Sus extraordinarias habilidades como narrador y el interés que despiertan sus tramas han contribuido a la popularidad de sus relatos y personajes, pero desafortunadamente han servido también para hacernos pensar en Edgar Allan Poe como en un autor sencillo, el tipo de escritor que sirve para iniciar a un estudiante en la literatura. Con Poe. El trauma de una era (Octágono, México, 2015), Óscar Xavier Altamirano ha querido restituir la complejidad estética y filosófica del autor de El cuervo. El reto ha sido enorme —construir el universo intelectual que nutrió la obra de Poe— y el resultado, como puede comprobarse en la siguiente conversación, completamente estimulante.
Buscadores de Internet como Jstor, que concentran artículos académicos, arrojan más de 12 mil resultados para Edgar Allan Poe. Tampoco escasean libros sobre su figura, en forma de ensayos y biografías, además de las ediciones regulares de su obra. Amazon arroja 22 mil resultados solo en libros. ¿Por qué escribir un libro más sobre Poe?
Porque, paradójicamente, en ninguno de los libros que tuve la oportunidad de consultar encontré respuestas satisfactorias a mis preguntas. Cuando llegué a la Universidad de Yale, para hacer el acopio de materiales, me encontré con más de mil 800 fuentes bibliográficas, aún no digitalizadas, repartidas en las distintas bibliotecas. Eso fue en el año 2001. Al menos la mitad de ellas no eran libros de Poe sino sobre Poe. No son tantas si consideras que sobre Shakespeare y Cervantes había alrededor de 18 mil. Es uno de los acervos más completos. La Biblioteca Pública de Nueva York, que es excelente, contaba casi con 500 entradas solo de libros sobre Poe. Los números de Amazon, por no hablar de Google Books, te dan una idea de que la gran mayoría son ediciones de su obra, que se acumulan año tras año. Jstor reúne la mayoría de los materiales relevantes en el mundo académico; algunos datan de varias décadas atrás. Pero se trata de materiales que abordan temas muy específicos; desde un ensayo breve que se propone analizar un poema o el nombre de la heroína de un relato, hasta estudios bajo el influjo de alguna teoría crítica, como el deconstruccionismo de tiempos recientes o las legendarias interpretaciones psicoanalíticas. Todo esto, claro, tiene su utilidad para extraer algunas piezas del rompecabezas, pero no te da una visión integral, ni remotamente. Si no te cuidas es fácil perderte. Esto es algo fascinante en Poe: desafía las modas críticas a lo largo de las décadas, desde el estructuralismo, el psicoanálisis y la fenomenología hasta las abundantes disertaciones en la escuela de Derrida. Por lo que toca a las biografías, hay como 30, de las cuales una tercera parte son del siglo XIX y las otras del XX. Resulta curioso que de todas ellas la más utilizada siga siendo la de Hobson Quinn, que es de 1941. Esta variedad te sirve para contrastar cómo se aborda algún episodio polémico o para rescatar algún dato preciso, pero no te ayudan mucho a comprender su obra. De hecho, hay una peligrosa tendencia, por no decir exhortación, a considerar la obra de Poe como un mero desdoblamiento de su vida —una suerte de transmutación literaria de sus mórbidas fantasías o traumas—. Eso es lisa y llanamente un gran error.
Una de las más notables aportaciones del libro es presentar al Poe de su tiempo, al Poe que puede concentrar las ideas de su época. ¿De qué modo enriquece esa lectura al Poe contemporáneo? Es muy difundida la idea de que el verdadero poder de la literatura es escapar de su circunstancia.
