El pavonado de un tornillo o la casi imperceptible mancha en una piedra preciosa, aumentada 10 veces con una lupa para poder apreciarse, hacen la diferencia entre miles o millones de dólares en uno de estos objetos. Y las personas responsables de establecer esas costosas diferencias son especialistas que a veces requieren apoyarse en la tecnología para hacer su trabajo, pero a veces solamente confían en su experiencia. Estos personajes son los valuadores de la más famosa casa de subastas en México: Morton.
Es el caso del señor Jesús Cruz, quien cuenta con 21 años de antigüedad en la empresa. Es un valuador autodidacta que empezó su trayectoria en Morton, en el almacén, de donde fue ascendiendo hasta ser hoy el responsable de la catalogación y valuación de los departamentos de libros y documentos, así como del de vinos.
"Hemos visto manuscritos del siglo XIV, de los primeros impresos e incunables europeos del siglo XV como esta carta poder del último impresor mexicano Pedro Charte, de alrededor de 1570", dice y señala una hoja amarillenta tamaño carta con un faltante considerable en la parte inferior derecha. Se trata de una carta poder de José María Morelos y Pavón que puede alcanzar un precio entre 6 mil y 10 mil pesos, básicamente por la firma y su contexto histórico.
"Los documentos del siglo XVI son raros y por tanto se cotizan alto, porque en nuestro país ha habido infinidad de desastres, desde inundaciones u otro tipo de catástrofes naturales por las que se han tenido muchas pérdidas, entonces comparativamente frente a los documentos europeos de la misma época se cotizan más los mexicanos", dice.
"Ahora, los diferentes ejemplares de un mismo libro pueden alcanzar precios distintos. Hemos manejado aquí en tres ocasiones un incunables Antonio de Molina; la primera vez veía más o menos completo y se vendió arriba de 250 mil pesos, en la segunda estaba impecable y se vendió en 350 mil pesos y, ya en la tercera que estaba bastante defectuoso y con faltantes de hojas se colocó en 60 mil pesos", relata Cruz.
Dice este valuador que él no requiere apoyo tecnológico alguno más allá de su propia mirada, que a veces se apoya en una sencilla lupa. "Lo más importante es saber distinguir, por ejemplo, las diferencias del papel, los que son posteriores al siglo XIX son más finos, de celulosa y los anteriores de algodón
Como ejemplo de un libro que vale por su rareza, el señor Cruz cuenta que en mayo pasado tuvo la colección de dibujos originales del italiano Claudio Linati, que posteriormente se editó y se vendió en un millón 100 mil pesos.
Antigüedades, arte y decoración
"Con el paso del tiempo uno va desarrollando el ojo", dice Carlos Millán, jefe de este departamento que se encarga de valuar objetos con una edad mayor a los 100 años. "En esta área tenemos que analizar una gran variedad de materiales y estilos, por lo que el rango que manejamos es muy amplio", dice.
Una muestra de ello es la platería mexicana, que es altamente cotizada, primero porque fue la principal actividad en la época virreinal. "En este ámbito estamos hablando, generalmente, de piezas raras, porque mucho de este patrimonio se perdió con la desamortización de los bienes eclesiásticos; se cuenta que en las iglesias había altares, lámparas de dos o tres metros y todo ello fue fundido, lo que nos llega ahora son piezas sobrevivientes y eso hace que su precio sea alto.
En este departamento, además de la rareza, se considera mucho el provenace o la procedencia porque a muchos coleccionistas les interesa obtener las piezas de otro coleccionista
"Tuvimos aquí —rememora Millán— una pieza destacada, era un anillo que perteneció a uno de los comendadores de Maximiliano, estaba en buen estado de conservación, tenía su estuche y además tenía el nombramiento. Cabe decir que estas piezas se conocen poco, a veces llegan en mal estado o con faltantes, pero esta se encontraba en muy buen estado y se vendió bastante bien, entre 550 mil pesos o 600 mil pesos".
Este método lo comparte con Sandra Murra, la valuadora del departamento de arte moderno y contemporáneo, que en especial se dedica a pone precio a las artes plásticas del siglo XX a la fecha.
"Para valuar una obra se necesita saber del artista, la técnica, la importancia o qué tan característico del artista es esta obra, qué resultados ha atenido en subastas en México y el mundo, su precio en el mercado actual, entre otras cosas.
