Año de 1907. El mundo occidental vivía una aparente calma. En Europa y América estaba echada a andar la maquinaria del progreso económico. Los viajes en ferrocarril y en barcos de vapor se intensificaron. Americanos de todo el continente querían viajar a Londres y a París para traer de vuelta a sus ciudades toda la cultura cosmopolita de la belle époque, con sus utopías de crecimiento económico y la salvación social e individual basada en la aplicación de la ciencia, la razón y la técnica.
Sin embargo, en la mente de varios artistas, en especial de Hispanoamérica, algo les perturbaba, no creían ya en esa cultura del progreso y decidieron romper con ella.
En ese año, en Francia, Pablo Picasso quebró las formas convencionales de la pintura realista y manipuló a su antojo los límites del espacio en Las señoritas de Avignon, cuadro basado en la observación de esculturas africanas. En el mismo 1907, y también en París, murió el mexicano Julio Ruelas, quien en sus últimos años cambió la pintura mexicana de manera radical al dotar de expresión, vivacidad y sinrazón a una gráfica estática y decorativa vuelta moda en el México de la década de 1900.
La ciencia y el progreso improductivo asfixiaron el ambiente, de ahí la necesidad por parte de los artistas de renovar los valores éticos y estéticos. Con esos pequeños guiños y pincelazos nacieron las vanguardias en Hispanoamérica. Dice el investigador Alfonso Ruiz Soto que en México, esta revolución por transformar la vida cultural la inició un grupo de jóvenes que un año antes del comienzo de la Revolución mexicana luchó contra la “violencia del positivismo, convertido en la filosofía oficial” del gobierno de Porfirio Díaz, y “propuso un retorno al humanismo”.
Mientras tanto, en el extremo sur de América, en Argentina, y por la misma fecha —de acuerdo con la investigadora Ivonne Bordelois— surgió otro movimiento de renovación cultural, el Grupo Parera, cuyos integrantes también querían “destruir los mitos burgueses” a través de la irracionalidad y la transparencia y derrotar así tanta “floración, romanticismo y barroquismo” que dominaban las letras argentinas del momento. A la par de la construcción estética de las vanguardias como hecho de transformación cultural, se conformaron obras literarias que contenían esta mirada de cambio en la forma y el fondo.
¿Cómo romper con la métrica, el ritmo modernista y romántico que prevalecía en ese instante que de tanto escribirse tenía a muchos con el agua hasta el cuello? La respuesta llegó por varios caminos: escribir como si no hubiera límites entre los géneros literarios y regresar a la tradición y la lengua de los pueblos de América. Así nacieron dos obras clásicas pero poco leídas en la actualidad, que cambiaron las letras americanas en español y fincaron las bases para lo que vendría con las vanguardias y los “ismos”: Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes y El cencerro de cristal de Ricardo Güiraldes, ambos textos son poemas en prosa, ensayos líricos, algo inédito que nació hace 100 años, en 1915, fecha en que volver al humanismo y a la tradición se convirtió en la vanguardia.
Para conocer el clima cultural en que nacieron estas dos obras fundacionales para las letras contemporáneas en español, así como para comprender su aportación y vigencia, entrevistamos a cuatro investigadores y escritores quienes conocen bien esta etapa. Los mexicanos Rose Corral y Alberto Enríquez Perea, la ensayista de origen argentino Liliana Weinberg y el crítico colombiano Sebastián Pineda.
¿Qué ocurría en las letras europeas en 1915?
Visión de Anáhuac y El cencerro de cristal, publicados en 1915, fueron inspirados por la lejanía de sus autores de sus respectivos países. Muchos de los poemas y temas pamperos sudamericanos de El cencerro de cristal fueron escritos y pensados en París, mientras que la Visión…, escrito en Madrid, es todo un acto de nostalgia por el Valle de México.
Para Alberto Enríquez Perea, en España por aquellos días de 1915 “ya estaban conviviendo dos generaciones: la del 98 y la del 1914, es un movimiento que ya no está a gusto con la política española y están volteando a ver qué ocurre en otros lugares, entre éstos, América. Hay un desencanto en España y los intelectuales piensan que no debe seguir como está, hay una fuerte crítica a la economía y la política española y eso lo dicen Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset, Azorín, el propio Juan Ramón Jiménez habla de que debe haber una nueva época para España, hecho que se concreta en 1931 con la llegada de la segunda República, es un periodo de revitalización”.