Más que presentar al Poe de su tiempo, me interesa confrontarlo con la empobrecida representación del nuestro. Es difícil precisar cuál es la aportación real de un libro. La lectura es una interacción dinámica en la que cada lector extrae para sí mismo algo de esa aportación. Poe es un ejemplo extremo de esto: en su largo historial, los lectores que han considerado su caso con detenimiento ni siquiera logran ponerse de acuerdo. Yo creo que los lectores pueden llevarse algunas sorpresas con este libro. La primera, precisamente, es que hay un imperante desacuerdo en lo que su obra significa para cada unos de sus lectores. La segunda es que hay una clara correspondencia entre la obra de Poe y las ideas que se consideraban sagradas en su época. Ideas dominantes, de las que hoy no sabemos casi nada. Si un lector valora esto, comprenderá que hay un abismo entre lo que él piensa que significa la obra de Poe, lo que otros piensan que significa, y lo que pensaba la gente de su época. De ello se deduce que lo que entendemos por historia es una creación nuestra; una representación, y que nuestra representación de Poe adolece de conciencia histórica, es un subproducto de la postmodernidad. Una concepción del Poe contemporáneo no es muy útil sin una concepción historicista que, al menos, nos permita diferenciarlas. Más que escapar a una circunstancia, creo que el poder de la literatura está en ir al encuentro de ella. La desolación en el amor podrá ser un tema atemporal, pero no creo que los sufrimientos de Werther interesen mucho hoy, salvo por la forma única en que Goethe los plasmó, inmerso en sus circunstancias en Weimar, a finales del siglo XVIII. Por lo que respecta a Poe, hay una gran diferencia entre escapar de la circunstancia, huir de ella o negarla. Esto me lleva a lo que me parece la tercera sorpresa del libro: los vínculos de Poe con el fraternalismo masónico; su crítica feroz a muchos de sus rituales; y su condena a lo que hoy conocemos como el American Dream. ¿Cuándo se había hablado de esto explícitamente? Puedo decirte, sin temor a exagerar, que ninguno de estos temas se abordan a profundidad en la inmensa bibliografía de Poe.
¿Cómo ilumina esta aproximación filosófica que emprendiste a la obra de Poe respecto a otras lecturas, digamos, más literarias?
El problema de las aproximaciones literarias es el impresionismo. La crítica de Poe se divide, al menos, en dos grandes frentes que convergen ocasionalmente. Por un lado tienes la crítica académica —un "revisionismo canónico" que, si lo confrontas con el historial de Poe, pone de cabeza no solo al revisionismo sino al canon mismo—, y por otra tienes la crítica de los literatos en general, que suelen hablar de Poe sin más fundamento que una amplia cultura o una reputación aceptable, pero escasamente suficiente para librarlos de decir barbaridades muy elegantes. Claro que hay grandes aciertos en ensayos breves o en temas muy específicos, pero suele pasarse por alto que en el origen mismo de la narrativa de Poe figura la filosofía como pieza fundamental de su obra. Esto, que fue clarísimo para Baudelaire y para los contemporáneos de Poe, dejó de ser claro para nosotros. Me parece que si consultas las fichas técnicas más difundidas, o lo que podríamos llamar la "bibliografía favorita" de los estudiantes en general, y luego lees este libro, te vas a dar cuenta de que hay por lo menos seis temas centrales en la obra de Poe de los que prácticamente no se dice nada. Uno es la crítica a la ideología de las élites intelectuales de su tiempo; otro, la tremenda condena del materialismo; otro más, la psicosis resultante de traicionar a la propia conciencia en pro de una idea nociva de la prosperidad; otro es su parodia y condena a un principio secreto en guerra con la democracia. Sus advertencias sobre las consecuencias físicas y metafísicas de pactar con el amo de la materia mediante prácticas esotéricas introducidas en la nueva masonería son un tema inmenso y constituyen, lisa y llanamente, una abierta omisión, hay ahí un gran silencio. Tenemos también su rechazo a la intemperancia y el libertinaje entendido como liberación, su muerte como probable resultado de una contienda política y, por si fuera poco, la traición al contrato social de la América de Andrew Jackson. Poe ve, con toda claridad, que lo que entendemos como American Dream será la catástrofe del mundo occidental ¿Dónde ha quedado todo eso? Enterrado. Son verdades muy incómodas para los custodios del canon, desde Parrington y Mathiessen hasta Harlod Bloom.
Se dice que Poe ha tenido mejor suerte crítica fuera de Estados Unidos, ¿a qué se debe esta apreciación? ¿Estás de acuerdo con ella? ¿La aparición de un libro como el tuyo, en una tradición ajena a la de Poe, confirma esa idea?
