente con mis alumnos de Guión; les pido crear una historia a partir de los diálogos de sus charlas en redes sociales”.
Eugenia da un extenso y último trago a su café. Ella no cree en solemnidad de la literatura:
“Debemos alejarnos de esa idea que publicar requiere un lenguaje específico, solemne; yo en Buenos Aires, por un tiempo, lo creí, pero dentro de esta exploración supe que no era así: si publicamos algo y en diez años no pasa nada con ello, ya, vuelta a la página. En la novela intento jugar, y más bien retratar, con las faltas de ortografía, que están presentes en la mayoría de nuestras conversaciones”.
La también realizadora y guionista, ha sido reconocida en el ámbito cinematográfico por el Fresh Film Festival, Milano Film Festival, La Mujer y el Cine, entre otros festivales. Siempre enfocada en temas de género y en la resignificación del rol femenino en la sociedad.
Con una mano extiende el vaso del café vacío sobre la mesa; con la otra vuelve a rosar, suavemente, su pañuelo verde.
ÁSS