"Pesa mucho el nombre, dependiendo de qué artista es, pero también hemos tenido sorpresas de artistas que no son tan conocidos y que han subido a muy buenos precios, pero sobre todo la firma", dice Murra.
De las obras más caras que han pasado por sus manos recuerda un paisaje de José María Velasco que se vendió en 12 millones 100 mil pesos en 2007.
Eduardo Renaud es valuador del departamento de artes decorativas, el que más movimiento tiene en esta empresa, pues se realiza una puja cada sábado. "Veo cristalería, porcelanas, platería, marfiles, mobiliario, en algunos casos textiles, todas piezas del siglo XX así como piezas de diseñadores.
Coches y gemas
Cristian Ríos ha laborado por 14 años en Morton, él es valuador en el área de autos clásicos y flotillas de camiones; esta es un área de mercado que consiste en colocar camiones de empresas que ya no se usan en otras empresas.
Es fácil imaginar que un automóvil clásico se cotiza en costos muy altos, sobre todo los que pertenecen a épocas anteriores a la posguerra porque prácticamente eran hechos a mano; también existen marcas que ya tienen un mercado como Porsche, Ferrari. "Sin embargo, juega mucho que su kilometraje sea poco, la generación a la que pertenece su motor por el desarrollo tecnológico que lo distingue", dice Ríos.
Antes de la posguerra eran carros muy artesanales, "son hechos a mano muchos, diferentes marchas, Porsche, carros sumamente caros, millones de dólares. Lo que he visto que costó 160 millones de dólares, Ferrari 57 GTO.
"Un carro estaba a la mitad, todas las piezas eran sumamente caras porque no había en el mercado. Conocí que lo necesitas del auto es lo que vale, ese carro no vale nada pero por piezas vale muchísimo, pagaron tres veces más por las piezas que estaban en perfectas condiciones. Para restaurar otros, qué tantas piezas tengas originales, no renovadas, te cuentan los plásticos, el pavonado de los toprnillos, carros de 100 puntos, el pavonado de un tornillo te puede costar la calificación. Los servicios, si su bitácora ha sido han sido en agencias certificadas, el viaje, menos de 85 mil millas".
Roxana Lafforgue es gemóloga con 25 años de ejercer su profesión, seis de ellos en Morton. Estudió en el Gemological Institute of America, ahí donde se desarrollaron todas las escalas para clasificar todos los diamantes, piedras de colores y gemas en general.
"Desde chica supe, aunque no tenía tan especificado que quería, supe que mi futuro estaba en algo que requería minuciosidad, me gusta lo artístico, la belleza, me llama la atención la transparencia, el color, todo esto desde chica.
"Soy gemóloga joyera graduada, soy minuciosa y todo lo que es la vida interna de las gemas me parece apasionante, me parece increíble que haya piezas perfectas que uno tiene que aumentar 100 veces para poder verlas, por ejemplo un cristal que es un octaedro que son dos pirámides una arriba y una abajo y, que está dentro de una gema. Eso es lo que hace la madre naturaleza", dice Lafforgue.
Existe una escala con la que se valúan las piedras, las de las cuatro "c": color, claridad, corte y peso o quilataje; cada una de estas características tiene una escala de acuerdo con los diferentes grados de perfección o imperfección. Cada una de estas características ofrece un paso en la identificación; hay esmeraldas que valen millones de dólares y las hay que valen 3 pesos con 50 centavos.
"Mi instrumento favorito es el microscopio gemológico con las diferentes iluminaciones porque de un grado a otro, es decir un puntito que tenga la gema disminuye su precio entre 7 mil dólares y 8 mil dólares, por eso es tan importante la correcta valuación de las piezas.
"Por ejemplo el corte, es tan importante que es el que otorga la brillantez: entra el rayo de luz, rebota y vuelve a salir, esa luz que llega a nuestros ojos como brillantes es donde radica una parte de su valor, si está mal cortada o mal proporcionada entra el rayo de luz y no rebota, se sale, la pieza aparece sin vida", explica la valuadora.
Para ella, además de la belleza y estas cuatro características existe un valor más: el emocional. "En particular a mí me tocan las piezas que más carga emocional tienen y yo he aprendido a tratar con eso, son joyas que pertenecieron a la abuela, por ejemplo.