El colombiano Sebastián Pineda, autor de La musa crítica (El Colegio Nacional, 2007), libro sobre la “ciencia literaria” de Alfonso Reyes, asegura que en España, cuando llega Reyes en 1914, ya había ensayistas que estaban interesados en la cultura y el paisaje, como Azorín. “Reyes aprende de él y de Pío Baroja quien le da dimensión lírica a los paisajes españoles, y cuyos personajes se pierden en las montañas de España. Reyes no hubiera escrito Visión de Anáhuac sin conocer esta literatura española contemporánea, no lo hubiera hecho sin leer antes En torno al casticismo de Miguel de Unamuno, ensayo clave porque ahí describe los paisajes y hace una radiografía de la cultura. Azorín y Unamuno se alejan de los géneros tradicionales pues sus textos no son ya prosa ni narrativa ni relato”.
En la Francia que conoció Reyes, y que en la que habitó Ricardo Güiraldes desde 1910, el tema de la época era descifrar el mundo y conocerlo de manera sensible, así muchos escritores aún estaban nutridos de ese simbolismo, de “esa literatura francesa que duró hasta mediados del siglo XX”, menciona Rose Corral, académica de El Colegio de México. Pero después, en esa Francia “comienza a cobrar importancia el trabajo sobre la ‘forma’ y el trabajo de cincel del autor se va alejando de la subjetividad y emotividad propias del romanticismo, de las búsquedas sonoras y las exigencias herméticas de los simbolistas y modernistas para buscar la transparencia y equilibrio de una forma pulida y perfecta”, según comenta la escritora Liliana Weinberg.
La profesora Corral piensa que tanto Reyes como Güiraldes desearon descubrir ese momento como lo hicieron sus maestros simbolistas, pero “sin desnaturalizarse, sin caer en el dilema de la imitación. Ellos quieren hablar de su América con originalidad. Algunos escritores en ese momento imitaban lo que se hacía en Europa, eran muy europeizantes. Es Reyes quien enfrenta esas falsas oposiciones y piensa que se puede ser mexicano y universal a la vez, y algo de eso hay también en Güiraldes. Ni uno ni otro son patrioteros o chauvinistas. Güiraldes combina su conocimiento de la poesía simbolista con la necesidad de expresar lo propio y se dan cuenta que deben hacerlo sin el exotismo o lo folclórico que era lo que le molestaba a Reyes. Güiraldes quiere encontrar en el paisaje un nuevo lenguaje, se sentía continuador del Martín Fierro de José Hernández, poema fundador en Argentina, mientras que Alfonso Reyes reflexiona sobre la identidad mexicana”.
¿Por qué regresar a la tradición de América?
El escritor y autor de Alfonso Reyes en los albores del Estado Nuevo Brasileño, Alberto Enríquez Perea, afirma que la idea de voltear a América estaba en el aire. “El filósofo español José Ortega y Gasset va a Argentina y habla del por qué en España se han olvidado de América; ese elemento va a reforzar la idea en Reyes de que es necesario dar a conocer a México y al continente en España. En ese instante ya hay americanos en España y ellos buscan hermanar a los pueblos de la cultura española para reivindicar el pasado”. Dice que había un movimiento impresionante reivindicando a América pero también a España; están evocando a toda Hispanoamérica. Por aquella época vino a México Ramón del Valle Inclán quien hizo referencias en torno al país.
Sebastián Pineda ha reflexionado sobre esta necesidad en ambos lados del Atlántico de tener una “expresión americana”, que en la década de 1950 pensara el gran gongorista José Lezama Lima, expresión que nació en tiempos de Alfonso Reyes: “un gran estudioso de la poesía de Góngora que llenó de imágenes y visiones a las letras en español en respuesta a la reforma iconoclasta del protestantismo. Él ya había escrito sobre Góngora en 1911 en su libro Cuestiones estéticas, y cuando llega a España ve que hay otros escritores que también rescatan esta forma de describir el mundo con imágenes a través de las palabras. Es un viaje de ida y vuelta para expresar lo nuestro en paisajes”.
Para Rose Corral esta urgencia de explorar lo americano es porque el continente hasta ese momento no tenía voz, “esa necesidad de expresión de lo americano es la búsqueda de lo propio, por ello una de las principales revistas argentinas se llamará Martín Fierro que integra Güiraldes al lado de los jóvenes de la vanguardia argentina, como Oliverio Girondo”.