Esto parece ser totalmente cierto, a grandes rasgos. Lo que no significa que no haya habido muchos extranjeros disgustados con Poe. Al consultar los diarios y revistas de la época te das cuenta de que, ya desde la publicación de sus primeros relatos, despertó un gran enojo en una facción de críticos que se sintieron ofendidos por sus sátiras a un tipo de esoterismo que comenzaba a cobrar cada vez más vigor. Poe estaba en guerra con las élites intelectuales de su tiempo, particularmente con el grupo de Emerson y los colaboradores de la North American Review, revista de reconocida afiliación con las fraternidades más influyentes de la época. En su propio país, Poe era un escritor en continua pugna con el establishment literario. Fue gracias a un plagio (y al escándalo suscitado en torno al mismo) que Poe cayó en manos de Baudelaire, quien le abrió las puertas del continente europeo. Desde entonces, y hasta la fecha, se dice que gracias a la crítica anglófila Poe existe para el mundo. Tengo clavada una frase de un comentarista, curiosamente estadunidense, que dice que los franceses se robaron el corpus de Poe en las narices de "los custodios" americanos. Hay una gran verdad allí. Claro, esto no quiere decir que no haya angloamericanos que no quieran entender a Poe: William Carlos Williams lo comprendió claramente, y Whitman, aunque no lo parezca (ni se le cite con la importancia que tiene en realidad) lo reconoció al final de su vida con un tremendo escalofrío. Por otro lado, hay una rara ingenuidad en la mentalidad angloamericana —toda una forma de vivir el mundo, diría yo—que no ayuda a entender a Poe. Un amigo mío, magnifico historiador en Chicago, tiene un chiste con el que dice que lo que pasa es que Poe, en el fondo, era mexicano, y que como mexicano aumentan tus posibilidades de entenderlo. Más que en una tradición ajena, creo que este libro puede sumarse a la tradición de que la suerte de Poe mejora en el extranjero.
Como afirmas en tu libro, llamamos "romanticismo" a una pluralidad de vertientes, muchas veces contradictorias. Así es romántico lo moderno, lo enfermizo, la unión del amor, la religión y la caballería, la huida de los horrores de la revolución industrial. ¿Cómo afirmar categóricamente que Poe despierta de manera más contundente emociones románticas? ¿No es el romanticismo un marco demasiado amplio?
Precisamente. Esa idea tiene ya su propia historia, desde Isaiah Berlin, Jaques Barzun, Herbert Read y Kenneth Clark, hasta Goethe. No es una idea mía. Ningún historiador serio puede hoy considerar el romanticismo como un movimiento porque no lo fue en el sentido de que había un acuerdo, ni siquiera tácito, en lo que se suponía que el romanticismo quería. Es, en todo caso, un periodo en el que convergen posturas que se oponen la una a la otra. Más que una afirmación categórica es una parábola en la que Poe figura como el epítome de esa oposición. De hecho encaja perfectamente en las discrepancias fundamentales del romanticismo.
Consideras que una variedad de doctrinas que confluyeron en un mismo momento (el espiritualismo, el ocultismo, el mesmerismo, la frenología, el trascendentalismo, entre otras) coinciden en presentar una visión unificadora de la naturaleza humana. ¿Cómo podemos insertar a Poe dentro de esta tradición?
Sí, pero hay que precisar que se trata de una multiplicidad de visiones (o caminos) cuya finalidad es la unificación de la naturaleza humana y el cosmos. Es la premisa central de toda religión que se precie de serlo. Lo es también en la poesía romántica, tal como la estudio M.H. Abrams. Todo lo que hice fue extender ese estudio a las doctrinas pseudocientíficas y cuasi religiosas para constatar que si un poeta como Shelley o Coleridge tenían una meta para su poesía, esa meta también debía aparecer en mentes tan diferentes como Blake o Newton. El caso de Poe, parecido al de Blake, se cifra en que esa unificación pertenece al ámbito del espíritu —aunque, en el caso de Poe, el espíritu mismo no sea otra cosa que materia; una materia que nuestros órganos no pueden palpar. Lo que me parece que Poe nos dice, a diferencia de todos ellos —excepto Shelley— es que más nos vale no creer que la unión implica necesariamente una dicha sino una colisión, a menudo terrible y, en gran medida, predecible, en la misma forma en que operan las leyes de la gravitación en el universo de Newton. Para Poe, el trascendentalismo (sobre todo el de Emerson y su grupo) alberga la idea de poner a Dios en nuestro mundo, cuando, en realidad, no es otro que el amo de la materia, un demiurgo, por así decir. Es una idea aterradora y para nada absurda que también encontramos en el gnosticismo.
