Ciudad de México /
Afuera estaba Dios, a sol abierto.
Tus cabellos dan bronce a las campanas.
El cielo abrió puntual
cuando abriste los ojos.
Hay una astabandera desvelada
al centro de mi respiración en vilo.
Sopla un aire irredento
ostentando tu cuerpo.
Todo resuena dentro de la voz
si dices a los pájaros.
Volará la memoria hasta el ajado filo
de la luz: esta navaja corta,
parpadea así el momento para que mi ceguera
pueda verte.
Dame la fronda de tus manos,
hay estado de sitio en el combate de la almohada:
huele a ciudad metida en los bolsillos.
Cántame, pues, huérfano minuto,
porque mi tacto se quedó sin habla.
ÁSS