Letras y pensamiento
Para entender cómo fue que estos autores transformaron las letras e incidieron en la creación de lo más progresista de la literatura y el pensamiento en español, Sebastián Pineda, también autor de la Breve historia de la narrativa colombiana, asegura que se debe observar qué pasaba en el arte por aquellos años. Para explicar qué es Visión de Anáhuac como precursora de las vanguardias, en especial del cubismo, dice Pineda que observemos los paisajes del Valle de México que pintó José María Velasco (1840–1912), los altiplanos transparentes, la simetría, la realidad sin bruma del Anáhuac como se veía en el arte en el siglo XIX para después contrastarlo con el cuadro Paisaje Estilo Zapata que Diego Rivera (1886–1957) pinta en ese año de 1915; es el mismo valle pero cubista, “ese cambio entre Velasco y Rivera se observa también en el texto de Alfonso Reyes, ya que en Visión de Anáhuac hay partes muy reales, muy plásticas y representativas al estilo de Velasco, pero de pronto Reyes también utiliza la técnica cubista de Rivera, ya que ve al Valle de México desde todos los ángulos, lo desdobla en planos, lo ve con los ojos de un mexica prehispánico y luego con los ojos de un conquistador español; además, observa cómo la ciudad se fragmenta al reflejarse en el agua del lago como cuando describe a Tenochtitlán: ‘Dos lagunas ocupan casi todo el valle… sus aguas se mezclan con ritmos de marea… En la mitad de la laguna salada se asienta la metrópoli, como una inmensa flor de piedra’, es una imagen cubista por excelencia”.
Reyes y el cubismo
Reyes fue el primero en reseñar y defender el cubismo de Diego Rivera, primero en París hacia 1914 y después en la primera exposición vanguardista en Madrid, la exposición de Diego Rivera en marzo de 1915, esto lo cuenta Reyes en un texto llamado “Derecho a la locura”, donde defiende y define al cubismo como la capacidad de observar un objeto desde todos los lados “y esto es lo que hará Reyes con Visión de Anáhuac”. Al respecto, Rose Corral dice que “Visión de Anáhuac se anticipa a los muralistas pues es un fresco, una recreación mural de México”. Por ello, para la profesora del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, Liliana Weinberg, este texto “constituye una gran pieza literaria de innovación, en la que Reyes incorpora innúmeras lecturas y referencias, así como su aprendizaje sobre las vanguardias para dialogar no solo con la literatura, sino con la plástica y la música. Retoma el cruce de sensaciones del modernismo para hacer un guiño al posmodernismo con ciertos gestos de vanguardia como los que estaba dando el cubismo”.
En el caso de Ricardo Güiraldes, autor de la afamada novela Don Segundo Sombra, los expertos lo consideran todo un precursor las vanguardias hispanoamericanas. “Güiraldes se encuentra con los vanguardistas argentinos, con Girondo, con Borges, encuentra un diálogo con ellos, por ello financia la revista Proa de 1924 a 1926. Los escritores que eran más jóvenes que él reconocen sus cualidades, al lado suyo también estaba Roberto Arlt, que venía del espectro de la marginación. De hecho Güiraldes es oidor de El juguete rabioso de Arlt, una novela sobre la crueldad de la ciudad, parece ser que es Güiraldes quien le da el título al libro de este autor que se está leyendo mucho hoy en día en Argentina”, recuerda la maestra Corral.
Poema en prosa: visos de cambio
Pero ¿qué tenían estas obras en su estructura que fueron diferentes? “En El cencerro de cristal hay antecedentes de vanguardia, es un poema en prosa, donde hay una gran experimentación en la forma de hacer poesía. En el libro está presente el tema del viaje que antecede a los Veinte poemas para ser leídos en el tranvía de Oliverio Girondo, cuando en el poema ‘Paseo’ del El cencerro dice Güiraldes: ‘Se dispara sobre impecable asfalto, se agujerea una montaña y se redispara, en herradura, costeando océano y venteándose de marisco… Y luna calaverando’, es sobre un viaje a Río de Janeiro pero mezclado con el humor, eso antecede a Girondo. El tema del viaje es de vanguardia, hay un espíritu juvenil que anticipa los ismos en América, además de que su otro libro de 1915, Cuentos de muerte y de sangre, está plagado de temas borgianos”, asevera Rose Corral, quien también piensa que su innovación está en esa prosa poética y en ese regreso al tema americano, como también lo hace Visión de Anáhuac.