Mencionas que uno de los momentos más importantes de la época fue el deterioro de nuestra noción de naturaleza, lo que supuso un trauma. ¿Puedes abundar?
Claro, es un verdadero trauma. Se trata de la noción de la Naturaleza escrita con mayúscula. Se pensaba que la Naturaleza estaba regida por leyes eternas con las que había que estar en armonía. Era el gran apelativo al que recurrían todas las doctrinas sobre el gobierno, la moral y nuestro entendimiento del universo. Por ejemplo, Rousseau creía que si un hombre se dejaba dominar por la ira era porque había perdido de vista a la Naturaleza, la cual, tarde o temprano, terminaría imponiéndose. Para Kant, el noúmeno es un imperativo categórico que lo rige todo en la Naturaleza, y contra el cual más te vale no rebelarte porque perderás siempre. De pronto, a través de las ciencias como la biología, la geología, la paleontología y la astronomía, comienza a aparecer una noción de la naturaleza que la muestra como algo aterrador. La palabra clave aquí es la "evolución" y la idea es que nada es eterno. Emular, por lo tanto, a la naturaleza es emular un conjunto de leyes oscuras que lo rigen todo. Llevado al extremo tienes el darwinismo tan temido y, muy pronto, a Hitler haciendo audiovisuales de propaganda para las escuelas, donde las abejas expulsan del colmenar a las que ya no son útiles. Es la idea de que la supervivencia del más fuerte justifica biológica, filosófica y moralmente el holocausto. No por nada Ernst Jünger había dicho que Poe es "el maelstrom" que prefigura la "catástrofe de nuestros tiempos". Ahora, volviendo a los tiempos de Poe, una vez que la concepción de una Naturaleza benévola se desmorona, ¿con que se quedaron? Con la mente humana; con el inconsciente y sus terrores apenas comprensibles para la psicología. Es un trauma porque, entre muchas otras cosas, ya fueras ateo o deísta, perdiste la fe en el poder superior y ya no tienes ni la más remota idea de qué es lo que va a guiar tus pasos, tus poemas, tus decisiones más apremiantes.
La obra poética de Poe, a tu consideración, muestra "el antagonismo entre las cosas". De tal modo que una de las labores del escritor era profundizar en esa conciencia dividida, en ese conflicto. ¿Te parece que el doble rostro de las cosas —del horror que también es belleza; de la existencia que es también muerte— define la obra de Poe?
Es lo que está en juego en todo momento. Si observas incluso lo que sus mejores comentaristas opinan sobre alguna composición te das cuenta de que lo que unos entienden por materia los otros lo toman por espíritu y al revés. Es genial. Más que definirla me parece que la caracteriza. Tomemos como ejemplo un poema: "Lenore". "Lenore" es un réquiem para el ser querido muerto, pero, puesto que se pensaba que el dolor de los vivos no dejaría ascender el espíritu del muerto, la melodía del réquiem no debe inspirar dolor sino favorecer el ascenso del alma con un canto casi de alegría. Solo que aquí resulta que le estas cantando a tu ser querido muerto. Hay allí un antagonismo, ¿no? como lo hay en los "Crímenes de la calle Morgue", donde Dupin, superando el raciocinio de Voltaire, nos dice sin problema alguno quién es el criminal, pero no la razón de ser de ese criminal, que es una bestia. El antagonismo entre las cosas es también el tema mismo de un soneto: "Soneto–Silencio". Lo encuentras también el Al Aaraaf y, en Eureka, a modo de disertación filosófico–matemática.
¿De qué modo Poe adaptaba los recursos de la narrativa gótica a sus intereses, a los dilemas de su tiempo?
