La desaparición de programas y hasta de dependencias de la Secretaría de Cultura federal ha recrudecido la inobjetable vulnerabilidad del ecosistema cultural mexicano. Este, el ecosistema, se construyó a lo largo de décadas de trabajo de los agentes culturales y artistas a costa de mucho sudor y sacrificio. Hoy está quebrado y urge un recuento de los daños. La sensación general con gobiernos priistas, panistas y ahora morenistas es que siempre andamos “pagando porque nos alquilen”. El movimiento No Vivimos del Aplauso puso de manifiesto casi desde principios del sexenio que tampoco con el gobierno lopezobradorista la relación artistas-Estado iba a ser buena.
No dimensionábamos que iba a ser catastrófica al grado de que los propios senadores de Morena propusieran —como hicieron en fechas recientes— modificar la Ley Federal del Trabajo para proteger a los artistas a los que se detectó en grave vulnerabilidad y prácticamente sin derechos laborales. Sin duda lo ha hecho muy bien la secretaria de Cultura Alejandra Frausto, cumpliendo obedientemente con el encargo.
Otro de los programas en vías de extinción del gobierno federal en el ramo es el PAICE (Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural de los Estados), que pasó de tener en el sexenio anterior 600 millones de pesos a ¡¡¡20 millones de pesos para todo el país, para todos los estados y municipios!!! Ni de a un millón por entidad federativa. “Es que era una robadera”, repetirá la Frausto una y otra vez con lo cual excusa a su secretaría de la vigilancia de la aplicación de los recursos. Y no es que le falte razón: en el pasado los gobiernos estatales y municipales se servían con la cuchara grande en el apetitoso banquete del PAICE. Unas veces para verdadera y necesaria infraestructura y otras, no pocas, para la típica casa de la cultura o museo que después no tendría ni encargado ni presupuesto para operar por los siglos de los siglos hasta caerse a pedazos. Otra vez, la aplanadora pasó por encima de los justos pagando por los pecadores.
Continuará…