Sobre esto, como lo dice el escritor Enríquez Perea, “Alfonso Reyes es de los primeros en preocuparse por reivindicar América como el lugar en donde las utopías son realizables con el conocimiento de nuestro pasado, pero contado en un poema en prosa que es una evocación, un gran fresco en prosa como lo dijo alguna vez Octavio Paz”. Visión de Anáhuac, según Alfonso Ruiz Soto, contribuirá a hacer la renovación cultural en nuestro idioma, en él se combinan géneros, pues, “no es cuento ni ensayo ni crónica ni ficción ni poema, es todo eso y algo nuevo a la vez”, menciona Sebastián Pineda.
Comentario similar al de Liliana Weinberg quien reflexiona en torno a este texto centenario que tiene la posibilidad de engarzar fuentes históricas, etnográficas, crónicas, testimonios de viajero a América, síntesis de datos del pasado y apertura al mundo de utopía: un tema que siempre acompañó a Reyes. “Es un cruce de fronteras e integración generosa de elementos diversos, una visión en una etapa de aceleración del tiempo y el ritmo vital de los nuevos medios de comunicación que demandaban repensar la relación entre historia e instante. Es un modelo de poema en prosa por el lirismo que irradia, pero también del ensayo en cuanto hay un esfuerzo de interpretación, hay un disfrute y una delectación por la propia tradición de la que provienen las piezas engarzadas en el conjunto y en esto podría comparárselo con la estética de Güiraldes”, además de que ambos hacen sus obras como una respuesta a quienes defendían el costumbrismo y el color local, asegura Weinberg.
¿Cómo se leen ambos trabajos a 100 años de distancia?
Para Alberto Enríquez Perea Visión de Anáhuac es un texto muy actual, que sirve para conocer el pasado de la Ciudad de México, conocer el esfuerzo y la vida de quienes construyeron esta capital. Sirve para vivir la ciudad en democracia y en libertad.
El colombiano Sebastián Pineda, sin embargo, tiene reparos ante esta obra alfonsina a 100 años de distancia, una crítica no tanto al texto pero sí a sus reseñistas literarios: “los críticos han endiosado a Visión de Anáhuac al punto de lograr eclipsar el resto de la obra que Reyes escribió en España como El suicida, libro que es de mucha más vanguardia, con una prosa de ideas autorreferencial, donde Reyes explica al mundo a través de obras literarias, de esto va a beber Jorge Luis Borges y Octavio Paz quien hace verdaderos ensayos–poemas. Pero el primero que lo hace es Reyes con El suicida, pero la crítica en México ha sido tan nacionalista que lo único que los ha satisfecho es Visión de Anáhuac. Además, este libro de Reyes arrastra sedimentos de positivismo, con esa idea del progreso en donde dice que tres razas han trabajado en la desecación del valle, sin dar oportunidad de poder convivir con los lagos, ahí acepta el desagüe y la lucha contra la naturaleza, ese hecho civilizatorio que sólo se concentra en la meseta del Anáhuac. Un centralismo que también compartió con Borges al no salir de Buenos Aires ni de los espacios de la literatura universal”.
Rose Corral piensa que el texto de Reyes ha sido anquilosado por su falta de relectura, al igual que los textos de Güiraldes. El cencerro de cristal se debe sacar del costumbrismo y de la gauchesca, sacar ambos textos de la corriente de la tierra y del regionalismo sería ponerlos en su contexto real, y como diría Liliana Weinber, esto serviría para no verlos como una instantánea muda, cristalina y suspendida en el tiempo, sino como innúmeros diálogos, nuevos modos de mirar y de decir, nuevas prácticas propias de los viajeros culturales que tuvieron una forma distinta de entender el curso de la historia.
América, lugar de encuentro y desencuentro
A pesar del interés de Alfonso Reyes por conocer a Ricardo Güiraldes, contemporáneos en toda la extensión, éstos nunca llegaron a estar cara a cara. En 1926 cuando Reyes viajaba de Francia a Argentina para hacerse cargo de la embajada, Güiraldes enfermo regresaba a Francia donde moriría en 1927, en plena vanguardia. Así lo recuerda Alfonso en un poema de 1929: “Llegaste cuando yo no estaba y yo vine cuando habías partido, y nuestra alianza queda encinta de todo lo que pudo haber sido…”.