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En busca del placer

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Cuando el Museo del Sexo abrió sus puertas por primera vez en Nueva York en 2002 muchos se quedaron con la boca abierta. Se hablaba de la nueva atracción en la ciudad en voz baja, con incredulidad y hasta con cierto enojo. Se decía que atentaba contra la moral pública. Pero para echar a andar la criticada aventura se habían invertido cuatro años de trabajo, se había organizado una compleja estructura de funcionarios, asesores y consultores y se había convocado a un buen número de académicos, historiadores y artistas, entre los que figuraban lo mismo Ruth Abram, organizadora de la Coalición Internacional de Museos de Sitios de Conciencia —a la que pertenecen por ejemplo la Casa de Ana Frank en Ámsterdam y el Museo Gulag de Rusia—, que Xaviera Hollander, la célebre madame, autora de La prostituta feliz, que vendió en su momento más de 20 millones de ejemplares. Unos años después, los neoyorquinos seguían con la boca abierta: el MoSex había ampliado más de una vez sus instalaciones, contaba con un acervo de más de 15 mil objetos, figuraba de manera destacada en las guías turísticas de la ciudad y era uno de los museos más concurridos.

Otras ciudades del mundo han vivido una experiencia similar. Los museos del sexo en Islandia, Las Vegas, Moscú, Nápoles y Barcelona nacieron en circunstancias parecidas y han conseguido a pesar de todo mantenerse vigentes en una delgada línea que separa a la vulgaridad del arte y la educación, cosa bastante difícil por cierto.

Pero cuando comenzó a funcionar a finales de 2004 La Tierra del Amor en Corea del Sur quedó claro que el tema del sexo busca siempre los extremos. Se asume que esta suerte de sexoso parque de diversiones es una visita obligada para los recién casados, que habrán de aprender ahí todo lo que siempre quisieron saber sobre el sexo pero temían preguntar: decenas de muy elocuentes esculturas, algunas monumentales, ilustran a cada paso lo que la mayoría hace en la intimidad. Por si alguien no entiende bien lo que está viendo, en el contexto de una cultura más bien discreta y muy pudorosa, se organizan también cursos y conferencias para los visitantes, que deben ser mayores de edad.

La idea parece bastante buena. Tanto, que los brasileños están trabajando en estos días a marchas forzadas para tener listo en un par de años su parque temático ErotikaLand, con 150 mil metros cuadrados de pura cachondería. Por supuesto, en el centro del proyecto estará un museo del sexo, un cine que exhibirá películas eróticas en formato 7D, que proporciona a través de las butacas vívidas experiencias sensoriales, y un hotel con habitaciones disponibles por día o por hora. Los tres mil visitantes que andarán por ahí cada día podrán disponer también de exposiciones de esculturas eróticas, piscina para nudistas, atracciones mecánicas, juegos electrónicos y una sex shop, entre otras actividades relacionadas con la sexualidad.

¿Y aquí cuándo?

*Profesor-investigador de la UAM-Iztapalapa

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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