El hábito de la mordaza de Germán Andino es un reportaje sobre el fenómeno de las pandillas en Honduras. Recientemente fue galardonado con el Premio de Periodismo Gabriel García Márquez, en la categoría de Innovación.
Desde 2012, Andino documentó la vida de Isaac, un joven nacido en el barrio Buenos Aires, una de las zonas más violentas en Tegucigalpa.
El proyectó periodístico, que se puede consultar en El País, es una tira cómica digital de casi 100 metros. Experimenta con nuevas formas de lectura, a la vez que ofrece formatos multimedia como audios testimoniales sobre la violencia delictiva y la consigna de jóvenes que se hacían un tatuaje por cada persona que mataban.
Andino habla para Laberinto sobre el formato de este cómic que permite interactuar con el control narrativo de la historia.
¿Por qué decidiste tomar una historia tan íntima, tan personal, como la de Isaac para abordar un conflicto generacional?
Me parece que la mejor manera de explicar los fenómenos que suceden en Centroamérica es a través de las historias de personas que viven día a día el conflicto. Cada historia, obviamente, es distinta, pero es mediante esa simplicidad que se explica mejor el fenómeno porque los personajes logran empatizar más con los lectores.
¿El trabajo plasma el contexto de los jóvenes hondureños cuya única familia es la pandilla?
Muchos pandilleros vienen de familias desintegradas o incluso algunos tienen una familia pero terminan identificándose y creando un sentido de lealtad mucho más fuerte con los homies. Cuando vives en un barrio donde no hay hospitales, ni siquiera parques para jugar, la actividad económica se da a través del delito y lo único que tienes son las pandillas. De manera teórica, con educación y generando fuentes de empleo, la gente no necesitaría ingresar a una pandilla para subsistir.
La película Sangre por sangre marcó un precedente en la formación de las pandillas hondureñas
Me quedan muchas dudas. La película salió y fue todo un hito a finales de la década de 1990. Recuerdo haber visto el cambio en los jóvenes después de ver la película: caminaban por la calle intentando ser cholos, se comportaban como los chicanos de la peli y luego se empezó a popularizar lo de “vatos locos”. En San Pedro Sula, estoy trabajando otra historia completamente distinta pero volvió a surgir el mismo tema. Un pastor me dijo que cuando salió la película las cosas empezaron a agravarse.
¿Qué representan los tatuajes en las pandillas?
Representan muchas cosas. En su mayoría, tienen que ver con plasmar la ideología de la pandilla, las misiones que hacen, un homenaje a los homies muertos. Los tatuajes hay que ganárselos, no te puedes tatuar sin haber hecho algo para merecerlo.
Uno de tus personajes comenta que los tatuajes son sentencias de muerte.
En un contexto de país donde se aplican leyes de mano dura, lo que representan los tatuajes es un grave peligro. En muchos sentidos, los tatuajes representan sentencias de muerte y el trabajo del personaje de la historia, en el momento que lo conocí, era cubrir los tatuajes, salvar vidas.
Abordas al ex presidente hondureño Ricardo Maduro, quien emprendió una cacería frontal contra las pandillas. ¿Fue la decisión correcta para erradicar la violencia?
Lo único que ha logrado y está claro, porque se ha visto en El Salvador y Guatemala, es que estas medidas de mano dura, llamadas ley antipandillas, solo agravan el problema porque generan más conflicto. No se puede resolver la violencia con más violencia. La ley anti-mara fue una modificación de la ley que calificaba como asociación ilícita el llevar tatuajes de pandilleros y pertenecer a una pandilla. Fue una cortina de humo para vender una imagen de seguridad, para maquillar la violencia, y lo único que provocó en los barrios más pobres fue más conflicto.
¿Cómo es la violencia en Tegucigalpa?
En mi barrio, cuando apenas empezaban las pandillas, uno podía andar perfectamente por la calle en la madrugada. Ahora no me atrevo a ir; el barrio fue declarado zona peligrosa. El problema se ha vuelto más grave por el narcotráfico y se han creado un montón de bandas, no necesariamente pandillas, que están peleando por la plaza.
¿Por qué decidiste realizar este trabajo en cómic? ¿Qué te permite este formato que no te ofrecen otros?
Se suele pensar que el cómic es un equilibrio entre el texto y la imagen pero creo que el combinar palabras con imágenes en viñetas es construir un lenguaje distinto porque entre una viñeta y otra, al leer un cómic, el cerebro rellena los espacios en blanco. Es algo que muy pocos formatos tienen la capacidad de generar. El cómic exige mucho del lector, al mismo tiempo que le da: le permite un control narrativo.
¿“El hábito de la mordaza“ es un trabajo innovador y creativo?
De creativo tiene muy poco y de innovador un poquito más. El cómic de no ficción se hace desde los años sesenta. Lo que hice fue ponerlo en una sola línea y en una plataforma web. El problema es que el periodismo de hoy está enfrascado en las redes sociales y ya no se presta atención al formato porque todo debe estar para ayer, todo tiene que ir de acuerdo a la velocidad que exigen las redes sociales. La velocidad ha detenido la evolución de los formatos al publicar historias de no ficción. Es innovador en el caso específico de Honduras porque es uno de los primeros intentos de hacer un reportaje profundo y con un formato distinto sobre el fenómeno de las pandillas y la violencia que deriva de ellas.
En cuanto a técnicas y formatos, ¿hacia dónde va el periodismo del mañana?
Se están trabajando formatos para noticias en tiempo real, la realidad virtual, los motores de videojuegos que te permiten interactuar con las historias o hacer un broadcast mediante una animación. En términos formales, los avances son técnicos pero también será importante dar un paso atrás en relación a la velocidad y tomarnos el tiempo necesario con las historias que producimos, dejar de escribir tuits y empezar a investigar.