A menudo se piensa que lo gótico es solo cuestión de arquitectura y lobreguez, tanto material como espiritual o mental. Otros agregan que no es un conjunto de caracteres sino una estética. El problema es que, dentro de esa estética hay posturas tan distintas que llamarlo una estética es insuficiente. Aunque suene un tanto pragmático, prefiero llamarlo una herramienta o, en tus palabras, un recurso; o sea algo que usas con un fin determinado que, el en caso de Poe de es el de confundir y desafiar. Cuando Poe comienza a escribir hay alrededor de 120 años de tradición en la denominada literatura gótica, que se remonta a los tiempos de Joseph Adisson y Horace Walpole. A muy grandes rasgos, la idea es que el mundo de las apariciones, de los demonios, de las leyendas y del folklore, pertenece al vulgo, a la categoría de las supersticiones que no resisten al poder de la razón. De ello se desprende una división entre al menos dos tipos de mentalidad que pertenecen a dos clases sociales: la de los cultos y la de los incultos; la del pueblo, partidario le revolución francesa y la de los aristócratas tiranos; la de los católicos realistas y la de los protestantes o jacobinos. Se da así un conjunto de asociaciones mentales que se prestan a todo tipo de parodias. Claro, también se usaba la estética gótica con fines meramente comerciales, al estilo de Harry Potter. Cuando Poe escribe su primer cuento marcadamente gótico, "Metzengerstein", hay ya una vertiente de la literatura gótica británica y estadunidense que se empeña en revelar la naturaleza física y material del mundo supernatural; para todo hay una explicación racional, muy al estilo del racionalismo afrancesado. Es toda una mentalidad que algunos románticos alemanes como Hoffmann y Bürger desafiaron con gran éxito. En la América de Poe, lo que se consideraba admirable no era para nada lo romántico, sino los ideales de la razón ilustrada e incluso de la poesía neoclásica. Había una pragmatismo tremendo, que Poe llamo "el maligno genio del mero dar por hecho". Entonces, por dar otro ejemplo, mientras Washington Irving se burlaba de los católicos por considerarlos supersticiosos, Poe se burlaba de los protestantes pragmáticos por considerarlos materialistas. "Metzengerstein" es una parodia y un desafío al pragmatismo, por medio de la ironía romántica que Poe aprendió de los alemanes. En breve, Poe utiliza los recursos de la narrativa gótica para abolir las certezas del establishment; reviste sus dudas más profundas con esos caracteres, y ya nadie puede decir si se trata de una realidad mental, material, espiritual o metafísica.
¿Cuál fue el mayor reto que enfrentaste durante la investigación y redacción de este estudio?
Dando por hecho que lo primero fue aprender a confiar en mis dudas, creo que el mayor reto se compone de dos cosas complementarias: una, la de rastrear cuáles eran las ideas a las que Poe y sus contemporáneos parecían darles tanta importancia (para lo cual tienes que entrar no solo en los mitos y prácticas literarias prevalecientes, sino en la literatura médica, pedagógica, científica e incluso jurídica de la época); y otra, la de comprender lisa y llanamente de qué tratan sus principales composiciones, es decir, qué significado pueden tener y con qué posible intención fueron escritos. No basta con leer un relato diez o veinte veces, tienes que investigar los términos e incluso la fraseología empleada en inglés. A menudo, la compleja simbología empleada por Poe es intraducible a la luz del psicoanálisis o de cualquier moda crítica, pues se trata símbolos y términos con un significado esotérico muy preciso, que es incomprensible para el no iniciado. Eso fue muy complicado. Para darte una idea de lo que implica, te invito a tomar cualquiera de los relatos que no figuran en el libro, el que tú quieras, por ejemplo, "La caja oblonga" o "El gato negro". Verás que en todos ellos hay una pregunta que Poe ni siquiera va a responder por ti, porque la formulación de la pregunta misma va a estar en tus manos, a partir de los elementos que Poe te da allí mismo. El problema es que, si ni siquiera formulas la pregunta correcta, ni siquiera podrás aspirar a concebir una posible respuesta. Son enigmas en el sentido pleno del término, que es el de mantener oculta la alusión a eso de lo que se está hablando, y que constituye el tema o la moral del relato en sí. Creo que ahí, en palabras del propio Poe, yace "el secreto" de sus composiciones. Es genial. Una mente maestra que te desafía párrafo a párrafo.