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La lucha de Daniel blake

Daniel Blake va enfrentándose a una serie de burócratas que en su mayoría evidencian un placer sádico en cada ocasión en que le niegan ayuda ante su absurda situación.

En 1810 apareció completa la magistral novela de Heinrich von Kleist, Michael Kohlhaas, en donde un comerciante de ese nombre sufre un acto de arbitrariedad por parte de un noble de Sajonia, pues le confiscan sin razón sus dos caballos mientras pasa pacíficamente por sus dominios. A partir de ahí comienza la lucha de Kohlhaas para recibir justicia, primero por medios pacíficos y legales, y después por medios violentos como la quema de la propiedad del noble y un asalto en su contra con un ejército de 400 hombres, pues a cada paso se enfrenta con un nuevo fallo en su contra, producto de las influencias del noble y la corrupción imperante. La novela fue tan importante como símbolo de la lucha del hombre de a pie contra la arbitrariedad de un poder que en última instancia le cuesta la vida; también fue una influencia explícitamente reconocida por Kafka, quien como sabemos dedicó buena parte de su obra al drama contemporáneo del individuo estrangulado por una burocracia jurídico-administrativa de la que no tiene escapatoria.

Yo, Daniel Blake, la más reciente película de Ken Loach (en exhibición actualmente en la Cineteca Nacional), se inscribe claramente en la tradición de las obras de Von Kleist y Kafka, pues el protagonista es un hombre de 60 años que vive en Newcastle, Inglaterra, quien luego de sufrir un infarto aún no ha sido autorizado por su médico para volver a trabajar, pero que pierde su pensión por incapacidad, pues el veredicto de los burócratas del Servicio Nacional de Salud británico es distinto del parte médico oficial, con lo cual lo obligan a buscar un trabajo que, de conseguirlo, pondría en peligro su vida. Con una voluntad inquebrantable, Daniel Blake va enfrentándose a una serie de burócratas que en su mayoría evidencian un placer sádico en cada ocasión en que le niegan ayuda ante su absurda situación, incluso cuando se encuentra al borde de ser echado a la calle por falta de dinero. En algún momento conoce a Katie, una madre soltera de dos hijos, igualmente desempleada, y forman una especie de cofradía de desposeídos, vinculados en un principio por su desesperada lucha ante un sistema impersonal, frío y despiadado, pero que hallan en la amistad, la solidaridad, el cariño fraternal y las risas un refugio temporal, intermitente, de valor incalculable.

Como suele suceder en las contiendas desmedidamente disparejas, el único recurso con el que Daniel Blake cuenta es un gesto simbólico, con el cual si bien no logrará doblegar en ese momento a la burocracia del Estado neoliberal que lo conduce lentamente a la extinción, sí obtendrá una redención pública. De ese modo, al menos durante el instante en el que los exhibe por lo que son, se produce una inversión donde el mundo recobra la cordura, y un hombre de 60 años que lleva 40 trabajando sin contar con gran cosa a cambio se convierte en un héroe, y los representantes de un Estado cuya principal tarea en la actualidad es producir y hacer respetar leyes que en su mayoría benefician a la élite que lo sostiene, aparecen como simples mercenarios sin ningún tipo de moral ni dignidad, que prefieren aniquilar a un hombre con quien en el fondo tienen más en común, en lugar de oponerse así sea ligeramente al sistema despiadado, regido en lo más alto por personas que secretamente también a ellos los desprecian.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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